Del silencio de la nieve al ruidoso impacto del granizo: un meteorólogo aclara cuáles son los motivos

Una de las singularidades de la nieve es el silencio característico al que da lugar, mientras que el granizo genera una amplio espectro de sonidos, desde un ligero repiqueteo hasta un golpeteo violento e intenso.

La presencia de nieve recién caída en un paraje natural como un bosque, viene siempre acompañada de un llamativo silencio ambiental.

Dentro de la gran variedad de hidrometeoros que existen y ciñéndonos a los que precipitan de las nubes, la nieve y el granizo son los más comunes. Su naturaleza es muy distinta, como también lo son los efectos sonoros que provocan y que son antagónicos. A ellos dedicaremos este pequeño artículo. Mientras que la nieve da lugar a un silencio sepulcral, el granizo genera un sonido característico, que a veces se convierte en un ruido intenso que nos genera ansiedad.

Resulta en cierto modo paradójico que dos tipos de precipitación constituidas por la misma sustancia (hielo), que tiñen el suelo de color blanco y transforman el paisaje de manera parecida (eso sí, sin mirar desde muy cerca, en cuyo caso las diferencias empiezan a manifestarse), no suenen de forma análoga al caer y acumularse en el suelo. Sus diferentes características morfológicas explican esa disparidad en los sonidos que asociamos a cada uno de ellos.

Un absorbente acústico perfecto

Seguro que en más de una ocasión le ha llamado la atención la calma y el silencio que se percibe durante una nevada y algún tiempo después de haber finalizado la misma. Son dos las causas principales que explican el porqué de dicha circunstancia, debidas a la morfología de la nieve, tanto de los copos en su caída, como del manto nivoso que va depositándose sobre el terreno.

Copos de nieve
Los copos de nieve en su caída limpian el aire de impurezas, atrapando partículas en suspensión que actúan como amplificadores de los sonidos.

No existe un único tipo de copo. En una nevada se intercalan copos grandes y esponjosos con otros mucho más pequeños y compactos, similares a la caspa. Lo normal es que dominen unos sobre otros, que es lo que caracteriza cada nevada y hace que sea única. Un copo de nieve típico es una amalgama de cristalitos de hielo hexagonales de tamaño microscópico.

En su caída forman pequeños tirabuzones y van atrapando partículas que hay flotando en el aire y que actúan como amplificadores de los sonidos, por lo que, al limpiar el aire de impurezas, la nevada contribuye a reducir el ruido ambiental.

Por otro lado, la capa de nieve que se acumula sobre el suelo es muy porosa; está llena de huecos de aire en su interior, lo que hace que sea un absorbente del sonido muy eficaz, similar al corcho con el que forran las paredes de un estudio de grabación. Las ondas sonoras que inciden sobre la nieve son absorbidas en su mayoría, sin apenas rebotes. El resultado es ese silencio sepulcral que, además, se ve potenciado por el parón de actividad de los animales del bosque o del monte, que permanecen a resguardo.

El ruidoso impacto de los granizos

A diferencia de lo que ocurre con la nieve, el granizo está formado por hielo compacto, lo que tiene como principal consecuencia una velocidad de caída mucho mayor, pudiendo, además, alcanzar en ocasiones un tamaño considerable. Estos factores son determinantes en la generación del ruido de este hidrometeoro al impactar contra cualquier obstáculo que se interponga en su camino desde la nube hasta la superficie terrestre.

El granizo se forma principalmente por acreción, a partir de las gotas de agua superenfriadas presentes en el interior de nubes de gran desarrollo vertical. Las citadas gotas al impactar entre ellas se congelan al momento y van formando los embriones de hielo sobre los que van creciendo los granizos.

Cada bola de granizo alcanza una velocidad límite, con la que llega abajo en el momento del impacto. Mientras que uno de 0,5 cm de diámetro alcanza el suelo a unos 50 km/h, uno de 2 cm roza los 100 km/h y uno de 4 cm (como una pelota de ping pong), alcanza los 130 km/h. Para mantener en el aire granizos de 5 centímetros se precisan unas velocidades verticales ligeramente superiores a los 140 km/h.

Granizos
Las granizadas provocan un fuerte sonido como resultado del impacto violento de los granizos sobre el terreno y los elementos de la vegetación, como las hojas y ramas de los árboles, que pueden llegar a romper.

El límite entre un granizo de tamaño normal y uno grande podemos situarlo en torno al centímetro de diámetro (10 mm), más o menos como un guisante. A los granizos mayores de 2 cm de diámetro se les suele llamar pedrisco, y comienzan a ser una seria amenaza para los cultivos, el mobiliario urbano, los vehículos estacionados a la intemperie, e incluso para nuestra propia integridad física, aparte de ser ruidosos.

El sonido del granizo al caer es una de sus señas de identidad. Si los granizos son pequeños, lo percibimos como una especie de tamborileo o repiqueteo, que es el resultado de los impactos de las bolitas de hielo sobre las superficies de los tejados, la vía urbana o los vehículos. La intensidad del sonido es considerablemente mayor con el pedrisco que dejan las fuertes granizadas; en tales casos, las piedras de hielo son de gran tamaño, impactan a velocidades mucho mayores y el resultado sonoro son como golpes secos y resonantes, de elevada intensidad.

A diferencia del sonido de la lluvia intensa al caer, que se concentra en un rango de frecuencias concreto (entre los 5 y los 15 kHz) y es relajante, el sonido de una fuerte granizada es un ruido blanco, lo que significa que contiene todas las frecuencias del espectro sonoro audible por los seres humanos (entre los 2 y los 20 Khz). La razón de esto último reside en la diversidad de elementos sobre los que impacta violentamente, como las hojas y ramas de los árboles, arbustos y cultivos, que quedan seriamente dañados.

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