¿Cómo estará el mundo en 2050?

Si no tomamos ninguna medida frente a la amenaza latente del cambio climático, el ambiente estará tan alterado que para el año 2050 nuestra vida cotidiana podría resultar perturbadora. Veamos cómo sería ese escenario, y otro totalmente contrapuesto.

Cambio climático 2050
"Necesitamos una reducción del 50% en la emisión de GEI para 2030, otro 50% para 2040, otro 50% para 2050”, dice Rivett-Carnac, si logramos ese objetivo el mundo en 2050 será muy diferente.

¿Cómo se vería la vida en el 2050, si no hacemos nada para frenar el cambio climático? Esa es una pregunta que intentan responder la mayoría de los científicos especialistas en el clima. Las respuestas muestran escenarios futuros muy complicados para nuestro confort, en algunos casos hasta catastróficos. Si no se avanza en la desaceleración de los gases de efecto invernadero (GEI) para mitigar el cambio climático, la vida cotidiana en nuestro planeta resultará bastante complicada.

Supongamos que es el año 2050 y no hemos hecho nada para frenar el calentamiento global. El cambio climático finalmente se ha cumplido con el peor de los casos y el aire está contaminado y te hace toser, hasta tal punto que debes comprobar la calidad del aire incluso antes de abrir una ventana. Cuando sales a la calle te lloran los ojos, tienes que usar una máscarilla para protegerte de la contaminación e incluso algunos días el nivel es tan alto que necesitas una máscara de alta tecnología (en caso de que puedas pagarla, claro).

Además, dependiendo de dónde vivas, la temperatura puede llegar a los 60 ºC durante más de un mes al año. En los baños públicos hay que pagar para usar el agua. Todo esto tiene un coste mental por vivir en un mundo que se siente como una carrera de obstáculos peligrosa.

Estos, y varios detalles más, aparecen descriptos por Karen Christiana Figueres Olsen y Thomas Charles Rivett-Carnac (dos arquitectos clave del Acuerdo de París) en su libroEl futuro que elegimos: la guía del optimista obstinado para el crisis climática, donde intentan contar cómo se vería la vida en la Tierra, si no se avanza con las medidas para mitigar los fuertes cambios que se vislumbran.

Christiana Figueres, antropóloga, economista y analista costarricense, fue nombrada el 17 de mayo de 2010 como secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Tom Rivett-Carnac es cabildero político de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, y autor de la política de cambio climático.

Dos futuros diferentes

Existe un debate entre los expertos del clima a la hora de establecer cómo será la situación para 2050, ya que algunos elementos podrían ser más probables que otros. Por ejemplo, Peter Smith, profesor de suelos y cambio global en la Universidad de Aberdeen, Escocia, explica que "la contaminación del aire y las emisiones que causan el cambio climático van de la mano, por lo que una menor acción sobre el cambio climático significará una peor calidad del aire”. Eso sí, indica que es discutible si el estado del aire empeorará tanto como para que las personas deban usar máscaras en 2050".

Si bien ya estamos viendo algunos movimientos positivos para la disminución de emisiones de GEI, aún estamos muy lejos del objetivo y hay mucho más por hacer. De todas maneras, tal situación extrema propuesta por Figueres y Carnac “no está fuera del ámbito de una posibilidad en el peor de los casos en el que nos negamos, como civilización, a tomar medidas significativas sobre el clima”, dice Michael E. Mann, profesor de ciencias de la atmósfera en Penn State y director del Penn State Earth System Science Center. Si podemos descarbonizar nuestra economía rápidamente hasta casi cero para mediados de siglo, podemos mantener un planeta habitable y una economía vibrante al mismo tiempo, adujo Mann.

De hecho, para evitar este futuro, el mundo debe reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la mitad cada década a partir de ahora, según Figueres y Rivett-Carnac. De hecho, "necesitamos una reducción del 50% en la emisión de GEI para 2030, otro 50% para 2040, otro 50% para 2050”, dice Rivett-Carnac. Si logramos ese objetivo el mundo en 2050 será muy diferente.

En ese futuro ideal con los objetivos cumplidos, las calles de la ciudad tendrán más árboles y menos automóviles, y los estadounidenses podrán viajar a través de ferrocarriles eléctricos de alta velocidad, incluso el aire estará “más limpio que desde antes de la Revolución Industrial”, escriben los autores. En lugar de combustibles fósiles, los países dependerán de la energía renovable (geotérmica, eólica, solar e hidráulica), según explican Figueres y Rivett-Carnac en su libro. Por otro lado, la inteligencia artificial en máquinas y electrodomésticos los hará más eficientes energéticamente.

Futuro o utopía

Los autores del libro describen un 2050 con cambios que cuestan imaginar, pero que muchos colegas coinciden en que podría ser real, no solo un sueño o anhelo. Describen un escenario en dónde la gente dejaría de comer carne y lácteos, y a los niños pequeños les costaría creer que solíamos matar animales para alimentarnos.

Según Figueres y Rivett-Carnac, con mucho optimismo explican en su libro, que la gente comerá productos de origen local de granjas comunitarias, en lugar de comprar en grandes tiendas de comestibles, donde todo debe enviarse a grandes distancias para llegar a las góndolas del supermercado.

Claro que la dicotomía entre las versiones de 2050 de Figueres y Rivett-Carnac es cruda e impresionan, y justamente ese es el punto. “Nuestro futuro no está escrito, será moldeado por quienes elijamos ser ahora”, dicen.