¿Agudiza la primavera nuestros sentidos?

La primavera es la estación del despertar. Altera nuestra sangre, pero también algunos de nuestros sentidos. ¿Sabes cuáles y por qué?

Los olores tienen una conexión casi instantánea con las emociones.
Los olores tienen una conexión casi instantánea con las emociones.

¿Te sientes diferente en primavera? ¿Más activo? ¿más cansado? o quizás ¿con “superpoderes”? Tras el letargo invernal, mundo animal y vegetal comienzan a despertar y también los humanos, que experimentamos cambios de los que probablemente no seamos ni conscientes.

Nunca descansa, el 80 % del sabor depende de él, todos tenemos una huella diferente, salvo los gemelos idénticos, nos traslada en el tiempo y con la edad se va perdiendo. Sí, el olfato es uno de los sentidos que se puede modificar con la llegada de la primavera.

Lo cierto es que la primavera tiene sus propios olores. Tras las lluvias del invierno -este año algo escasas- árboles, arbustos y plantas llenan de color y olor el ambiente. A ello, se le suma la humedad propia de las tormentas de la estación y las elevadas temperaturas que empezamos a registrar en esta época. El ascenso de las temperaturas favorece la evaporación y a mayor vapor de agua presente en el ambiente, más opciones para que las diferentes moléculas lleguen hasta nuestra nariz. Por tanto, a mayor humedad, mayor transmisión de olores así que se puede afirmar que la primavera es una estación que potencia y favorece la transmisión de olores.

Los olores de la meteorología

Algunos fenómenos meteorológicos tienen olores característicos y sin lugar a duda el olor a tierra mojada ocupa el primer puesto. Un olor reconocible por todos y que es rápidamente percibido tras un buen chaparrón. Este olor tiene incluso nombre propio: petricor.

El término fue acuñado por geólogos australianos en los años 60 que lo definieron como “el olor que deriva de un aceite exudado por ciertas pantas durante un periodo de sequía”. El aceite desprendido va a parar a las rocas, impregnando principalmente las más porosas, como las sedimentarias. Se cree que las plantas pierden estos aceites para proteger las semillas. Al entrar en contacto con el agua de lluvia, el aceite es liberado junto a la geosmina, que es el resultado metabólico de algunas cianobacterias. Este proceso es, por tanto, el que deja ese característico olor tras las precipitaciones de primavera.


El petricor es más perceptible en áreas desérticas cuando llega un periodo de lluvias.
El petricor es más perceptible en áreas desérticas cuando llega un periodo de lluvias.

Cuando las precipitaciones van acompañadas de tormenta, el olor que percibimos entonces es el del ozono. Las descargas eléctricas descomponen los átomos de nitrógeno y oxígeno y forman moléculas de óxido nítrico y ozono.

Se cree que el hecho de que nos guste el olor a tierra mojada tiene que ver con nuestros antepasados, ya que la lluvia era sinónimo de vida y supervivencia. El olfato les advertía de los peligros y hacía que reaccionaran de forma rápida. Sin embargo, esta predilección por el olor a tierra mojada también tiene una conexión con lo positivo, ya que estamos programados para buscar el placer. Los camellos, por ejemplo, se ayudan de la geosmina para rastrear la presencia de agua en medio del desierto.