Lluvias intensas y suelos quemados, cóctel de consecuencias catastróficas

Reforestar tras un incendio no es buena idea, ya que el suelo queda desprotegido. Si, además, poco después se produce un evento de lluvias intensas, las consecuencias pueden ser desastrosas. Así podrían ser las próximas fechas en zonas quemadas.

Incendios y erosión del suelo
Los graves incendios que asolan España este verano están provocando una gran pérdida de suelo.

Está siendo un año negro en España en lo que respecta a los incendios. Según datos recientes del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS, European Forest Fire Information System), en lo que llevamos de 2022 se han producido 388 incendios forestales en nuestro país, quemándose una superficie de 286 418 hectáreas. Unas cifras muy llamativas y graves, si las comparamos con las de los años anteriores.

Para que nos hagamos una idea de lo que se ha perdido, se suele comparar una hectárea, que es un cuadrado de 100 metros por cada lado, con aproximadamente el terreno que ocupa un campo de fútbol. Lo que está sucediendo en 2022 cuesta mucho de asimilar.

El fuego ha ido dejando un gran rastro de destrucción en las últimas semanas en nuestros montes, y por ello en redes sociales se habla mucho de organizar encuentros para reforestar de forma inmediata lo que ha quemado el fuego. Sin embargo, esto es un error, y podríamos decir que es empezar la casa por el tejado.

Tampoco es buena noticia que llueva intensamente en terrrno calcinados, al contrario de lo que creen muchas personas. Nos encaminamos hacia el otoño, la época asociada habitualmente a las lluvias torrenciales, sobre todo en la vertiente mediterránea. Precisamente, en la Comunidad Valenciana se han producido los mayores incendios de los últimos días, en concreto los de Bejís y la Vall d'Ebo. Y un evento de precipitaciones intensas sería catastrófico para las zonas quemadas.

Suelo quemado = más escorrentía = mayor erosión

Tras un incendio forestal, casi toda la masa forestal acaba calcinada. Además del desastre que esto supone, hay varios peligros ocultos que está provocado por la desaparición de la capa o cubierta vegetal que cubría el terreno antes de producirse un incendio.

El suelo queda completamente desnudo, por lo que no hay nada que retenga el agua, que circula por cualquier sitio al no haber nada que la frene. Esto es lo que se conoce como escorrentía. Si se producen tormentas intensas o lluvias torrenciales, el agua correrá libremente. Además, se lava y pierde los nutrientes.

Esto sucede sobre todo en zonas de gran pendiente, provocando inundaciones en barrancos, torrentes o cualquier zona en la que el agua se abra paso. Algo que, a su vez, provoca otro problema: el agua agrava los procesos erosivos en estos casos al estar el terreno desprotegido.

Incendio en una montaña
En aquellas zonas quemadas en las que hay una gran pendiente, el agua corre a más velocidad al no haber nada que la frene, por lo que la erosión es mayor.

Además del problema que supone la erosión, también en estos casos el agua se lleva las semillas que hayan podido caer en el suelo, impidiendo la regeneración natural de la vegetación en las zonas en las que se produzca esto.

Un gran problema si llega al mar, ríos o acuíferos

También hay que tener en cuenta que, tras un incendio, el agua arrastra cenizas, metales pesados y toxinas causadas por el mismo. Y eso supone un gran problema si llega a los ríos, al mar o a un lago/embalse, ya que esas sustancias reducen el nivel de oxígeno en el agua y estimulan la proliferación de algas, lo que a su vez reduce aún más el oxígeno, arrasando con los peces y plantas de los ecosistemas fluviales por los que pasa.

En zonas en las que predomina la roca caliza puede filtrarse este agua a los acuíferos, que quedan contaminados, afectando al suministro y los cultivos que utilizan para regar estos embalses subterráneos. En definitiva, antes de reforestar hay que intentar sostener y aguantar el suelo durante un tiempo.

Primeras actuaciones en un suelo recién afectado por un incendio

En primer lugar, hay que evitar precipitarse, valorando qué se ha quemado, dónde y cómo. A partir de ahí, se debe reducir lo máximo posible la erosión, aguantar el suelo. Se puede empezar a reforestar, pero no de forma inmediata. Hay que esperar a ver cómo evoluciona la vegetación quemada y dejar pasar al menos uno o dos años para empezar a plantear posibles reforestaciones.

Tras un incendio, lo primero que hay que hacer es intentar aguantar el suelo, intentando reducir al máximo posible la erosión.

También es importante recordar que en cada lugar la recuperación del suelo en los primeros meses es diferente, en función de la severidad del fuego en el suelo, la precipitación anual y el uso de ese suelo. Preocupa sobre todo el segundo factor, ya que en otoño las lluvias suelen producirse aguaceros muy intensos en la vertiente mediterránea.