Es el segundo elemento más abundante del universo, pero en la Tierra es escaso porque se escapa de la atmósfera
Aunque parezca inofensivo, este elemento está escapando de nuestro planeta y su desaparición amenaza industrias clave como la médica, aeroespacial o la tecnológica.

Parece una paradoja: el helio es uno de los elementos más comunes en el cosmos, pero en nuestro planeta es tan escaso como valioso. Cada vez que un globo flota o alguien cambia su voz con él, se está perdiendo algo irrecuperable. Lo que parece un juego inofensivo esconde un problema muy serio: este gas tan liviano se nos escapa literalmente entre los dedos.
No se trata de una teoría conspirativa ni de un catastrofismo sin fundamentos. El helio es difícil de atrapar y aún más complicado de reponer. Y eso es grave, porque más allá de su uso en fiestas infantiles, su función en áreas como la salud y la exploración espacial es fundamental. Sin él, muchos de nuestros avances tecnológicos se quedarían congelados, y no precisamente por su capacidad de enfriamiento.
¿Por qué el helio no se queda en la Tierra?
A simple vista, el helio puede parecer insignificante: no tiene color, ni olor, ni sabor. Pero esas características son parte del problema. Su estructura lo convierte en un gas que no se mezcla con casi nada y que, una vez liberado al aire, no encuentra ninguna barrera que lo retenga. Al ser tan ligero, sube sin freno y termina escapando al espacio.
Tabla periódica en función de la abundancia de cada elemento en la tierra. Si representáramos la abundancia en el universo el hidrógeno y el helio lo cubrirían casi todo. pic.twitter.com/b4uppYttMh
— JM Mulet (@jmmulet) November 10, 2019
No hay forma natural de “reponer” el helio perdido. La mayoría de lo que usamos se forma lentamente bajo tierra, como subproducto de la desintegración de minerales radiactivos. Se acumula en bolsas de gas natural, de donde se puede extraer si hay suerte. Y decimos suerte porque no todos los yacimientos contienen helio en cantidad útil.
Además, el proceso de recolección no es precisamente sencillo ni barato. Requiere tecnología especializada y una logística que encarece cada gramo extraído. Si a eso le sumamos una demanda creciente en sectores tan sensibles como la medicina o la investigación científica, la ecuación se complica todavía más.
De las fiestas a los hospitales: el otro lado del helio
Más allá del uso popular para inflar globos, el helio tiene aplicaciones sin las cuales la vida moderna sería muy diferente. Uno de sus papeles más importantes está en los escáneres de resonancia magnética. Allí, el helio líquido mantiene fríos los imanes superconductores, algo que ningún otro elemento puede hacer igual de bien.
El helio se formó durante el Big Bang junto al hidrógeno y el litio. Es el segundo elemento más abundante (después del hidrógeno). Es un gas noble (no se mezcla con otros elementos). Se usa, p. e., para enfriar los imanes superconductores de los escáneres de resonancia magnética. pic.twitter.com/TT95OIMLRO
CSIC (@CSIC) August 12, 2019
También es protagonista silencioso en la industria espacial. El helio se utiliza para presurizar tanques de combustible en cohetes, un paso indispensable para lanzamientos seguros. En el mundo de la microelectrónica, es parte clave del proceso de fabricación de semiconductores, esos pequeños componentes que hacen funcionar nuestros móviles y ordenadores.
Y no termina ahí. En física de partículas, el helio es el refrigerante que mantiene operativo el Gran Colisionador de Hadrones. Sin este gas, algunos de los experimentos científicos más importantes de la actualidad simplemente no podrían realizarse.
La cuenta atrás del helio ya comenzó
Los expertos llevan tiempo advirtiendo: usamos más helio del que podemos extraer, y los depósitos conocidos se están vaciando. Las reservas más grandes están en lugares como Texas, Qatar o Argelia, pero incluso en estos sitios el ritmo de extracción supera al de descubrimiento de nuevas fuentes.
Una pequeña luz de esperanza surgió en 2016, cuando un nuevo yacimiento fue hallado en Tanzania. Aunque alentador, no es suficiente para cubrir la demanda mundial a largo plazo. La solución pasa por tres frentes: reducir el uso innecesario, mejorar el reciclaje industrial y buscar sustitutos para ciertas aplicaciones.
El problema es que sustituir al helio no es tan sencillo. Su comportamiento físico es único. Muchos investigadores están explorando alternativas pero, por ahora, ninguna se acerca a sus propiedades tan especiales. Por eso, desperdiciarlo en usos recreativos no parece una buena idea.