Carles Sanchís, geógrafo, advierte sobre las inundaciones: “no existe el riesgo cero y debemos acostumbrarnos”

La jornada divulgativa ‘DANA 29-O: causas, impactos y lecciones’ puso sobre la mesa una reflexión ética: ¿es justo que aquellos que se instalan en zonas de riesgo desvíen los recursos que podrían ir destinados a quienes hicieron las cosas bien?

Las jornadas divulgativas ‘DANA 29-O: causas, impactos y lecciones’, organizadas por la AVAMET con la coorganización de l'Ajuntament d'Aldaia y el apoyo de Meteored, han servido para reclamar una mejor ordenación del territorio, con sistemas de drenaje sostenibles, respeto por los cauces naturales y recuperación del conocimiento agrícola tradicional. Todo ello, para prevenir riesgos y mejorar la gestión del agua en entornos urbanos y rurales.

Es precisamente lo que defendió Carles Sanchís Ibor, máster en Sistemas de Información Geográfica por la Universitat de Girona, doctor en Geografía por la Universitat de València e investigador en el Centro Valenciano de Estudios del Riego (CVER) de la Universitat Politècnica de València.

La DANA que dejó lluvias torrenciales a finales de octubre de 2024 en Valencia demostró el grave peligro asociado a la edificación en barrancos y ramblas.

El geógrafo hizo hincapié en unos cauces naturales, los del Poio, Chiva, Torrent o la Saleta, que se desconectan y se reconectan de otras cuencas y no son perceptibles la mayor parte del tiempo, lo que genera “una falsa sensación de seguridad” en torno a estos espacios, lo que hace “difícil” prever el riesgo.

Un sistema complejo y muy peligroso

Para Carles Sanchís, las comarcas valencianas de la Plana de Utiel-Requena, L'Hoya de Buñol, L'Horta Sud y la Ribera cuentan con un sistema complejo de conexión de cauces, algunos artificiales, que, en crecidas de poca intensidad, canalizan el agua hacia el barranco de Torrent. Sin embargo, “en crecidas intensas el flujo se dispersa, como ya ha ocurrido antes”.

Tras la gran riada de 1957 se desvió el cauce del Turia para evitar futuras tragedias. La ciudad de Valencia quedó protegida de posibles futuras inundaciones, pero la construcción de un nuevo cauce ha incidido en el desbordamiento de otro barranco, el del Poio, que pasa por munipios como Picaya, Paiporta, Cataroja y Massanassa antes de desembocar en la Albufera.

El geógrafo Carles Sanchís en su ponencia en las jornadas ‘DANA 29-O: causas, impactos y lecciones’.

Sanchís explicó que este modelo se replica también en otras zonas de la provincia y del Mediterráneo. “Es más común de lo que pensamos, aunque no se divulgue, y la población no percibe estos espacios como zonas de riesgo, pero lo son”.

Cambios en la legislación urbanística

A las peculiaridades de estos cauces hay que sumar otras acciones del hombre que han acrecentado el riesgo de avenidas y fueron determinantes en la tragedia que sacudió Valencia el pasado mes de octubre.

Entre ellos, Sanchís aludió a la impermeabilización del suelo ligada al crecimiento industrial, como ocurre en la comarca valenciana de El Pla de Quart.

"La legislación debería obligar a cada empresa que ocupe terreno impermeable a tomar medidas para amortiguar las crecidas".

Carles Sanchís, investigador en el Centro Valenciano de Estudios del Riego (CVER) de la Universitat Politècnica de València.

Por eso, apostó por la generación de sistemas de drenaje sostenibles que sean permeables, y que cada persona, empresa o entidad que ocupe terreno impermeable tome medidas para compensar y amortiguar las crecidas, lo que “debería estar incorporado en la legislación urbanística”.

Otra cultura del laboreo

Sobre los modos de cultivo de la tierra, lamentó la visión peyorativa hacia quienes usan el mulching o cubiertas vegetales. “En realidad, esta práctica no solo es beneficiosa para la fauna y flora silvestres, sino que también retiene humedad, ayuda a contener el suelo y frena la generación de escorrentía superficial”, apuntó.

Por tanto, es vital cambiar la actual cultura del laboreo intensivo de la tierra y sustituirla por fórmulas que protejan el suelo a largo plazo.

La agricultura debe buscar fórmulas que protejan el suelo y minimicen los efectos de las avenidas.

Sobre las barreras artificiales, como las presas de laminación, Sanchís aseguró que pueden servir de protección cuando están bien diseñadas, aunque muchas veces solo sirven para desviar los cursos de agua.

Sin embargo, no puede esperarse que resuelvan el peligro que supone edificar en los barrancos. “Estos son los aspectos que la ordenación del territorio debería frenar” porque “no es razonable que las personas que se instalan en zonas de riesgo acaben exigiendo atención y desviando recursos que deberían destinarse a quienes han hecho las cosas bien”.