Sevilla mirando al cielo

Antonio Vázquez Sánchez, AEMETtrabazo1066(arroba)gmail.comPalabras clave: Semana Santa, Sevilla, temperie, lluvia.Nota al lector. El lector debe situarse en un momento antes en el tiempo de la Semana Santa de Sevilla de 2010, cuando el autor escribió este artículo.

Se trata de, aprovechando que las jornadas se celebran en Sevilla y en unas fechas en que está próxima la Semana Santa (“ya huele a Semana Santa” ) presentar unas anécdotas provocadas o relacionadas con la lluvia en la Semana Santa de Sevilla, sin ninguna pretensión meteorológica sino más bien una expresión de emoción y sentimiento de un sevillano hacia algo que es una nota definitoria de la personalidad de Sevilla, ya que las cofradías son elementos fundamentales en la memoria colectiva de la ciudad.

El título está copiado de una portada del ABC de Sevilla que vi el Sábado de Pasión de 1989 y que, a pesar de la posible escasa originalidad y que pueda ser tildado de cursi, refleja excelentemente la preocupación  que provoca  en los sevillanos la presencia de la lluvia durante la Semana Santa

Frases sobre la importancia que los sevillanos damos a nuestra Semana Santa

Existe un número ingente de frases acerca de la Semana Santa de Sevilla, unas laudatorias, la mayoría llenas de sentimiento y una escasa minoría (supongo) críticas. Hay muchas personas que podrían hacer una selección mejor que la mía pero, aunque no sea el tema central aparente de este asunto, voy a entresacar algunas que reflejan muy ajustadamente mi pensamiento y están escritas por personas con un bagaje cultural mucho más amplio que el mío y del cual me aprovecho. Además voy a añadir unos comentarios porque creo que, a pesar de ser una muy corta selección (los lectores me recriminarían si fuese todo lo extensa que yo desearía) , las ideas que expresan están relacionadas.

José Blanco White: Cartas de España 1822

“La Semana Santa constituye el principal orgullo de ésta ciudad (Sevilla)”

Blanco fue un ilustrado de fines del XVIII y es de esperar que su ideas sobre la Semana Santa fuesen críticas, pero expresa una verdad.

Joseph Peyré: La Passión selon Séville 1953

“La Semana Santa (de Sevilla) no se hace para el visitante, ella no les pide su voto. Sevilla se ofrece a sí misma su propio espectáculo de la Pasión y no escucha a los importunos.”

“Así termina, en la transfiguración de la tibia noche en que vibra la última “saeta” el Día esperado durante tanto tiempo, visto en sueños. Ya que es verdaderamente un sueño que termina y deja su tristeza.”

“La Semana Santa no es tan solo una fiesta sino un auténtico modo de vida, una transfiguración de los días y las noches”

Peyré, francés que vino a Sevilla a fines de los cuarenta comprendió perfectamente la forma de entender la Semana Santa que tenemos los sevillanos. Un personaje mucho más conocido que Peyré, aunque no tan afectado sentimentalmente por la Semana Santa sevillana como él,  dejó una frase muy significativa sobre la impresión que le causaron nuestras procesiones, que aparece en varios libros sobre el tema. Igor Stravinski vino a Sevilla en 1921 y presenció las procesiones acompañado por un poeta sevillano, Juan Lafita, y mientras escuchaba la marcha “Soleá dame la mano” dijo algo parecido a “estoy viendo lo que oigo y escuchando lo que veo”.

Antonio Burgos: Sevilla en cien recuadros 1991

“La inmortalidad para el sevillano se llama Semana Santa”

“Mañana, hijo, tú vendrás conmigo por tu papeleta. Quiero enseñarte, hijo, el camino más corto para que encuentres a Sevilla, como a mí me lo enseñó mi padre.”

“Oímos al muñidor de la Mortaja y es un reloj, una clepsidra con agua del río de cofradía trianera, que nos va marcando el tiempo que, irreparablemente, se escapa de las manos, en la larga tristeza de esta tarde, en la larga nostalgia de los días. Oímos al muñidor y no estamos oyendo que traen a Cristo a enterrar, sino que estamos oyendo nuestra propia tristeza de que habrá de pasar todo un año para que otra vez volvamos a sentir la alegría sin fronteras del primer nazareno del Domingo de Ramos.”

Burgos, que fue pregonero en 2008, y que conoce Sevilla y su Semana Santa con profundidad, en una novela ambientada en Sevilla en los años treinta del siglo XX hace 48 referencias a la Semana Santa dentro de su narración, no como notas. Esto creo que hace indicar (y encaja con alguna de las frases de Carlos Colón) que, para muchos sevillanos, la Semana Santa no consiste únicamente en un cúmulo de  recuerdos sentimentales y nostálgicos sino que forma parte esencial de nuestra vida cotidiana.

Carlos Colón: Dios de la ciudad (Ensayos sobre la Semana Santa de Sevilla) 1998

“Porque la Semana Santa es el corazón devocional y sentimental de mi vida, algo existencial y emotivo, una cuestión personal”.

“En lo colectivo la Semana Santa es el espejo del alma de la ciudad y en lo particular la Semana Santa que cada cual viva es el espejo de su vida emotiva, intelectual y religiosa. A todos nos desnuda esta fiesta sagrada, y nos muestra en la verdad de lo que somos”.

“Si a alguien la Semana Santa le parece un incoherente, o hasta escandaloso, revoltijo de incienso, oraciones, bulla, torrijas, bromas, lágrimas, bares llenos, actitudes devotas o desatentas, gestos de pertenencia y de amor o de extrañamiento y provocación entre los que transitan las imágenes sagradas, es que no sabe nada de la vida tal como la vivimos los meridionales”.

“André Gide experimentó el vértigo de la vida, lo frágil de los muros alzados por los puritanos y lo poderoso del  reclamo de la plenitud de la existencia en las calles de Sevilla, una Semana Santa”.

La lluvia en Sevilla no siempre es una maravilla

No es mi propósito hacer una descripción climatológica de la Semana Santa de Sevilla; pongo de manifiesto mis modestos conocimientos en el tema y que voy a hablar como sevillano, no como meteorólogo, pero creo que una dificultad estriba en que la fecha no es fija, oscila entre mediados de marzo y finales de abril. Lo que sí es conocido es que en Sevilla la lluvia está concentrada en la primavera y el otoño-invierno. Mi aportación a esto es simplemente recordar que el famoso historiador sevillano Antonio Domínguez Ortiz en su obra Orto y Ocaso de Sevilla recoge un memorándum destinado al rey Carlos II en que se afirma que en 1683-1684 llovió sin cesar setenta días, provocando diez avenidas del Guadalquivir, creciendo aún más (“vara y media de altura”) que en la famosa inundación de 1626. Este hecho queda reflejado en los diarios de Samuel Pepys (la persona con fama de ser el más preciso de la historia) de que en Sevilla llovió durante seis semanas seguidas en el invierno de 1683-1684 y precisamente al presidir unas rogativas para el cese de la lluvia el cardenal Ambrosio de Spínola  cogió una pulmonía y murió el 14 de mayo de ese año de 1684.

Este tipo de régimen pluviométrico, con años de intensas lluvias concentradas en algunos días o semanas es lógico que provocaran frecuentes avenidas del Guadalquivir, pero no es una descripción de las riadas el tema de esta charla, eso se encuentra detallado en un libro de Francisco de Borja Palomo editado creo en 1878; ahora voy a contar algo relacionado con este género de precipitaciones. Sevilla es, creo, la última gran ciudad (en los comienzos del siglo XVII estaba más poblada que Madrid, hasta que una peste en 1649 acabó con la vida de más de un tercio de sus habitantes, entre ellos el famoso imaginero Juan Martínez Montañés)  que ha poseído un puente; el de Triana o de Isabel II fue inaugurado en 1852 y hasta entonces, desde 1171, solo había un puente de barcas  y por él pasaban las personas y las mercancías y, por tanto, las cofradías de Triana hacían estación en la iglesia de Santa Ana mientras las del resto de Sevilla lo hacían en la Catedral. Pues bien, en 1830 la hermandad de la O se atrevió a cruzar el puente de barcas e ir a la Catedral para realizar su estación de penitencia . No cuesta mucho trabajo imaginar lo arriesgado de tomar esta decisión y realizarla, en los años en que el río viniera turbulento, y tengo documentado que  al menos en 1835 y 1840 llovió en la tarde del Viernes Santo, pero no sé si esos años la O cruzó el Guadalquivir. A otra hermandad trianera, La Estrella, la llaman popularmente “la valiente” por ser la única que salió en 1932 pero yo creo que la decisión de la O en 1830 fue también arriesgada.

Samuel Pepys

Anécdotas

Ahora simplemente me gustaría contar un conjunto de anécdotas sueltas relacionadas con la lluvia, quizá deslavazadas,  solo unidas por la pasión e ilusión, y espero que puedan servir para acercarse y sentirse atraído por ese hermoso mundo de las cofradías de Sevilla. Sé que muchos podrán exponer más y mejor que yo esto pero espero que los sevillanos aquí presentes disfruten y a los que no conozcan el asunto al menos les entretenga.

Jesús Despojado

La venia

Durante los siglos XV y XVI las cofradías hacían estación de penitencia con un recorrido, no diría que anárquico sino sin organizar; solían visitar cinco iglesias o capillas y, a veces con un comportamiento poco edificante, de tal forma que Felipe II (hermano de la Vera+Cruz) pidió un informe que tuvo consecuencias ya muerto el monarca, así que el cardenal Fernando Niño de Guevara en el Sínodo de 1604, para evitar los desórdenes que se producían al transitar varias cofradías al mismo tiempo por idénticas calles, ordenó que hicieran estación en la Catedral,  y las de Triana en Santa Ana y así mismo fijó lo que después será el Cabildo de Toma de Horas que fue completado cuando el famoso canónigo José Sebastian y Bandarán impuso en 1919  el control de horas en la Campana. Este rito consiste en pedir permiso para continuar por la carrera oficial y, de paso cumplir el horario que se le ha fijado a la cofradía. Un Domingo de Ramos, no muy lejano en el tiempo (1998),  la lluvia impidió varias salidas pero la hermandad que nos ocupa, al ser la primera del día llegó a la Campana a hora (sobre las 17.00) y sin contratiempo, pero empezó a llover y, al parecer enseguida torrencialmente; se refugió en la cercana iglesia de la Anunciación y cuando cesó la lluvia se reorganizó el cortejo procesional y a las 19.30 volvió a pasar por la Campana y pidió la venia por segunda vez. Es un hecho simplemente curioso pero creo que único.

Vera+Cruz

La televisión llegó a Sevilla en octubre de 1961 y al año siguiente comenzaron las retransmisiones de procesiones. El Lunes Santo de 1963 iban a retransmitir la salida de la hermandad de la Vera+Cruz pero la amenaza de lluvia hizo que se decidiera no salir y limitarse a tomar una imágenes de la cruz de guía en el compás de la capilla flanqueada por dos de los nazarenos más modernos (que van delante). Hace ya unos años que estamos acostumbrados a ver que la decepción por no salir provoca pena y llantos; en esta ocasión afortunadamente no se vio la cara de uno de los nazarenos oculta por el antifaz. No lloraba sino que estaba enfadado y eso resulta poco correcto. Lo sé porque ese nazareno era yo en mi primera salida.

Macarena y Gran Poder

Las hermandades de la Macarena y del Gran Poder tuvieron, desde el siglo XVII o XVIII una pugna por el lugar que les correspondía en la estación de penitencia de la madrugada del Viernes Santo, pugna que se resolvió por una concordia que fue rota, hasta que en 1903 el cardenal Marcelo Spínola, que además de su autoridad eclesiástica hoy se diría que tenía dotes de negociador, consiguió una concordia definitiva y consiste en que  al filo de la medianoche del Jueves Santo una diputación del Gran Poder  debe acudir al templo de la Macarena y solicitarle el antecederle en la estación penitencial, sin que por parte de ésta se ponga ningún obstáculo.

En 1827, pese a estar lloviendo, a las cinco de la mañana el Gran Poder determinó salir, por lo cual mandó una diputación con la cruz de guía y cuatro nazarenos a la Cruz de Cerrajería (que entonces estaba en la calle Sierpes), para que no se adelantase la cofradía de la Macarena; ambas procesiones se unieron a la altura de la Plaza del Duque, pero la de San Lorenzo (el Gran Poder) se adelantó mientras que la de San Gil (la Macarena) se tornó por Alemanes y Placentines y no llegó a entrar en la Catedral para retornar delante de la cofradía del Gran Poder. Evidentemente un comportamiento que hoy no se da ni  se contempla y que creo que debe tomarse como una anécdota incluida en el contexto histórico.

Calvario, Macarena y Esperanza de Triana

La madrugada del Viernes Santo de 1995 se presentó con lluvias intermitentes y estas cofradías decidieron salir, aprovechando unas pausas en la lluvia. El orden, para los que no lo sepan, es Macarena, Calvario y Esperanza de Triana, de tal forma que cuando el Calvario llegó a la Catedral se encontró a la Virgen Macarena en la puerta de Palos (por donde salen las cofradías de la Catedral para regresar a sus templos), dentro de la Catedral para preservarlo de la lluvia, el Calvario continuó su camino; detrás llegó la Esperanza de Triana que también se quedó al arreciar la lluvia, de tal manera que las dos Esperanzas se quedaron frente a frente. Otra anécdota intrascendente si no fuera por lo curioso, insólito y la importancia que damos algunos sevillanos a estos hechos.

La Mortaja

Es esta una hermandad que tiene, al menos, dos peculiaridades que no poseen otras. Lleva dieciocho ciriales delante del paso y como reliquia del pasado un muñidor, vestido con traje de época, con campanilla que agita solemnemente. Es una imagen que a mi hermano y a mí siempre nos impresionó, sobre todo cuando se presencia en calle estrecha y obscura. Pues bien, en 1916 la lluvia impidió la salida (es un leiv motiv pero es el de la charla), y en vista de ello se interpretaron saetas en el interior del templo, cosa que hoy parecería muy adecuado, pero en ese año varios presentes protestaron por no considerarlo respetuoso.

EPÍLOGO

Quiero terminar citando a Enrique Esquivias Franco, padre del actual hermano mayor del Gran Poder, que en un librito sencillo y de gran emotividad describe su ciudad, es decir Sevilla. En su última página cuenta como unos hermanos cofrades esperaban su debut como costaleros (eran los primeros años de esta afortunada innovación) y, aunque la mañana fue soleada, la tarde se llenó de nubes y agua lo que trajo como consecuencia la anulación de la salida procesional. Los costaleros no se resignan y levantan los pasos en la iglesia con una chicotá de veinte minutos. Terminada ésta, el señor Esquivias ve llorar a un costalero y termina el libro con estas palabras “Por eso afirmo que allí, en el llanto del costalero, yo he visto el alma de mi ciudad”

Nota final de la RAM. Este artículo se presentó en las XXXI Jornadas Científicas de la AME celebradas en Sevilla, 1-3 marzo de 2010.

Esta entrada se publicó en Reportajes en 17 Jun 2010 por Francisco Martín León