¿Pueden realmente los animales presentir la ocurrencia de ciertos fenómenos naturales?

Desde hace algún tiempo los científicos han venido convenciéndose con mayor vehemencia que algunos animales pueden presentir, con suficiente anticipación, la ocurrencia de ciertos eventos que pueden resultar catastróficos para todos los seres vivos.

¿pueden Realmente Los Animales Presentir La Ocurrencia De Ciertos Fenómenos Naturales?

Nota de la RAM. En la revista hemos tratado este tema en otros trabajos similares. Ver por ejemplo:

Meteorología popular: LA PREDICCIÓN DEL TIEMPO CON “BARÓMETROS VIVIENTES”. Sanguijuelas, ranas y misgurnos, predictores caseros del tiempo en los siglos XVIII –XIX. Carmen Gozalo. RAM 4 Octubre 2002.

Desde hace algún tiempo los científicos han venido convenciéndose con mayor vehemencia que algunos animales pueden presentir, con suficiente anticipación, la ocurrencia de ciertos eventos que pueden resultar catastróficos para todos los seres vivos. De hecho, ya son innumerables los casos comprobados en los que los animales han adoptado ciertas conductas, nada corrientes, frente a la inminencia de terremotos, inundaciones, incendios o tormentas eléctricas.

Por ejemplo, se ha observado que animales domésticos como las aves, los gatos, los perros y el ganado en general, parecen sentirse inusualmente nerviosos y tensos, justo momentos antes de ocurrir un temblor o terremoto. Es más, en ciertos casos, e incluso hasta con días de anticipación, se ha observado que las cucarachas abandonan sus escondites de manera precipitada antes de un fuerte temblor. Lo mismo parece que ocurre con otros insectos como las hormigas, por ejemplo. Recordemos además el viejo dicho marinero de que las ratas abandonan el barco justo cuando presienten que este se va a ir a pique.

¿Cómo puede ser esto posible? La verdad es que aún no se conoce a ciencia cierta el mecanismo fisiológico que les permite a estos animales prever tales eventos. Sin embargo, sabemos que el ser humano ha venido perdiendo ciertas capacidades sensitivas, en la medida en que muchas de sus tareas se han vuelto cada vez más rutinarias, mecánicas y realizadas por máquinas. Es más; según el punto de vista de algunos científicos, la telepatía es un don que está presente en casi todos los animales, pero que el hombre perdió cuando desarrolló el habla.

En el caso de los terremotos, hoy sabemos, gracias a los estudios hechos por los científicos y con base en los datos de los sismógrafos, que pequeños tremores anteceden siempre a un terremoto, los que no son percibidos por ninguno de nuestros cinco sentidos, aunque según parece sí son captados por los demás animales, lo cual causa en ellos ese estado de alarma y malestar. En este sentido, resultaría formidable que la ciencia de la sismología diera un poco más de atención a esta otra potencial rama de la predicción de eventos telúricos, realizando estudios más cerrados sobre el comportamiento de los animales en los momentos pretéritos al evento ¡Cuántas vidas podrían salvarse en todo caso con la ayuda de nuestros siempre incondicionales amigos los animales!

Por otra parte, son muchos los animales que pueden presentir la llegada de las lluvias, las tormentas, las inundaciones y las tormentas eléctricas. El ganado vacuno por ejemplo, en ciertas ocasiones suele tenderse ante la inminencia de una tormenta eléctrica. Es posible que a través de sus cuernos, estos animales puedan captar las descargas primarias o parásitos eléctricos que anteceden a las potentes descargas eléctricas. Sin ir más lejos, al sintonizar un radio en AM justo antes de una tormenta, escuchamos bastante interferencia: ello es producto de tales parásitos eléctricos.

El ganado vacuno puede ser sensible a la presencia de las tormentas en la lejanía

En el centro de investigación de Las Gaviotas, en El Vichada (Colombia), un excelente entomólogo ya fallecido, señor Rafael Cortés, estudiando el comportamiento matutino de las abejas podía predecir, no sólo la ocurrencia de lluvias, sino, asombrosamente, la hora de las mismas con una pasmosa precisión. Lamentablemente el señor Cortés parece que no dejó nada escrito y sus valiosos estudios y descubrimientos se marcharon con él a la tumba.

En cierto pueblo de Estados Unidos, la emisora local basa su pronóstico del tiempo en el comportamiento de unas cabras que suelen pastar en una colina cercana al pueblo. Si las cabras están en la mañana en la parte alta de la colina, con seguridad no lloverá. Si están a media montaña, son posibles algunas lluvias ligeras. Mientras que, si se encuentran en la parte baja de la colina, se producirán lluvias fuertes. Por supuesto, el pronóstico del tiempo en ese sitio es conocido como “el pronóstico de las cabras”. El acierto en este caso específico es muy alto. ¿Cómo pueden estos animales presentir tal o cual fenómeno atmosférico? La respuesta sigue siendo un misterio. Quizá ciertos sensores biológicos totalmente desconocidos hasta ahora para nosotros, sean la clave de tan acertadas predicciones.

De cualquier manera, cuando de prever ciertos eventos de carácter probabilista se trata, como pronosticar el tiempo por ejemplo, bien vale la pena echar mano de cuanta herramienta tengamos a mano, incluso del estudio del comportamiento de los animales. Así mismo, resultaría muy saludable recurrir también a nuestros siempre sabios por naturaleza, campesinos. Ellos tienen un elevado conocimiento pragmático de la naturaleza y su comportamiento. De hecho, muchos de nosotros somos testigos de la sabiduría de nuestros indígenas para curar ciertas enfermedades, y para prever los cambios climáticos y otros acontecimientos de la naturaleza igualmente importantes para su supervivencia.

Voy a citarles un sencillo ejemplo de cómo pueden ayudarnos algunos animales, a predecir el posible estado futuro del tiempo en nuestra siempre complicada atmósfera tropical: cuando en la mañana uno observa a aquellos desprestigiados, difamados y tantas veces maltratados gallinazos, chulos, zopilotes, guales o buitres americanos, dando vueltas en círculos y a grandes alturas, es porque estos están aprovechando las térmicas o movimientos convectivos de masas de aire que ascienden por efecto del calentamiento matutino, para planear como cualquier planeador, y poder así detectar desde tales alturas algún cadáver en descomposición. Si estas térmicas o convecciones de masas de aire están prevaleciendo sobre las advecciones, y si se cuenta con una atmósfera con una humedad superior al 60% por lo menos, podremos prever, con una alta probabilidad, que se tendrán fuertes lluvias y tormentas eléctricas durante las horas de la tarde. Si las térmicas no son muy importantes, veremos a nuestros gallinazos volar más bien bajo y sin realizar prácticamente vuelos en círculos.

Los buitres y otras aves planeadoras saben buscar los lugares con térmicas para hacer más eficientes sus vuelos.

Ni qué decir del caso de las golondrinas y otras aves de pequeñas dimensiones corporales. Parece que estos agraciados animalitos son muy sensibles a los cambios de presión, razón por la cual deben bajar o subir, según las circunstancias, y al igual que lo hace un avión con base en el ajuste altímetro, para lograr estabilizar su frágil metabolismo interno. No sin razón la sabiduría popular suele asociar a estas avecillas con la presencia inminente de lluvias. Otros animales, por el contrario, posiblemente pueden detectar cambios en la humedad del aire, lo que les podría alertar sobre la llegada de la temporada de apareamiento, por ejemplo. Los escarabajos, las termitas y otros insectos, quizá obedezcan a este patrón meteorológico.

La hibernación, mecanismo biológico utilizado por muchos animales para sobrellevar las duras condiciones del invierno, es un proceso que todavía no se logra explicar con suficiencia por parte de los científicos ¿Cómo saben los animales que la utilizan cuándo entrar y salir de ese estado cataléptico? ¿Qué mecanismo o patrón de la naturaleza les indica a las aves migratorias el momento de partir en sus largos viajes hacia otros lugares del planeta con clima más benigno? Hasta el presente, cualquier tipo de explicación a estos comportamientos no es del todo completa, y más bien se sitúa en el plano de la mera especulación.

Por supuesto, ni más faltaba que el ser humano estuviese exento de notar algunos cambios en su metabolismo ante ciertos eventos atmosféricos. Algunas personas suelen experimentar dolores articulares, musculares o de cabeza, ante la presencia de altas presiones, o cuando se presentan cambios bruscos de temperatura y humedad del aire que pueden desembocar en lluvias fuertes y tormentas eléctricas. Ciertos accesos de asma están altamente relacionados con la cantidad de vapor de agua presente en la atmósfera; la humedad resulta pues mortal para un asmático. Es más: parece que algunos estados depresivos o de euforia descontrolada, están fuertemente condicionados por las condiciones atmosféricas reinantes o por venir.

Sea cual fuere la razón de todos estos casos citados anteriormente, lo verdaderamente importante es que la ciencia debe volver los ojos hacia esta directriz de investigación, toda vez que, según lo que se ha podido determinar hasta la fecha, nuestros siempre fieles amigos los animales podrían echarnos una mano valiosa en la predicción de muchos de estos fenómenos, los que hasta la fecha no pueden ser previstos con la certeza ni antelación suficientes, como para reducir a su mínima expresión las pérdidas en bienes y vidas humanas y animales.

Esta entrada se publicó en Reportajes en 20 Ago 2013 por Francisco Martín León