La escala de Beaufort: medir el viento como un marinero, observando el mar y los árboles

Esta escala, desarrollada en 1805 por el famoso comandante británico Francis Beaufort, sigue siendo la herramienta más válida para medir la velocidad del viento, tanto en el mar como en tierra.

Escala Beaufort
La escala de Beaufort clasifica la intensidad del viento en 12 grados (de 0 a 12), donde cada grado corresponde a una velocidad aproximada del viento y a efectos específicos observables.

La escala de Beaufort es una herramienta fascinante y atemporal, utilizada por marineros, meteorólogos y amantes de la naturaleza para medir la intensidad del viento en función de sus efectos visibles en el medio ambiente.

Esta escala fue ideada en 1805 por el famoso comandante británico Francis Beaufort. Esta escala empírica no se basa en instrumentos tecnológicos, sino en la observación directa de lo que el viento hace al mar, a los árboles y a los objetos circundantes.

Aún hoy, la escala de Beaufort es apreciada por su sencillez y rapidez, ya que permite a cualquiera estimar la fuerza del viento con un poco de atención y práctica.

La escala oficial del viento

La escala de Beaufort clasifica la intensidad del viento en 12 grados (de 0 a 12), donde cada grado corresponde a una velocidad aproximada del viento y a efectos específicos observables sobre el medio ambiente terrestre y marino.

La fuerza 0 representa una calma absoluta, mientras que la fuerza 12 indica un huracán con vientos devastadores. La genialidad de la escala reside en su universalidad: no se necesita un anemómetro para estimar el viento; basta con observar el mundo que nos rodea.

Cuando el viento se vuelve borrascoso, con fuerza de hasta 8-9, las olas se elevan, formando franjas blancas de espuma y rocío a lo largo de la dirección del viento.

Para los navegantes, que no siempre tenían acceso a instrumentos precisos, la escala Beaufort era una herramienta indispensable para navegar con seguridad, predecir el comportamiento del mar y adaptarse a las condiciones meteorológicas.

La escala fue adoptada oficialmente por el Almirantazgo británico en 1838 y, con algunas modificaciones, aún se utiliza. Cada grado de la escala está asociado a una descripción de los efectos del viento en el mar (para quienes navegan en alta mar) y en tierra (para quienes navegan en tierra firme).

¿Se puede medir la velocidad del viento observando el viento?

Para un marinero, el mar es un espejo que refleja la fuerza del viento. La escala Beaufort describe claramente cómo el viento moldea la superficie del agua, creando olas, ondas y espuma.

Cuando los vientos alcanzan fuerza 0-1, el mar (excepto en presencia de olas largas) permanece tan liso como un espejo, sin ondulaciones. No se percibe ni el más mínimo movimiento de aire. Cuando los vientos alcanzan fuerza 3 en la escala de Beaufort, unos 12-19 km/h, se forman pequeñas olas con crestas que empiezan a romper. La superficie del mar se ve agitada, pero sin espuma.

La escala de Beaufort describe cómo el viento interactúa con las hojas, las ramas y los objetos comunes, lo que facilita estimar su intensidad incluso sin estar en el mar.

Con fuerza 5-6, cuando el viento se intensifica, alcanzando velocidades de entre 30 y 49 km/h, las olas se hacen más grandes y sus crestas rompen formando espuma blanca. El mar empieza a agitarse.

Sin embargo, cuando el viento se torna tormentoso, con fuerza de hasta 8-9, las olas se elevan, formando franjas blancas de espuma y rocío a lo largo de la dirección del viento. En este caso, el mar se agita, incluso muy agitado.

En los casos más extremos, con vientos de fuerza 12 Beaufort, o velocidad de huracán, superiores a 118 km/h, el mar se agita, con olas enormes y visibilidad reducida debido a la espuma. Las olas pueden superar los 10-12 metros de altura, lo que dificulta, si no imposibilita, la navegación incluso para embarcaciones de gran tamaño.

Observando árboles para medir el viento

En tierra, los árboles y la vegetación ofrecen pistas igualmente valiosas para medir la velocidad del viento. La escala de Beaufort describe cómo el viento interactúa con las hojas, las ramas y los objetos comunes, lo que facilita estimar su intensidad incluso sin estar en el mar.

Con viento de fuerza 1 (brisa ligera, 1-5 km/h), las hojas de los árboles permanecen inmóviles, pero el humo de la chimenea se desvía ligeramente, indicando la dirección del viento. Con viento de fuerza 4 (viento moderado, 20-28 km/h), las hojas y ramas pequeñas se mueven continuamente, y puede levantarse polvo o papel fino.

Cuando el viento alcanza una fuerza de vendaval de 7 (viento fuerte, 50-61 km/h), árboles enteros se balancean y caminar contra el viento se vuelve difícil. Cuando alcanza una fuerza de vendaval de 10 (89-102 km/h), las ramas más grandes se rompen y los árboles más débiles pueden ser arrancados de raíz. Los efectos del viento son evidentes y destructivos.

Con fuerza 12 (huracán, >118 km/h), se derriban árboles y el paisaje sufre daños considerables. El viento es una fuerza destructiva.

Un truco para quienes no lo saben es observar el movimiento de las hojas y las ramas. Por ejemplo, si las hojas tiemblan ligeramente y las ramas más delgadas se balancean, hablamos de una fuerza del viento de alrededor de 3 o 4. Si árboles enteros se doblan y se oye un fuerte silbido entre las ramas, el viento podría alcanzar una fuerza de 7 o superior.

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