“El Tiempo y Clima en la Jota Aragonesa”

Un ensayo de Meteorología popular en la obra de Alfonso AscasoCarmen Gozalo de Andréscarmengozalo(arroba)yahoo.esLicenciada en HistoriaArículo de septiembre de 2003. Recuperado en agosto de 2009 sin modificaciones.

“el Tiempo Y Clima En La Jota Aragonesa”

El clima de Zaragoza

es como tu corazón,

cada cinco o seis minutos

sufre alguna variación.

“EL TIEMPO Y CLIMA EN LA JOTA ARAGONESA” es seguramente el estudio menos conocido del Meteorólogo Alfonso Ascaso, elaborado a comienzos de los años 80, cuando dirigía en Zaragoza el Centro Meteorológico del Ebro. Se trata de una monografía climatológica única en su género, con un contenido meteorológico popular y folclórico, en el que no aparecen mapas, ni gráficos, ni apenas datos. Utiliza, eso sí, el lenguaje sencillo y preciso que le caracterizaba, cuando define la esencia del clima que se recoge en las jotas. Habla de las veleidades del tiempo en Aragón, de sus escasas lluvias y pertinaces sequías, de las temperaturas extremadas, contrastando los rigurosos fríos y nieves perennes del alto Pirineo, con los sofocantes calores estivales del bajo Aragón. No se olvida del resto de los meteoros, ni de los vientos, especialmente del cierzo, viento maño por excelencia. Y, como colofón dedica unas páginas al Ebro y sus afluentes, cuyo caudal y avenidas son la lógica consecuencia de las peculiares condiciones meteorológicas que se presentan en el Pirineo.

Según dice el autor en el prólogo, había recopilado antes de iniciar la redacción alrededor de un centenar de jotas, entresacadas de numerosos cancioneros, que reseña en la bibliografía final. Indica que no puede decirse que estas coplas sean rigurosamente meteorológicas y concluye que, en casi todas las jotas, se pone de manifiesto la gran similitud existente entre el clima, el tiempo atmosférico y sus meteoros, con los acontecimientos amorosos de la vida diaria. En la redacción definitiva utiliza sólo la mitad de las jotas seleccionadas inicialmente, en las que, a grandes rasgos, trata de cotejar la climatología de la región con el contenido de antiguas coplas populares del folclore tradicional aragonés.

En las líneas que siguen, se exponen como resumen veintiséis de las jotas analizadas por Alfonso Ascaso en la monografía, jotas que hemos considerado las más representativas del conjunto, y que nos parece precisan mejor las características climatológicas de la región aragonesa en general y de Zaragoza en particular. Únicamente nos hemos limitado a realizar una selección de las coplas, transcribiendo con cada una de las composiciones, el comentario climatológico que el propio autor las asignó.

Hemos resumido para los lectores de la RAM esta singular climatología jotera con el propósito de dar a conocer la curiosa y entrañable parcela de meteorología popular aragonesa cultivada por Alfonso Ascaso, y al mismo tiempo dedicarle nuestro afectuoso recuerdo y homenaje personal.

Carmen Gozalo.

Santander, junio, 2003.

“el Tiempo Y Clima En La Jota Aragonesa”

Al iniciar este análisis de las características del tiempo, quizás fuera más apropiado tratarlo por variables y de ellas exponer primeramente la precipitación por ser la de más interés para nuestra región. Pero nos encontramos como aquel baturro que, cuando empezaron a sonar las primeras notas de bandurrias y guitarras, todavía no había pensado qué iba a cantar y arrancó con la siguiente copla:

Comienzo porque comienzo,

comienzo por comenzar,

así comienzan las nubes

por el cielo a navegar.

Lástima que estas nubes, especialmente sobre la zona central de Aragón, no hagan más que eso, comenzar a navegar sin dejar una sola gota en los campos habitualmente resecos del secano. Y es que, para que se produzca la lluvia, han de producirse un conjunto de procesos atmosféricos capaces de reunir las microgotitas de las nubes y puedan precipitar las gotas de agua. Rogelio Maestre lo cantó en esta jota:

Dos almas enamoradas

son dos goticas de lluvia,

que tropiezan al caer

y se convierten en una.

Aún cuando las precipitaciones en las zonas más septentrionales de Aragón superan los 1000 mm. anuales, en la depresión sólo se alcanzan los 325 mm. Y en la mayor parte de la región central aragonesa no se superan los 400 mm.

La orografía circundante, cordilleras Pirenaica e Ibérica, impiden la llegada de los temporales habituales procedentes de poniente. Los frentes riegan las tierras de la región gallega y costa Cantábrica, se exprimen al remontar los montes Cántabros, quedando todavía agua para regar la cuenca alta del Ebro y algo más, hasta su primer tercio del recorrido, pero cuando entran en Aragón llegan exhaustos y todo lo más dejan “cuatro gotas”.

El aragonés está acostumbrado a la sequedad del clima en el que vive, pero por ello no pierde el sentido del humor.¿Que tiene que llover?, pues que llueva, aunque sean “carruchos”, como dicen en la zona de Remolinos, cuando lo único que cae es un “sol de justicia”, en un espléndido, soleado y caluroso día de verano y si no, como en aquella copla de ronda:

Esta noche ha de llover

esté raso o esté nublo:

han de llover muchos palos

en las costillas de alguno.

Algún socarrón, en alguna de las muchas otoñadas secas, debió cantar aquella copla:

Al empezar el Diluvio

todos estaban alegres,

diciéndose unos a otros:

¡qué buen año va a ser éste!

Es cierto que, en ocasiones, las precipitaciones suelen ser importantes, registrándose cantidades destacables. Por citar un ejemplo, aquellos 122 mm. Caídos en Zaragoza el 10 de julio de 1923. Suelen ser situaciones de borrasca fría en altura, capaces de saciar, con creces, los campo sedientos:

Unas veces me quiés mucho

y otras me paice que nada,

y el campo quié temporal

mejor que agua de tronada.

Temporales como los que suelen presentarse en primavera, cuando las bajas presiones descienden hasta nuestras latitudes y al pasar del Atlántico al Mediterráneo voltean aire húmedo aguas arriba del Ebro, regando nuestros campos con la lluvia benéfica que el labrador suele agradecer al Todopoderoso:

Si en abril llueve bastante,

las aguas no son dañinas,

que las manda el Creador

para que salga la espiga.

Las precipitaciones en la época estival son escasas y cuando se presentan son fundamentalmente de carácter tormentoso. Tanto Huesca como Zaragoza son de las provincias que, al cabo del año, suelen registrar mayor número de días de tormenta, con 133 y 127 respectivamente, y Teruel, con 117 días de media anual. Se presentan en el período junio-septiembre alrededor del 75 % de las jornadas.

El aire estancado y recalentado en la depresión central del Ebro asciende formando grandes cumulonimbos, si las condiciones meteorológicas en altura son propicias para la inestabilidad. En diversas ocasiones, esta actividad tormentosa origina grandes estragos en las cosechas, si se presenta la precipitación en forma de granizo y más aún si este es pedrisco. El hombre del campo lo sabe y así lo cantó J. Bañolas:

Pide a Dios que no te pesque

una tronada en el campo,

una mujer sin gobierno

y un amigo sin tabaco.

Existe un fenómeno curioso, raro, no tanto en las zonas montañosas, consistente en el hecho de que con un cielo despejado, por enfriamiento del aire próximo al suelo, se produce una brusca condensación del agua de la atmósfera y su inmediata precipitación en forma de lluvia. Pues bien, hasta de este fenómeno se hace referencia en el primer verso de una jota, lo cual nos sorprendió y nos demostró el valor de la observación del hombre del campo:

Yo he visto llover en raso

y de raso hacerse nublo,

y perderse un buen querer

cuando estaba más seguro.

Una de las características más destacables del Aragón central es su aridez. La mayor parte de su territorio tiene precipitaciones inferiores a los 500 mm. Estas zonas son a la vez las más calurosas en las que se registra un mayor número de horas de sol y en las que soplan con más persistencia e intensidad los vientos fuertes, que colaboran a la desecación de las tierras, al agostamiento de las plantas creando un paisaje desértico que, como decía Casas Torres al referirse a zonas como las de Monegros, “parece un enclave africano en tierras de Europa”.

No se puede hablar del clima de Aragón sin referirse a sus sequías, motivo por el que se reclaman los regadíos. Este clima árido, seco, xerófilo, ha marcado a través de generaciones, el carácter del aragonés acostumbrado a trabajar en terrenos de secano y ha quedado recogido este ambiente en sus coplas. Basta pensar un poco en algunas décadas atrás, retroceder mentalmente en el tiempo y contemplar aquellos campos polvorientos, abrasadores, labrados con aquel arado de origen romano, arrastrado por un par de mulas e hincado por la fuerza del labrador sobre el mango, o con la hoz y la dalla segando los trigos dorados para comprender mejor esta jota:

Ya se van los segadores

caminico del secano,

a beber agua de balsa

toda llena de gusanos.

Aquellas gentes sencillas sólo podían esperar el remedio de la Providencia y llenos de fe, en pública rogativa, “ad petendan pluviam”, paseaban procesionalmente imágenes veneradas de arraigada tradición, recogidas en iglesias y ermitas y ahora en manifestaciones por las calles de los pueblos y ciudades, por caminos y senderos, por campos y montes, implorando la necesaria lluvia, bien para la sementera, bien para el desarrollo de los cultivos.

Cada pueblo guarda todavía la imagen de las rogativas. En Zaragoza y en caso de sequías severas, además de por otras causas, el Cabildo ha accedido a la rogativa pública con el Santo Cristo que se venera, desde 1604, bajo el baldaquino del trascoro de la Seo, procedente de la puerta del refectorio de los canónigos regulares. Esta imagen que data del siglo XIII, ha salido profesionalmente por motivos de sequía en seis ocasiones que hayamos podido localizar 1683, 1703, 1803, 1924, 1945 y 1948. El itinerario ha sido siempre el mismo hacia el templo de Nuestra Señora del Pilar, para enfrentar las imágenes del Hijo y de la Madre. Parece ser que casi siempre las plegarias han sido escuchadas, y en alguna ocasión con generosidad, por lo que es posible que en alguna de estas últimas surgiera la siguiente jota:

Saquemos al Santo Cristo

por ver si llovía, maña,

y ahora hay que sacar la Virgen

pa que no caiga más agua.

Porque, aunque el agricultor nunca esté saciado con la lluvia, el campo requiere una moderación a la que socarronamente hemos hecho referencia en aquella copla de “Al empezar el Diluvio...” y que ahora podemos ver también en la siguiente:

T’has güelto, de mucho bruta

mucho zalamera, maña,

y mu malo es año seco,

¡pero también la mucha agua!

Aún podíamos referir, completando la reseña de rogativas en Zaragoza, la devoción al Cristo Yacente de la Cama, que se venera en la Iglesia de Santa Isabel y que cada año sale procesionalmente en la del Santo Entierro de la Semana Santa zaragozana. Según refieren García de Paso y Rincón García, ha salido procesionalmente por circunstancias calamitosas, entre ellas la sequía, en los años 1661, 1713, 1748, 1868, 1870, 1876 y 1885, sin que hasta el momento podamos precisarlas fechas que corresponden al tema que tratamos.

El labrador siempre tiene una u otra preocupación referente al tiempo y, cuando el año es bueno, raro es que le falte otro motivo, como refleja Cándido Loscertales en la siguiente copla:

De cinco años de casado,

dos, tronadas y pedrisco,

dos, con una gran sequía,

y ahora, se ha muerto el borrico.

Si la precipitación es prolijamente tratada por el jotero, no sucede lo mismo con las temperaturas. No obstante, existe una copla que refleja claramente el régimen termométrico, al menos en la zona central aragonesa:

Dicen que hay cuatro estaciones

yo digo que sólo hay dos:

si no estoy contigo, frío,

si estoy contigo, calor.

El autor de la jota, Alberto Casañal, buen conocedor del clima zaragozano, sabía perfectamente que tanto la primavera como el otoño son estaciones de transición tan cortas que prácticamente se pasa del invierno al verano y de éste a aquél sin apenas disfrutar de estas estaciones intermedias.

Es el frío y más concretamente el invierno duro de las tierras altas, el que queda reflejado en las jotas, mezclando el frío, la nieve y los amores. Bien merece en este punto cantar aquella bella jota que nos sitúa en el lugar y en el tiempo:

En el alto el Pirineo

soñé que la nieve ardía,

y por soñar imposibles,

pensé que tu me querías.

En la zona septentrional de Aragón especialmente y en las Sierrras de Gúdar, Javalambre y Moncayo, el invierno es marcadamente duro, con temperaturas extremadamente bajas. La nieve permanece cubriendo las cumbres y en las cotas altas del Pirineo todavía sigue durante todo el año en neveros y glaciares amontonándose la nieve reciente de un año con la vieja del anterior:

Como tiene el Pirineo

siempre sus alturas blancas,

tú tienes nieve perpetua

en el fondo de tu alma.

El valle del Ebro, aunque frío no lo es tanto como las zonas altas, pero son perniciosas para el campo las heladas tardías de primavera al formarse una inversión térmica junto al suelo después de un día soleado, despejado y con vientos en calma. Las zonas de huerta, como las lindantes a los regadíos del canal y valle del Jalón, zonas especialmente frutícolas, suelen ser las más castigadas:

Me s’ha helau tó la verdura,

me s’han heláu las patatas,

no me queda más cosecha,

maña, que tus calabazas.

De todos los meses, es, sin duda, el de enero el más frío, tanto en las tierras altas como en el valle y sólo es superado ocasionalmente algunos años por el mes de febrero, como sucedió en el tan recordado 1956:

En una noche de enero

cuando más aprieta el frío,

cuando más el frío aprieta

más arde el corazón mío.

El viento es otra de las variables meteorológicas con las que juega el jotero. El viento en el tercio central de Aragón en notorio y sintetizándolo lo podíamos clasificar en dos: el cierzo, cuando sopla del noroeste, en general fresco en verano y frío en invierno, casi siempre racheado; y el bochorno, el del sureste, más suave, templado y húmedo.

Otros cierzos, con otras direcciones, soplan en los tercios aragoneses septentrional y meridional y reciben variopinto vocabulario, en ocasiones muy expresivo: puerto, gabacho, regañón, meapuertas, morisco, etc. Quizá por la fortaleza con que suele soplar en el cauce del Ebro, especialmente cuando se cruza el Puente de Piedra, a veces teniendo necesidad de agarrarse a los barrotes de la balaustrada, debiéramos recordar aquella jota de Cándido Loscertales:

Al pasar el Puente Piedra

sujeta bien el sombrero,

si no quieres que se vaya

a dar un bañico al Ebro.

El cierzo presenta dos caras: por un lado perjudica los cultivos, destrozando arbolado, desgajando ramas, malogrando la fruta que tira al suelo y, lo que es peor, robando al suelo gran cantidad de agua, tan necesaria, y arrastrando tierra de nuestros campos a otros lugares en un proceso de erosión eólica claramente manifiesta. Los perjuicios sobre la industria y el urbanismo también son importantes: tejados levantados, vuelco de vehículos, incluso de vagones del ferrocarril, derrumbamiento de tapias, pérdidas de calor de calefacción...

Como beneficio, podemos citar el de purificador natural del ambiente. Es un abanico casi permanente del que podemos disfrutar y que arrastra los contaminantes, difundiéndolos en la atmósfera, de modo que prácticamente Zaragoza no padece el azote moderno de la contaminación. Incluso en verano, tras un día caluroso y posiblemente por un régimen de brisas, suele soplar al anochecer algo de cierzo que alivia el agobio de los calores de los días caniculares. Finalmente, el cierzo forja, curte a los hombres que deben adaptar su organismo a unas temperaturas sentidas inferiores a las reales medidas por el termómetro. A este cierzo fuerte, que en el Campo de Zaragoza se le llama Moncayo, por proceder sensiblemente de aquel monte, se le ha cantado en esta jota:

Yo no sé que tiene el aire

que azota nuestro Moncayo,

que hace a la mujer más hembra

y hace a los hombres más bravos.

Cuántas veces hemos dicho que en Zaragoza el viento sopla en redondo ? Vayas hacia donde vayas, siempre te da en la cara y existen esquinas de edificios, conocidas por todos, que en días de cierzo se toman con precaución.

Esta es la calle del aire,

la calle del remolino,

donde se remolinea

tu corazón con el mío.

Ya hemos dicho anteriormente que hay varios cierzos, más o menos arrumbados al norte o al oeste, de modo que en las regiones más meridionales, es de poniente y procede de Castilla:

Por las ventanas del cierzo

entra el aire castellano;

pero por la del bochorno,

salada, dame la mano.

No pocas veces, en jotas de picadillo, se han enredado el viento, las veletas, los amoríos locos, el amor no correspondido y también los desengaños...

No es norma general, porque la jota es brava, pero hay una serie de jotas de tiempo y clima llenas de belleza, incluso de ternura, que no pueden clasificarse dentro de un meteoro específico y que juegan con los distintos elementos del tiempo:

Cuando el cielo está nublado

y hay preparo de llover,

así se ponen mis ojos

el día que no te ven.

Tanto en el tiempo como en el amor existen situaciones, que en el primer caso darían lugar a pronósticos del tipo “cielos parcialmente nubosos con chubascos dispersos y ocasionales...”

A tu querer lo comparo

con las mudanzas del tiempo;

que se nubla, que se enrasa,

que si llueve, que si cierzo.

No podemos cerrar estas líneas sin hacer referencia al Hiberus, así llamado por Estrabón, Mela, Plinio...el gran río que, naciendo en los montes cántabros, desemboca en el Mare Nostrum. El caudal del Ebro a su paso por Zaragoza es consecuencia de unas condiciones meteorológicas peculiares, que se presentan fundamentalmente en los Pirineos navarro y oscense.

Las riadas del Ebro en Zaragoza suelen tener el siguiente esquema: unas nevadas intensas en el Pirineo y posteriormente una suavización de temperaturas que han provocado un deshielo rápido y prematuro y que puede verse agravada la situación si existe una borrasca fría que provoca intensos chubascos en las cabeceras, principalmente de los afluentes de la margen izquierda. Estas riadas suelen presentarse entre los meses de noviembre y marzo. Fuera de estas fechas sólo habría que destacar la del 10 de julio de 1923, totalmente local en Zaragoza, debido a una fuerte actividad tormentosa y que arrasó San Juan de Mozarrifar con una triste secuela de pérdidas para numerosos pueblos. Pues bien, también en las jotas se hace referencia a las riadas, aunque no lo haga con gran profusión:

A las orillas del Ebro

planté mi primer amor,

pero vino una riada

y el agua se lo llevó.

Pero no es sólo el Ebro el que provoca destrozos en los campos aragoneses. Hay otro río, el afluente más importante de su margen derecha, el Jalón, cuyas riadas suelen ser motivadas por intensos chubascos en las sierras que circundan ese fértil valle y que hacen que precipiten arrolladoramente las aguas por cauces, casi siempre secos, como el Manubles, Rambla de Ribota, etc., anegando campos, inundando pueblos e irrumpiendo en Calatayud:

La patria del gran Marcial

tiene grandes “avenidas”,

de esas que dan los barrancos

y ríos con sus crecidas.

Pero, tras la tempestad viene la calma. Tras la riada, las aguas vuelven a su cauce y a su caudal normal:

Hoy vienen las aguas turbias,

mañana se aclararán:

el amor que ha sido firme

a su punto volverá.

Con esta rápida visión hemos podido apreciar cuanto en un principio decíamos: las características y capacidad de observación del hombre del campo y su ingenio para hacerlas copla con la que cantar a su moza. El canto popular, igual que los refranes, son medios para conocer las características más salientes que tiene el clima

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BIBLIOGRAFÍA

ASCASO LIRIA, A. El tiempo y clima en la jota aragonesa. Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja. Serie Papeles Diversos. Zaragoza, 1983.

CELORRIO, S. y CASAÑAL, A. Jotas. Cantares aragoneses. Talleres Editoriales “Heraldo de Aragón”, Zaragoza, 1912.

GARCÍA ARISTA, G. Cantas Baturras. Zaragoza, 1901.

GASCÓN, T. Cuentos baturros. Tomo IV, Madrid, 1914. Tomo V, Madrid, 1922

ROYO VILLANOVA, L. Manchas de tinta. Ediciones Bergua. Madrid, 1935.La copla aragonesa, conferencia en el Círculo de Prensa de Madrid, noviembre de 1897, publicada en “Anales de la Escuela Oficial de Jota Aragonesa” núm. 6, enero de 1947, pp.10-20.

SOLSONA, F. La jota cantada. Delegación de Cultura. Ayuntamiento de Zaragoza, 1978.

TAURUS. La jota aragonesa. Colección Ser y Tiempo. Temas de España. Madrid, 1963.

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Esta entrada se publicó en Reportajes en 09 Ago 2009 por Francisco Martín León