Un estudio revela el secreto de Stonehenge: ¡no era un calendario solar!

Un estudio reciente revela que una de las teorías más difundidas sobre Stonehenge es errónea. No se trataba de un calendario solar. Entonces, ¿qué era realmente el monumento neolítico situado en Inglaterra?

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El famoso monumento neolítico de Stonehenge no habría sido un enorme calendario solar, según un nuevo estudio.

El famoso yacimiento neolítico de Stonehenge en Inglaterra sigue atrayendo la atención de estudiosos e investigadores tras más de 4000 años después de su construcción. El profesor Giulio Magli del Politécnico de Milán y el profesor Juan Antonio Belmonte del Instituto de Astrofísica de Canarias y la Universidad de La Laguna en Tenerife han publicado en Antiquity, una prestigiosa revista de arqueología, un estudio innovador que ayuda a explicar la función original del monumento y lo que excluye una de las teorías más difundidas.

Stonehenge no era un calendario solar

La teoría de que Stonehenge funcionaba como un calendario solar es incorrecta, según este nuevo estudio. Su existencia mostraría más bien un interés simbólico de los constructores por el ciclo solar y estaría ligada a la conexión entre el más allá y el solsticio de invierno, presente en las sociedades neolíticas.

La arqueoastronomía, que a menudo usa imágenes satelitales para estudiar la orientación de los sitios arqueológicos, juega un papel clave en esta interpretación, ya que Stonehenge muestra una alineación astronómica con el Sol en relación con el amanecer del solsticio de verano y la puesta del sol en el solsticio de invierno.

Stonehenge muestra una alineación astronómica con el Sol en relación con el amanecer del solsticio de verano y la puesta del sol del solsticio de invierno.

En el artículo, Magli y Belmonte refutan la teoría según la cual el monumento habría sido utilizado como un gigantesco calendario basado en los 365 días del año, dividido en 12 meses, con la inserción de un año bisiesto cada cuatro. Calendario idéntico al que Alejandrino, introducido más de dos milenios después, a fines del siglo I a. C., como una combinación del calendario juliano y el calendario egipcio.

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La construcción del monumento de Stonehenge estaría ligada a la conexión entre el más allá y el solsticio de invierno en las sociedades neolíticas.

Los autores muestran que esta teoría se basa en una serie de interpretaciones forzadas de las conexiones astronómicas del monumento, así como numerología cuestionable y analogías sin fundamento.

El análisis de los autores para refutar la teoría del calendario solar

Magli y Belmonte analizan en primer lugar el elemento astronómico: demuestran que el lento movimiento del Sol en el horizonte en los días próximos a los solsticios hace imposible comprobar el correcto funcionamiento del presunto calendario, ya que el aparato, formado por enormes piedras, debe ser capaz de distinguir posiciones muy precisas, en torno a menos de 1/10 de grado.

En segundo lugar, la numerología. Atribuir significados a los "números" de un monumento es siempre un procedimiento arriesgado: por ejemplo, en este caso, un "número clave" del supuesto calendario, el 12, no es reconocible en ningún elemento de Stonehenge.

En tercer y último lugar, los modelos culturales. La elaboración más temprana del calendario de 365 días más 1 está documentada en Egipto solo dos milenios después de Stonehenge (y entró en uso siglos después). Un traspaso y elaboración de nociones con Egipto que se produjo hacia el 2600 a.C, y que no tiene base arqueológica.

Entonces, ¿para qué servía Stonehenge?

El estudio concluye que el supuesto calendario solar neolítico de Stonehenge es sólo una construcción puramente moderna, con escasas bases arqueológicas, astronómicas y relacionadas a calendarios. Pero entonces, ¿para qué era Stonehenge? Como se mencionó antes, mostraba un interés simbólico de los constructores por el ciclo solar y tenía un significado de conexión entre el más allá y el solsticio de invierno.

Los autores explican que el calendario solar de Stonehenge es una hipótesis esencialmente moderna y con escasas bases arqueológicas.

“El monumento vuelve a su papel de testigo mudo del paisaje sagrado de sus constructores, papel que no resta valor a su extraordinario encanto”, concluyen los estudiosos Magli y Belmonte.