Error en la niebla

AnónimoVivo en una casa muy grande junto al mar y cerca de unos acantilados. Realmente, la casa es de mis padres que están en la ciudad. Yo vivo aquí por su tranquilidad. Paso largos periodos de mi vi...

Anónimo

Vivo en una casa muy grande junto al mar y cerca de unos acantilados. Realmente, la casa es de mis padres que están en la ciudad. Yo vivo aquí por su tranquilidad. Paso largos periodos de mi vida. Ah, tengo 20 años y soy hijo único.

La casa se encuentra en un paseo marítimo natural. Solía pasear por allí con mis padres, pero he de reconocer que el sitio no es seguro. En algunos lugares hay zonas de más de 100 m de caída libre. Ni que decir tiene que las vistas son maravillosas. La casa está llena de grandes ventanas de cristal.

Verdaderamente, me lo paso muy bien yo solo en esta casa gigantesca. Solo hay un pero: en determinadas ocasiones la niebla espesa marina abraza la zona y no la deja durante varios días. Esto ocurre preferentemente en invierno y algunos días de primavera. Tal y como viene la niebla se va, sin decir el porqué. No tengo miedo de estar solo en esta casa. Nadie me molesta y me encuentro en paz.

Hace una año llegó de improvisto una niebla espesa y fría. Yo me asome a la ventana y no vi nada mas allá de los 50 m. Bueno, sí vi algo: una figura fugaz y poco definida. Los días pasaron y el buen tiempo reino de nuevo. Una noche, la niebla mortecina me visitó de nuevo. Al mirar por la ventana vi otra vez esa figura lúgubre y triste, como de una persona joven. Esta vez estuvo más tiempo en mi campo de visión. Realmente hacía lo que yo hacía. Si me movía a la derecha ella lo hacia como si estuviera al otro lado del espejo. ¿Era realmente mi sombra la que se proyectaba en la niebla gracias a la luz intensa de mi cuarto? . Parecía que sí, pues actuaba de la misma forma que yo: Era yo que me reflejaba en la niebla. Busque en los libros de meteorología y encontré la explicación a partir de fenómenos ópticos: sombras reflejadas de una persona sobre mantos de gotitas finas. Eso disolvió mis dudas y mis miedos. Todo hay que decirlo.

Otra noche mortecina y de baja visibilidad probé a verme en la niebla. La luz de fondo de mi cuarto era muy débil pero.... la sombra, mi sombra, era tan llamativa y estaba bien definida que no me lo pude creer. No solo eso, sino que ya no seguía haciendo los movimientos que yo hacia. No me imitaba fielmente. Cuando me acerque a la ventana y traté de ver el detalle de mi sombra, ella también se acercó. No tuve más que dar un salto hacia atrás. Lo que vi no se me olvidará jamás. Mi sombra, o mi supuesta sombra tenía aspectos cadavéricos. Los ojos no existían y el hueco que debía contenerlos estaba fríamente vacío. Sus facciones eran parecidas a las mías. ¡ Era yo!.

Salte a mi coche y me fui a la ciudad con mis padres. No volvería por la casa durante mucho tiempo.

Le conté lo acontecido a mi madre. Ella me escuchaba sosegadamente pero con preocupación. No hizo ninguna señal de admiración o estupor. Al finalizar mi relato, se levantó y me miró fijamente. Mi madre me relató que yo había tenido un hermano gemelo. A los 5 años, él desapareció en un día de primavera cuando la familia estaba en la casa. Alguien dejó la puerta abierta y, posiblemente, se escapó al paseo. No encontraron su cuerpo jamás. Perdí un hermano gemelo a los 5 años.

Volví a la casa apenado y destrozado. Espere la llegada de la siguiente niebla con ansiedad. Y ese día llegó.

Era de noche y cuando las luces del día se apagaron, me arme de valor y me mire reflejado en el cristal con el fondo de niebla. Allí estaba la figura impersonal: mi figura o la de mi hermano muerto, que durante años había vagado por los cristales de la casa y que solo se hacia visible cuando había niebla. Eso nunca lo entendí.

Titubeando le pregunte si él era mi hermano. Con su cabeza me dijo que sí. Yo me acerque al cristal extendiendo mi mano para unirla al cristal frío y húmedo. El también lo hizo. Cuando mis dedos se fundieron con los suyos en el cristal acuso, un escalofrío de otro mundo me inundo todo mi cuerpo. Con voz de ultratumba oí claramente decir: he estado mas de 15 años aquí, detrás del cristal y ahora te toca a ti vivir en este mundo fantasmagórico y frío. Sin saber cómo, yo pase a su mundo y él al mío. Ahora era yo el que se encontraba en el otro lado del cristal y él, en el mundo real.

Y aquí sigo, sin cuerpo y sin nombre. Por eso no le doy a esta pequeña historia el nombre del autor que la redactó.

Mi hermano convenció a mis padres que vendieran la casa y así lo hicieron. Ellos no se dieron cuenta que él no era yo. Estoy a la espera de que la casa se venda y algún día, no sé cómo ni cuándo, recuperar mi libertad. Hoy por hoy soy un fantasma que aparezco en los días de niebla.

Esta entrada se publicó en Fotos y animaciones en 06 Abr 2003 por Francisco Martín León