El misterio de las 9 llamas eternas. Así es el fuego natural que nunca se apaga

Mientras los científicos siguen investigando cómo y por qué algunas nunca se apagan, estas llamas siguen encendidas, recordándonos que bajo nuestros pies la tierra guarda secretos que aún no conseguimos descifrar.

La de Nueva York es una de las nueve llamas que nunca se apaga. Un fuego natural que surge del subsuelo y que ha inspirado leyendas y rituales durante siglos.

Hay llamas que no obedecen a fósforos ni a mecheros, que no las prende el ser humano, pero tampoco las logra apagar el viento ni la lluvia. En distintos rincones del planeta, existen fuegos naturales que arden sin descanso desde hace décadas, siglos o incluso milenios, convirtiéndose en un misterio geológico y cultural.

Donde la tierra arde para siempre: el secreto de las llamas eternas

Son conocidas como llamas eternas, y de las decenas documentadas en el mundo, solo nueve mantienen las condiciones para seguir encendidas de forma continua.

El origen de estas llamas está en el subsuelo. Allí, los movimientos de la corteza terrestre y la descomposición de materia orgánica generan reservas de gas metano, hidrocarburos o carbón que escapan a la superficie a través de grietas o filtraciones.

Cuando una chispa natural (un rayo, la fricción de rocas o incluso un incendio forestal) prende estos gases, el resultado es un fuego que puede mantenerse activo durante años, siempre que la fuga siga alimentándolo.

Lo que sorprende a los científicos es que, aunque se han identificado decenas de lugares con fugas de gas, no todas logran mantener una llama constante.

Aunque hay decenas de ellas, lo cierto es que solo nueve cuentan con el equilibrio perfecto de condiciones geológicas y atmosféricas para convertirse en verdaderos faros de fuego perpetuo.

¿Por qué son sólo nueve llamas?

La razón de que existan nueve llamas eternas reconocidas está en la combinación de tres factores. El primero, una fuga de gas constante, seguido de un entorno donde el fuego no sea sofocado fácilmente, y finalmente, una chispa inicial que nunca se apaga del todo.

Muchas filtraciones de metano arden por unos días y luego se extinguen. En cambio, otras quedan ocultas bajo tierra sin llegar a encenderse. Estas nueve excepciones representan una rareza natural que sigue despertando preguntas entre los expertos y fascinación entre viajeros y curiosos.

La llama eterna de Nueva York que intriga a científicos y visitantes

Uno de los ejemplos más enigmáticos se encuentra en el Chestnut Ridge Park, cerca de Buffalo, en el estado de Nueva York. A simple vista parece una cascada común, rodeada de árboles y senderos. Pero si se observa con atención, en una cavidad detrás del agua, se distingue una pequeña llama naranja que brilla día y noche.

Los geólogos han determinado que este fuego se alimenta de una fuga de gas natural atrapado en areniscas antiguas. Lo curioso es que, a diferencia de otros lugares donde el metano fluye en grandes cantidades, en Chestnut Ridge el suministro es débil y discontinuo.

Según la lógica, esa llama no debería estar encendida. Pero lo está, desde hace décadas. Algunos científicos creen que la composición única de las rocas ayuda a liberar suficiente gas para sostenerla.

Las otras ocho llamas eternas del mundo

Más allá de Chestnut Ridge, el mundo alberga otras llamas eternas que sorprenden por su historia y persistencia. En Irak arde Baba Gurgur, conocida como “El Padre de Todos los Fuegos", está activo desde hace más de 4.000 años y citado incluso en relatos bíblicos.

En Turquía, el Monte Quimera y las llamas de Yanartaş llevan más de dos milenios iluminando laderas y dando origen a mitos griegos sobre monstruos que escupían fuego.

En Pakistán, la llama de Jiwani se ha convertido en un símbolo de resistencia y memoria colectiva.

India aporta dos ejemplos curiosos. Por un lado, la sagrada llama del Templo de Jwala Ji, venerada como manifestación de la diosa Durga, y por otro, el Amar Jawan Jyoti en Nueva Delhi, encendido en 1971 en honor a soldados caídos.

Están en prácticamente todos los continentes, pues África también tiene su fuego perpetuo en el Parque Nacional Murchison de Uganda, donde una cueva alberga una llama alimentada por metano. Finalmente, en Pensilvania, junto al lago Erie, otra pequeña llama arde discretamente desde hace décadas.

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