Historia inconclusa del iceberg que amenaza a las Georgias del Sur

En julio de 2017, el gigantesco iceberg A-68A se desprendió de la plataforma de hielo Larsen C, en la península Antártica. Tras discurrir casi 3 años junto a su costa oriental, a principios de 2020 salió a mar abierto y empezó a dirigirse hacia las Georgias del Sur, donde está a punto de llegar.

El iceberg A-68A en mar abierto
Imagen del iceberg A-68A captada por el satélite Sentinel-1 del programa europeo Copernicus el 5 de julio de 2020, cuando se adentró por las aguas del Atlántico Sur, tras haber estado casi 3 años en el mar de Weddell, en las inmediaciones de la península Antártica. © ESA

Desde hace unos días, se sigue con gran interés el acercamiento del gigantesco iceberg A-68A al archipiélago de las Georgias del Sur, en el Atlántico Sur, tras un largo periplo de casi tres años y medio, desde que se desprendió de la plataforma Larsen C, en la península Antártica. Mientras escribo estas líneas, la menor distancia que separa esa gigantesca mole de hielo de la isla de San Pedro (la mayor del citado archipiélago) es de apenas 85 km, y si sigue aproximándose algo más, quedará, previsiblemente, varado, al encajarse su base con el fondo de la plataforma oceánica situada a unos 250 m de profundidad, que son los metros que se estima que se extiende el iceberg por debajo de la superficie del mar.

A la espera de conocer el posible desenlace de ese largo viaje a la deriva, a merced de las corrientes marinas y los vientos en el llamado “camino de los icebergs” (una especie de corredor por el que suelen deambular los icebergs antárticos que se desprenden de la costa oriental de la península Antártica, en el mar de Weddell), merece la pena recordar cómo ha llegado hasta allí, cómo ha sido su periplo y qué consecuencias podría tener el encallamiento del iceberg frente a las costas de las Georgias del Sur, principalmente en su rica fauna local, ya que allí se localizan algunas de las mayores colonias de pingüinos del mundo.

El trayecto del iceberg A-68-A
Distintas posiciones alcanzadas por el iceberg A-68 tras desprenderse de la plataforma de hielo Larsen C, en la península Antártica, el 12 de julio de 2017. En azul aparece el histórico de trayectorias de icebergs, reconstruidas a partir de los datos de los satélites ERS-1 y ERS-2 de la Agencia Espacial Europea (ESA), y de la base de datos de icebergs antárticos. © ESA

A pesar de las bajas temperaturas reinantes (sin llegar a los valores extremos del interior del continente blanco), la península Antártica es una de las regiones del mundo donde el calentamiento global está alcanzando una mayor magnitud. Dicha circunstancia está provocando una mayor fragilidad de las grandes plataformas de hielo situadas en su parte oriental, la aparición de profundas grietas y la rotura de grandes fragmentos de esos gigantescos campos de hielo que, partiendo de tierra firme, se adentran en el mar de Weddell. Ocasionalmente, se desgajan enormes porciones de las citadas plataformas, que es justamente lo que ocurrió el 12 de julio de 2017 en la plataforma Larsen C. El iceberg tabular resultante alcanzó casi los 6.000 km2 de superficie.

Un lento inicio de viaje

Hace justamente cuatro años (en noviembre de 2016), los satélites comenzaron a observar la enorme grieta que comenzaba a abrirse en la plataforma Larsen C, que con el paso de las semanas y los meses, fue extendiéndose y profundizándose hasta que finalmente, en la fecha antes apuntada, un gigantesco iceberg, bautizado como A-68 por el Centro Nacional de Hielo de los EEUU, se desgajó. El gigantesco “mordisco” redujo en un 12% la extensión de la citada plataforma Larsen C. En ese momento, en pleno invierno austral, estaba rodeado por la banquisa (hielo marino flotante) que cubría el mar de Weddell, salpicada por muchos otros icebergs, pero de menor tamaño, no permitiéndole apenas movilidad.

El iceberg A-68A y las Georgias del Sur
Imagen captada por el satélite Sentinel-1 del programa europeo Copernicus del pasado 9 de diciembre de 2020, donde se observa el gigantesco iceberg A-68A en las cercanías del archipiélago de las Georgias del Sur, cuyo sector norte aparece en la parte superior de la derecha. Imagen de la ESA procesada por Iban Ameztoy.

Aunque la prensa en ese momento llegó a calificar al A-68 como el iceberg más grande jamás documentado, lo cierto es que a finales de marzo del año 2000 se desprendió uno mucho mayor –de 11.000 km2– en el mar de Ross: el iceberg B-15, si bien con el paso del tiempo, se fue fracturando en otros más pequeños, el mayor de los cuáles (el B-15A) tenía un tamaño comparable al actual. Al poco de desprenderse el A-68, perdió un trozo mucho menor (A-68B). El iceberg resultante pasó a llamarse A-68A y como tal ha seguido evolucionando hasta ahora, sin apenas disminuir de tamaño, lo que ha sorprendido a los científicos. Únicamente, en su desplazamiento por el Atlántico Sur, ya en mar abierto, se desprendió un trozo algo mayor (el A-68C) la pasada primavera (otoño austral).

No fue hasta el pasado invierno (verano austral) cuando el gigantesco iceberg tabular (de unos 40 metros de altura sobre el nivel del mar y 250 m bajo el agua) salió a mar abierto. Tal y como podemos ver en la figura que acompaña estas líneas, durante dos años y medio el A-68-A apenas se separó de la costa oriental de la península Antártica, desplazándose muy despacio hacia el norte. Los hielos flotantes del mar de Weddell lo mantuvieron prácticamente aprisionado el primer año y medio, siendo a partir de ese momento cuando en su lento desplazamiento hacia el norte empezó a rotar en sentido antihorario. No obstante, fue a principios de este año cuando definitivamente aceleró su marcha, siguiendo el “camino de los icebergs”.

Directo hacia las Georgias del Sur

Gracias a los satélites que monitorizan el casquete polar antártico, hemos ido siguiendo la ruta del iceberg, que desde el pasado mes de julio enfiló hacia las Georgias del Sur. Tal y como hemos comentado, se encuentra ya a menos de 100 km de esas islas y la probabilidad de que finalmente quede varado en las cercanías de las costas occidentales de la isla de San Pedro, es alta; a la espera de ver su evolución inmediata, a corto plazo, y si las corrientes marinas lo desvían in extremis. Los científicos temen que el previsible impacto o encallamiento del iceberg pueda suponer un duro revés para las grandes colonias de pingüinos, focas y albatros que viven en la isla, ya que el nuevo vecino de hielo alteraría el ecosistema marino y eso podría suponer una falta de alimento para todos esos animales. Pronto conoceremos el desenlace.