La debacle de Balaclava

El desastre causado al paso de una intensa borrasca por el Mar Negro en noviembre de 1854, durante la Guerra de Crimea, fue un hecho decisivo en el impulso que tuvo, a partir de ese momento, la predicción meteorológica.

Naufragio del barco Henri IV en el puerto de Eupatoria (Crimea) el 13 de noviembre de 1854. Grabado de Jules Noël publicado en el libro de Zurcher & Margollé Les Naufrages célèbres, París, Hachette, 3ª ed. (Año 1877).

La predicción meteorológica recibió un impulso definitivo a raíz del desastre provocado por una gran tempestad marítima, ocurrida en el curso de una contienda militar. El hecho en cuestión tuvo lugar durante la Guerra de Crimea, que entre los años 1853 y 1856 enfrentó al ejército ruso contra una coalición de franceses, británicos y turcos. Una de las batallas más destacadas de aquella guerra fue la de Balaclava, iniciada a finales de octubre de 1854, en el curso del asedio de Sebastopol, enclave estratégico en el Mar Negro.

Entre los días 13 y 14 de noviembre de 1854 la flota de la coalición sufrió un duro correctivo, que no fue provocado por el ejército ruso, sino por causas naturales. Una profunda borrasca se desplazó con rapidez por la parte occidental del Mar Negro, atravesando la península de Crimea y causando una gran escabechina naval. La borrasca –calificada por la prensa de la época como huracán– provocó el naufragio de 38 barcos de la coalición que se hallaban fondeados a la entrada del puerto de Sebastopol, entre ellos el Henri IV, buque insignia de la Armada francesa de la época. Un total de 400 marinos y marineros perecieron ahogados durante la tempestad, lo que causó una gran conmoción en los países de la coalición, particularmente en Francia.

Sebastopol Crimea puerto Balaclava barcos
Fotografía tomada durante la Guerra de Crimea de la entrada del puerto de Sebastopol, en la región de Balaclava, Crimea. Año 1855. Autor: James Robertson.

El entonces emperador de Francia, Napoleón III, a través de su Ministro de Guerra, encargó que se llevara a cabo una investigación de las causas que dieron lugar a aquel desastre, con el objetivo de saber si podría haberse anticipado. El encargo recayó en el astrónomo imperial Urbain Le Verrier (1811-1877), responsable del Observatorio de París, que se puso manos a la obra.

Para ello contactó con astrónomos y meteorólogos de toda Europa, a los que solicitó que le enviaran las observaciones meteorológicas que tomaron en sus respectivos observatorios entre los días 12 y 16 de noviembre. Una vez que recopiló toda esa información pudo reconstruir cuál fue el recorrido que tuvo la borrasca. Comprobó que se fue desplazando por el sur del continente europeo antes de enfilar hacia el Mar Negro, donde se profundizó y provocó la debacle.

Le Verrier Observatorio de París, datos meteorológicos
Grabado del astrónomo francés Urbain Le Verrier (izquierda), principal impulsor de las predicciones meteorológicas gracias a la transmisión de datos por telégrafo. A la derecha, página del antiguo Boletín Internacional del Observatorio de París con las observaciones correspondientes al 1 de enero de 1864.

En aquella época ya había empezado a usarse el telégrafo eléctrico (comenzó hacia 1850) y Le Verrier sugirió que de haberse transmitido las observaciones meteorológicas tomadas de forma simultánea los días previos a la catástrofe en los diferentes observatorios de Francia y el resto de Europa, se podría haber seguido la evolución de aquella borrasca y se podría haber avisado a tiempo a los mandos militares de la coalición, para que pudieran así estar prevenidos y adoptaran las medidas oportunas. Con una predicción de esa naturaleza se reducía el factor sorpresa.

Mapa del tiempo predicción Observatorio de París Le Verrier
Carta del tiempo emitida por el Observatorio Imperial (de París) el 7 de mayo de 1865, donde se aprecian varias trayectorias previstas de borrascas, a partir de las posiciones fijadas por las observaciones meteorológicas.

La sugerencia de Le Verrier no cayó en saco roto, y supuso el primer paso del rápido desarrollo que, a partir de ese momento, tuvo la predicción meteorológica. En 1856, ya eran 13 estaciones telegráficas de Francia las que tres veces al día emitían las observaciones, centralizándose toda esa información en el Observatorio de París. El 29 de abril de 1857, Le Verrier mandaba la primera predicción meteorológica a partir de los datos recibidos por telégrafo. Antes de finalizar ese año nació el Servicio Meteorológico Internacional, encargado de transmitir no solo los informes franceses, sino las observaciones de cinco estaciones de telégrafo extranjeras. 

En los siguientes años, la red se amplió hasta alcanzar, a finales de 1863, las 21 estaciones en Francia y casi medio centenar en el resto de Europa. Al año siguiente, se logró un hito importante: el citado Servicio Meteorológico Internacional publicaba –el 1 de enero de 1864– en su boletín el primer mapa meteorológico con la situación sinóptica y un pronóstico de la evolución que tendrían los centros depresionarios durante las siguientes horas. Aquella rudimentaria predicción fue el primer sistema de avisos meteorológicos a la población.