Entrevista del mes: José Luis Pascual

Presidente de la Asociación Española de Cabañuelas y Astrometeorología. Licenciado en Ciencias Químicas. Profesor de Secundaria en el Instituto de Tortosa.

Entrevista Del Mes: José Luis Pascual
Entrevista Del Mes: José Luis Pascual
¿En qué año se constituyó la Asociación que preside, cuántas personas forman parte de ella y cuáles son los objetivos que persigue?La Asociación Española de Cabañuelas y Astrometeorología se fundó en el año 2002 con el fin de “fomentar y practicar los estudios efectuados por las observaciones realizadas por los equipos de Cabañuelas y Astrometeorología socios de la Asociación. Dar a conocer públicamente todos los fenómenos atmosféricos observados. Poder, además, desarrollar todo tipo de actividad cultural relacionada con la Meteorología”. Así lo proclaman sus estatutos.Su primer presidente y fundador fue Manuel Plaza García, de Mora (Toledo), muy popular por sus apariciones en los medios y por sus “Calendarios Climatológicos”. El primero data de 1987 y el último de 2006. Llegó a coordinar las observaciones de más de 40 personas de casi toda la geografía española. Tras su inesperada muerte en septiembre de 2007 fui elegido en una asamblea extraordinaria de la Asociación y tomé la responsabilidad de proporcionar continuidad a los trabajos emprendidos por todo aquel grupo humano.Figura 1.- I Congreso de Cabañuelas y Astrometeorología Hispánica. Julio 1995. Salón de Actos de la Casa de la Cultura de Mora (Toledo). De izquierda a derecha: Manuel Plaza García, Félix Esquitino Galán, Luis Delgado Castilla y José Luis Pascual Blázquez.¿Qué puede aportar la Meteorología antigua a la Meteorología tal y como la conocemos hoy en día?Cuando los científicos de los siglos XVI, XVII y XVIII empezaron a indagar en las intimidades de la materia estudiando los gases (Dalton, Avogadro y otros), les resultó muy útil echar mano de conceptos de la ciencia griega antigua (siglos VI y V a.n.e.) como el de átomo, elemento, etc., que abrieron de par en par las puertas al progreso del conocimiento. Podríamos estar en una situación parecida con la Meteorología actual, para la que el pronóstico a largo plazo constituye siendo un problema de improbable resolución. Y, precisamente, es el de mayor interés social y económico.La Meteorología antigua consta de tres partes básicas en su faceta predictiva:-    1) Los signos del tiempo (corto plazo, con De signis como texto troncal, del siglo IV a.C.).-    2) La doctrina de los puntos críticos del año, que también expone esta obra y vemos repetida hasta la saciedad incluso en obras recientes y en todos los refraneros europeos.-    3) La predicción mediante marcadores astronómicos, la más elaborada y compleja de las tres, pero que estuvo vigente en España hasta finales del siglo XVIII.¿Por qué no indagar en estas doctrinas, actualizarlas a la luz de los conocimientos modernos y estudiarlas a fondo con todo el arsenal teórico y tecnológico que tenemos ahora a nuestra disposición, como los primeros fisico-químicos de la ciencia moderna? ¿Qué prejuicio podría impedir el emprender tanto trabajo como se halla abierto por esta vía? ¿El de nuestra propia ignorancia de la Historia de la Ciencia en esta faceta? Porque, como hemos dicho en otro lugar, existe actualmente un enorme hueco en la Historia de la Meteorología Antigua (Boletín de la AME nº 27, enero 2010). Conocer nuestra historia nos ayuda a comprendernos mejor a nosotros mismos, cómo somos, qué sabemos, de qué somos capaces y cómo hemos llegado hasta aquí. En definitiva, comprender mejor el pasado, también en ciencia nos facilita y estimula a emprender con ventaja la vía hacia el futuro.¿A cuándo se remonta el origen de las cabañuelas y en qué consiste este método tradicional de predicción del tiempo a largo plazo?Empecemos por esto último, tal como se hacen en España ahora. Se trata de proyectar el tiempo de 12 días sobre los doce meses de que consta un año; por tanto estamos ante una aplicación lineal con una relación de semejanza r = 1/30, ya que cada 24 horas corresponden a un mes de 30 días completos aproximadamente. Todas tienen este fundamento (las témporas en el Norte ibérico hacen lo mismo, pero aquí tres días se proyectan sobre los tres meses de cada estación).La variación más notable en las cabañuelas la encontramos en los días-base que se toman para hacer los pronósticos: en La Mancha, Extremadura y Andalucía son los 12 primeros días de agosto; en el Valle del Ebro y zonas próximas se toman los 12 primeros días de enero; en los Pirineos centrales y orientales, Maestrazgo y puntos de Baleares, así como de Portugal, a partir del 13 de diciembre (tretzenades, canablas, calandrias, etc.); hay puntos de Castilla que las hacen para San Marcos (25 de abril). Y en toda Hispanoamérica, llevadas por los españoles, dominan las de los 12 primeros días de enero. Hay más variantes, que lo único que nos sugieren es la gran antigüedad del procedimiento. Además, están también las cabañuelas “inversas”, “retorneras”, o “redobles”, de contraste o complemento, que siguen la cuenta en sentido contrario una vez terminadas las “directas” de las que hemos hablado. Y muchos apartan un día (13 días en total), que lo proyectan sobre el año entero (24 horas sobre 365 días), al que llaman “juicio universal”. Por ejemplo, 1 de agosto = 365 días del año siguiente, día 2 = mes de enero, etc.En las culturas mediterráneas la referencia escrita más antigua, que yo conozca, relacionable con las cabañuelas (que, no olvidemos, pertenecen a la tradición oral que se ha transmitido de padres a hijos), es la del astrólogo Hefastion de Tebas (siglo IV), que habla de “los pronósticos a partir de los primeros 25 días del mes de Epifi”. Fuente: Auguste Bouché-Leclercq. L'Astrologie grecque, Cap. XI, pág. 367. Reimpresión de la edición de 1899. Scientia Verlag Aalen, 1979. 12 días de cabañuelas directas, otros 12 de retorneras, y uno de descanso o como día del “juicio universal” cuentas esos 25 días.Mucho más atrás en el tiempo y más lejos en el espacio, en la China milenaria, las encontramos en una importante compilación, realizada por Su Ma Ch’ien (163-85 a.C.) para la dinastía Han. En ella se lee lo siguiente: “De otro modo, observa hasta el duodécimo día del mes; cada día es el modelo para el mes correspondiente en lo que toca a sequedad o humedad. Esta norma es válida para un área de hasta mil Li (unidad de superficie) alrededor de la ciudad.Y, más cerca de nosotros, podemos leer a Rodrigo Zamorano, cosmógrafo de Felipe II, hablando de “las cavañuelas” en Cronologia y reportorio de la razon de los tiempos. Sevilla, 1585. Págs. 260-261. Allí defiende las del solsticio de invierno y critica las del vulgo (las de los primeros doce días de agosto). Internet pone actualmente estas obras en casa de cualquier interesado en ellas, sin moverse de la silla y al instante.¿El cabañuelista nace o se hace?Buena parte de los cabañuelistas han recibido el conocimiento de sus padres y abuelos, como es mi caso; aunque mi padre, que las hacía de los primeros doce días de enero, apenas me habló de ellas, ni conservo sus notas, escritas en aquellas interminables noches de los inviernos de antes. Y, como erraba a menudo en los pronósticos, por los que tanto interés tenía para las viñas y tierras de pan que heredó mi madre, decía que “las verdaderas cabañuelas eran las que hacían los pastores en agosto”. Pero hay quien ha sido iniciado en ellas por un amigo, un pariente, un conocido, o, simplemente, porque oyó a Manuel Plaza a través de la radio y se puso en contacto con él. Este personaje ha sido sin duda el gran divulgador en España de las cabañuelas a finales del siglo XX y comienzos del XXI, como Peio Zabala y Jacinto Sagarna lo han sido de las témporas. 
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Figura 2.- Manuel Plaza García en plena observación de las cabañuelas de agosto. Cerro de Nuestra Señora de la Antigua. Mora (Toledo).


Dicho esto, hay cabañuelistas más fiables que otros, y algunos que son auténticos linces en la predicción; la cosa es sabida, ellos son conscientes de su capacidad y, como suelen ir muy buscados, acaban siendo personas muy discretas y con tendencia al secreto.

Las predicciones estacionales están todavía en fase de desarrollo, pero año tras año van mejorando. ¿Cómo ve el futuro de este tipo de predicciones y el de las cabañuelas?

Claro que van mejorando las predicciones estacionales, sólo faltaría que no fuese así con los medios públicos que se invierten en ello. Pero la gente, en lo que realmente está interesada es en una predicción tipo “Calendario Zaragozano” que fuese fiable, ya que éste no lo es. No basta con decir “temperaturas o precipitaciones por encima o por debajo de los promedios”, sino cuándo se esperan los temporales, de qué tipo y de cuánta intensidad. Eso no sólo sería mucho, sino muchísimo. En los secanos, por ejemplo, importa más el momento de las lluvias que la cantidad. El sector hidroeléctrico, el de la aerogeneración, las industrias alimentarias, el turismo, pero sobre todo el sector agropecuario (aunque no llegue al 2% de la población laboral) han suspirado siempre por el largo plazo, por el anual, de ahí el éxito y la expectación que siempre han levantado y levantan aún los almanaques con pronósticos del tiempo.

Habría que preguntarse porqué el avance de las predicciones en los plazos largos realizadas por los modelos actuales y la enorme capacidad computacional puesta a su disposición obtienen unos resultados tan raquíticos. Y si pueden ser mejorables por esta vía, o se trata de una vía muerta debido a la indeterminación, que no respeta escalas. Ésta no es exclusiva del mundo subatómico, sino que opera también en lo macroscópico, en los grandes sistemas complejos como es la máquina climática terrestre.

En cuanto a las cabañuelas, ya he indicado el punto débil: la linealidad no se da en los sistemas complejos, por la gran interactividad que se genera en el seno de las partes integrantes (feed back, etc.). Si acaso, habría que buscar en la matemática de fractales, o en la propiedad holográfica de algunos sistemas. Pese a ello, los hechos demuestran que hay grandes cabañuelistas, cuyos aciertos se repiten año tras año, por lo menos en lo fundamental de sus predicciones. Son los menos y los menos conocidos. Ahora bien, he de reconocer también que me sobran dedos en las manos para poder contar las personas que conozco dispuestas a trabajar en grupo, coordinadamente, para avanzar juntos e intercambiar información. Personas capaces de sacrificar el ego en aras del conocimiento, de diluir su nombre en un grupo de trabajo. Abundan más los cabañuelistas amigos del periodista (por no decir otra cosa) que buscan el impacto mediático, el renombre, la adulación, el sentirse poderosos con su herramienta predictiva. Son los que de sí mismos afirman sin vergüenza ni pudor alguno que “aciertan un 85-90%”. Cifra que cada cual es libre de creer o no.
 

¿Por qué es importante el estudio de la Astrometeorología?, ¿en qué consiste esta disciplina?

El ciclo climático anual es consecuencia del giro de la Tierra alrededor del Sol, y de ésta sobre sí misma; el efecto combinado del movimiento de ambos, unido al caldeamiento diferencial (distinta inclinación de los rayos del Sol sobre cada latitud terrestre, diferencia de calor específico entre continentes y océanos, etc.) provoca la circulación general de la atmósfera, bien establecida, con sus células ciclónicas y anticiclónicas, Jet Stream, Zona de Convergencia Intertropical, etc., sobre los que también ejercen su influencia las corrientes oceánicas.

El resultado global es la secuencia de diversos escenarios climáticos característicos en cada latitud y zona del planeta a lo largo del ciclo de 365 días. Para estudiar la variabilidad climática podemos suponer fijos, en principio, la órbita de la Tierra y el clima solar. En las últimas décadas del siglo XIX y principios del XX hubo físicos que indagaron en la predicción meteorológica trabajando con la actividad solar y su impacto sobre la atmósfera terrestre (el Padre Cirera, fundador del Observatorio del Ebro, el Abate Moreux y Albert Nodon en Francia, etc.). Pero, si dejamos esto por el momento, al menos en una primera aproximación al problema de la predicción del tiempo a largo plazo, cabe preguntarse legítimamente: si las causas del ciclo climático anual son iguales todos los años, ¿a qué podemos atribuir que para una zona concreta del planeta unos sean más secos o húmedos que otros, que descienda más o menos la circulación zonal de las perturbaciones en otoño e invierno, que un anticiclón quede anclado durante semanas o meses en una posición fija bloqueando el paso a las borrascas u obligándolas a circular por ciertos "pasillos" poco frecuentes, etc.?

Una posible respuesta es que la propia causa excitadora, el movimiento orbital de la Tierra, genere una serie de ritmos internos en los océanos y en la atmósfera, provocando así las rachas climáticas. Podríamos quedarnos tranquilos con esta hipótesis, pero no resolveríamos nada y volveríamos a estar como estábamos.

Pero... ¿tan seguros andamos de que la causa del ciclo climático anual y de su variabilidad reside única y exclusivamente en el movimiento orbital de la Tierra? Proponer influjos lunares y planetarios suena actualmente a astrología, a creencias populares y a superstición. Queremos recordar aquí que en los años 30 y 40 del siglo XX los meteorólogos pusieron grandes esperanzas en el estudio de este tipo de influjos -actividad solar, gravitación lunar y planetaria- para tratar el problema de las rachas climáticas (Congreso Internacional de Cosmobiología celebrado en Niza en junio de 1938, que reunió a astrónomos, meteorólogos, físicos, ingenieros, etc.). Y, sin embargo... ¿podemos sacar la tijera y cortar a nuestro capricho la Naturaleza por donde queramos como un cirujano negligente? ¿No estaremos desnaturalizando el problema al separar la Tierra y el Sol del resto de elementos del Sistema Solar, que se comporta como un todo único e inseparable? Al reducir el clima a la interacción entre dos únicos cuerpos de esa maquinaria que funciona integrada, solidaria e interactivamente, ¿no estaremos perdiendo por el camino algo que no teníamos previsto, simplificando el problema y dejándolo convertido en una simple caricatura?

Tenemos un punto de comparación en el papel que juegan los oligoelementos en el suelo (Agronomía), los catalizadores en las reacciones químicas o las vitaminas en la nutrición. La presencia de oligoelementos en la tierra, aunque en bajísimas cantidades, es fundamental en agricultura, y también en alimentación. La carencia de boro, manganeso, etc. en un suelo puede determinar la ruina de las cosechas; aunque lo fundamental para las plantas sean el nitrógeno, el fósforo y el potasio. En Agronomía existe la llamada ley del mínimo: la producción está limitada por el elemento que se halle en menor cantidad, incluso si éste es un oligoelemento. Y lo mismo pasa en los animales superiores: aunque la alimentación básica esté constituida por proteínas, lípidos y glúcidos, la presencia en bajísimas cantidades de cinc, cobre, vitaminas, etc. es fundamental, y su carencia puede causar alteraciones de la salud nada proporcionales a las dosis mínimas diarias necesarias de estas sustancias.

En el plano de la Física, algo nos insinúa que similares circunstancias pueden darse también en el desarrollo de las rachas climáticas respecto de algunos ciclos planetarios, por débil que pueda resultar la luminosidad o la gravedad de un planeta respecto de otros parámetros (ciclo solar anual, etc.). Pequeños pulsos que se pueden ir acumulando gradualmente, entrar en resonancia con otros y que, además, escaparían al control de las expresiones matemáticas de las ecuaciones diferenciales, inicialmente diseñadas para describir el comportamiento de los grandes sistemas complejos, como es el que estamos tratando.

No sabemos si los antiguos se plantearon estas interrogantes en estos términos, pero sí es comprobable que asociaron la variabilidad climática a los ciclos astronómicos del conjunto de los elementos del Sistema Solar (para ellos la Luna, el Sol y los cinco planetas visibles a simple vista). Y todo ello de un modo coherente, con arreglo a la cosmología de Aristóteles, que estuvo vigente hasta bien entrado el siglo XVII. Se puede contestar a ello que con la nueva Física surgida de Kepler, Galileo y Newton, toda la doctrina aristotélica se vino abajo. Bien, pues estúdiese directamente en las obras de estos autores, no a través de comentaristas o intermediarios, y se comprobará que en absoluto cuestionaron esa cosmología, ni trataron de crear una nueva ciencia que sacara al mundo de la ignorancia en la que había estado sumido hasta entonces. Sólo trataron de crear una imagen física del mundo, no sólo matemática, como era el modelo geocéntrico y geométrico de Ptolomeo, que explicase el movimiento planetario mediante fuerzas reales, descriptibles matemáticamente (modelo causal). En ningún momento cuestionaron el influjo planetario sobre la Tierra. Tycho Brahe, personaje clave en la Historia de la Astronomía, efectuó observaciones meteorológicas en relación a configuraciones planetarias. En la obra de Kepler Sobre los fundamentos muy ciertos de la astrología, se encuentran los pronósticos del tiempo para todo el año de 1602, pronósticos que empezó a publicar unos años antes (1595) y continuó durante más de veinte años. Y no vale decir que no tenían otra cosa. ¿Acaso la tenemos ahora en los plazos largos? Parece que no hemos avanzado demasiado en este campo, tal vez nos viniera bien una cura de humildad…

 

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Figura 3.- Página inicial de la obra de Kepler que incluye los pronósticos del tiempo para 1602


La Física aristotélica ya no está vigente; sabemos que el único astro que da calor a la Tierra es el Sol, una enorme central de fusión nuclear, en contra de la opinión antigua de que el calor llegaba a nosotros procedente de la fricción de las esferas planetarias contra el aire terrestre. Bien, una teoría es un modelo de la realidad, no la realidad misma. Una simplificación, un esquema. La obsolescencia de un modelo (el de la cosmología de Aristóteles) no invalida los hechos observados por los antiguos, que eran muy minuciosos, como puede constatarse leyéndolos. En realidad, el trabajo científico consiste en interpretar esos hechos, en encontrarles una justificación que satisfaga a nuestro intelecto. Nuestros antepasados relacionaron la retrogradación planetaria con el aumento del calor, y, en ciertas condiciones, con la lluvia. Pensaron igualmente que el acercamiento o el alejamiento de los planetas a la Tierra, su diferente velocidad angular, la posición en el Zodíaco y ciertas distancias angulares entre ellos (los conocidos “aspectos” de la astrología), venían parejos a determinadas secuencias climáticas. Podemos verlo en el Libro de las Cruzes, texto árabe en cuya traducción al castellano intervino Alfonso X de Castilla, en el Libro del mundo del judío de Tudela (Navarra)

 

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Figura 4.- Fragmento del Libro de las Cruzes con contenido meteorológico predictivoAbraham Ibn Ezra, en el Tratado de las ynfluencias del cielo del judío de Salamanca Abraham Zacut, en el Capitulo en saber de las lluvias, manuscrito anónimo árabe traducido al castellano que se guarda en la Catedral de Salamanca, y un largísimo etc., del que no puedo olvidar la Summa astrológica (Lisboa, 1632), escritos todos ellos en castellano. Este último libro, del cosmógrafo portugués Antonio de Nájera, está dedicado exclusivamente a la predicción del tiempo por métodos astrológicos. Sólo doy unos ejemplos y de textos españoles, que los hay, y a centenares, del mismo tipo, en las Bibliotecas y Archivos toda Europa. Dicho sea de paso, la Summa de Nájera se encuentra en la magnífica Biblioteca del Instituto de la Marina de San Fernando, pionero en España en cuestiones astronómicas y meteorológicas. Y ahora Google la ha digitalizado y está al alcance de cualquiera.Pero todo esto es papel y papel raído por el tiempo, así que el lector querrá que le presentemos hechos. Hechos que habría que reinterpretar de nuevo, porque el sistema astrológico quedó tan anquilosado en su día como la física y las doctrinas aristotélicas, de modo que fueron perdiendo el aliento a la par. Bien, pues vamos a ello, hablemos de hechos. Previamente, aportamos los símbolos astronómicos de los planetas y de los signos del Zodíaco que empleamos en los ejemplos y gráficos explicativos que vienen a continuación, pensando en el lector no introducido en ellos:
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Dentro de las doctrinas antiguas, el hecho astronómico más notable desde el punto de vista influencial es una conjunción planetaria, y, dentro de las posibles, la múltiple, el llamado stellium. No salgamos del siglo XX y examinemos el de febrero de 1962, con los siete planetas clásicos en Acuario del día 5 de este mes. Siguiendo estas doctrinas, un evento de esta envergadura se dejará sentir durante meses e incluso años. Búsquese en las efemérides los cientos de muertos y desaparecidos habidos por las lluvias en la provincia de Barcelona  en septiembre de 1962, la envergadura de la nevada caída en la capital catalana el día de Navidad de este mismo año, así como los fríos habidos en la Península Ibérica durante enero de 1963. Compruébese que en el Reino Unido este invierno de 1962-63 fue el más frío desde que hay registros, y en U.S.A. el período 1962-64 fue el más seco desde que empezaron allí las observaciones meteorológicas sistemáticas.

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Figura 5.- El cielo del 5 de febrero de 1962 a las 00:10 GMT visto desde Madrid.El programa informático, con el que se ha hecho la anterior figura, no ha soportado el apelotonamiento de planetas en el signo de Acuario (aunque pueden verse las longitudes de todos ellos a la derecha).Antes he citado la relación entre movimiento inverso de los planetas y la lluvia. Compruébese que en la riada del Ebro de comienzos de febrero de 1978, que no fue una cualquiera, Marte, Júpiter y Saturno presentaban moción inversa, un hecho astronómico poco frecuente. Obsérvese en el gráfico cómo vistos desde la Tierra, se hallan opuestos al Sol, lo cual implica moción inversa en el Zodíaco (el programa informático lo recalca pintando las longitudes en azul y con una “r” a su izquierda). 
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Figura 6.- Cielo del 24 de enero de 1978 a las 7:56 GMT calculado para Zaragoza. Gran riada del Ebro en el entorno del 6 de febrero y gran temporal de invierno a mediados de mesAlguien podría pedirnos algo más consistente. Bien, pues citaré un trabajo, aún inédito, del matemático de la Universidad de Alicante Miguel García Ferrández, especializado en Tratamiento de Datos. Con los  más de 100 años de registros meteorológicos continuados del Observatorio del Ebro (quitando algunos meses de la Guerra Civil), la correlación entre las retrogradaciones de Venus y la lluvia en Tortosa, después de depurar los factores estacionales y todos los que podrían interferir o superponerse, arroja un valor del 99,8%. Dicho de otro modo, que la correlación (llueve más cuando Venus retrograda que cuando no lo hace) se deba al azar tiene una probabilidad del 0,2%.En fin, no quisiera agotar al lector, esto sólo es una pequeñísima muestra. Dicho simplemente, creo que hay muchos motivos para trabajar en este campo, así como gratas recompensas de tipo personal, científico y social al final para quien tenga la osadía de adentrarse en esta clase de investigaciones. Además de lo económico, por supuesto, que bien lo vale avanzar en el pronóstico a largo plazo. Y digo investigar porque, de momento, estamos como estábamos hace siglos en materia de predicción del tiempo mediante marcadores astronómicos. También debe esperarse alguna que otra sonrisa de conmiseración y alguna que otra puya de quienes se atreven a juzgar y a condenar aquello que ignoran, que no faltan. Yo ya me las he llevado. Y las que aún faltan por caerme. Pero también he disfrutado de lo lindo aprendiendo y, encima, he tenido la enorme satisfacción de encontrar a otros que andan por el mismo camino, y también quienes han sabido escuchar y reconocer el trabajo realizado. Y ahora son personas amigas. Por otro lado, me preguntáis en qué consiste la Astrometeorología. Lo primero que debo decir es que este término no se encuentra en obra alguna hasta mediados del siglo XIX: el británico Richard James Morrison, más conocido por el seudónimo de Zadkiel, fundó en 1860 la Astrometeorological Society, que llegó a contar con doscientos miembros en breve tiempo, entre los que había médicos, muy interesados por el clima en esa época. Perteneció a la London Meteorological Society, de la que fue elegido para la dirección en 1840. El francés Albert Nodon (presidente de la Sociedad astronómica de Burdeos y miembro de la Academia de Ciencias de Barcelona) también usó el término Astrometeorologie a principios del siglo XX en sus ensayos de predicción mediante las manchas solares, tormentas magnéticas, campo eléctrico terrestre, “aspectos” heliocéntricos de Mercurio y Venus, etc. 
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Figura 7.- Gráfico del texto de Albert Nodon Essay D’Astrometeorologie (1920). La intensidad magnética, la carga terrestre y el estado de la atmósfera en junio-julio de 1919Actualmente, lo que se entiende por Astrometeorología, o, mejor, la predicción del tiempo mediante marcadores astronómicos, intenta llevar a cabo esta tarea mediante la interpretación de las configuraciones planetarias. Kepler sólo trataba de los “aspectos” entre planetas, pero todos los demás que trabajaron en la predicción examinaron el cielo en momentos muy precisos, los de las lunas nuevas y llenas, que es lo que hemos hecho en los gráficos anteriores. Este precisamente ha sido nuestro punto de partida. Pero es sólo eso, un reinicio, un retomar una labor que ha de reinventarse o reformularse en los próximos años. Y, para eso, debe haber muchos ojos observando y muchas mentes interpretando lo observado.Mientras tanto, acumulamos observaciones, rastreamos las efemérides, las épocas climáticas, las rachas estacionales, anuales y bianuales, hacemos ensayos de predicción y tratamos de comprender tanto los aciertos como los errores. Acopio de bibliografía, traducciones, adaptaciones y puesta en práctica. Ensayar, valorar, prueba y error, etc. Y tratamiento de datos, nuestros matemáticos hacen arder sus computadoras. Sobre todo ahora que hay datos meteorológicos accesibles de todo el mundo y se han abierto también los españoles.¿En qué momento de la historia surge el interés del hombre por tratar de averiguar el tiempo venidero a largo plazo?Pienso que esta necesidad, este “urge”, nace con la misma condición humana, por pura necesidad de supervivencia. Si hemos colonizado todas las latitudes del planeta es precisamente por este saber anticiparnos a las condiciones adversas y así sobreponernos a ellas. Piénsese en el Paleolítico, con las glaciaciones. Y más aún con la deglaciación de Europa y la desecación del Sahara, con la gran catástrofe climática que supuso la transición al Neolítico, y la necesidad que surgió de trabajar la tierra (nacimiento de la agricultura) y de cuidar el ganado (nomadeo, trashumancia). Todo ello exige un conocimiento muy detallado de la secuencia climática del año, donde se incluyen los plazos largos. Así que no hay que extrañarse si encontramos en todas las culturas un modo u otro de indagar en este problema.¿Qué tipo de predicciones meteorológicas tenía a su disposición un hombre ilustrado del siglo XVI ó XVIII?A diferencia del campesino, a quien nunca le ha faltado una riquísima tradición oral, generalmente en forma rimada para facilitar la memorización, el hombre ilustrado, siempre un ciudadano, por lo general, siempre ha dispuesto de libros. En esta materia, y en la época por la que me preguntáis, estaba vigente aún la cosmología aristotélica, y todo lo conocido no era otra cosa que la ciencia griega traducida y retraducida a las lenguas romances, además de las doctrinas astrológicas en este campo del conocimiento.Por una parte, en esta época están las colecciones de signos del tiempo que vemos en las citadas “Cronologías y Repertorio de los Tiempos”; signos de los animales, de las nubes, fotometeoros, del aspecto del Sol, de la Luna y de sus cuernos, etc., colecciones a veces exhaustivas y agotadoras.De finales del siglo XV tenemos el Tratado de las ynfluencias del cielo del judío salamantino Abraham Zacut, ya citado, que contiene un capítulo dedicado en exclusiva a la predicción astrológica del tiempo, y en donde se citan observaciones y predicciones llevadas a cabo con éxito en Castilla. Incorpora una doctrina, muy importante en Astrometeorología, que los árabes trajeron de la India, la de las “aberturas de las puertas del cielo”, para la lluvia, el viento, etc., al parecer ignorada de Ptolomeo.El siglo XVI, con la utilización masiva de la imprenta, es el de la proliferación de los almanaques con pronósticos, entre ellos, los meteorológicos. Podemos citar aquí los del aragonés Pedro Ciruelo, conocido como gran matemático y teólogo, pero también astrólogo y muy buen conocedor de la doctrina de las grandes conjunciones (sobre la que escribió varias obras que se han conservado). En algunos libros de Climatología se suele hablar de las predicciones fallidas del diluvio para 1524 como prueba de la futilidad de las doctrinas astrológicas. El examen riguroso de las fuentes y de los hechos prueban que se trata de una torpe manipulación. Iba a decir de una manipulación interesada, pero ¿qué interés “científico” puede haber en tergiversar la verdad histórica?   
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Figura 8.- Esta obra, publicada en 1606 en México, contiene pronósticos del tiempo, semana a semana, desde 1606 a 1620Fuera de España, entre el siglo XVI y el XVII encontramos los pronósticos de Tycho Brahe, pero, sobre todo, de Kepler, ambos aplicación de configuraciones planetarias. En México tenemos los pronósticos de Henrico Martínez, consecutivos de 1606 a 1620, en una sola tacada. En España podemos citar los pronósticos meteorológicos de Diego Ortiz Zamorano, Miguel Marquezi y un largo etcétera.El siglo XVIII también es muy rico en este tipo de publicaciones con pronósticos del tiempo. Entre los más notables, los del médico cordobés Gonzalo Antonio Serrano, los del salamantino Diego de Torres Villarroel y, ya al final del siglo, encontramos uno de los últimos exponentes de las doctrinas astrológicas aplicadas a la predicción del tiempo, el también salamantino Josef Iglesias de la Casa.Pero es en este siglo cuando también empiezan a realizarse las primeras observaciones meteorológicas sistemáticas con aparatos, y la ciencia de la atmósfera comienza a echar los cimientos del edificio que ahora conocemos.La Meteorología moderna no tiene en cuenta la influencia de los astros en el comportamiento de la atmósfera terrestre. En su opinión, ¿habría que construir nuevamente el edificio meteorológico contando también con la Astrometeorología?No tiene en cuenta ese influjo (aparte del Sol claro), pero hay constancia segura de que en los grandes centros de predicción se ha ensayado la introducción de factores astronómicos en las ecuaciones que se entregan a las computadoras. Era esperable que las soluciones no reflejaran cambios significativos. Ahora bien, ¿qué significa esto? ¿Qué el influjo no existe, o que, de existir, éste resulta despreciable? ¿O que las ecuaciones no responden a una representación suficientemente aceptable de la maquinaria climática terrestre, acoplada a la dinámica planetaria?Yo me decanto por esto último. Entre finales del siglo XVII y hasta finales del XIX, el  éxito de la Mecánica de Newton (pero, sobre todo, de sus continuadores, Laplace, Hamilton, etc.) arrolló de tal modo la Física de Aristóteles que se llegó a pensar que el mundo ya estaba interpretado y la labor de los físicos concluida. Dicho sea de paso, poco tiene que ver el mecanicismo que eclosionó a partir de de los Principia, con el pensamiento del propio Newton, quien dedicó su vida y su trabajo mucho más a la Teología y a la Alquimia que a la Física y a las Matemáticas (pese a haber incidido en ellas de un modo trascendente). Sin embargo, el mecanicismo surgido de la aplicación de las Leyes de Newton es ya hace tiempo un edificio en ruinas. No es aplicable en el nivel microscópico (partículas y átomos), y, en el macroscópico, las ecuaciones diferenciales muestran incertidumbre a nada que se compliquen los sistemas. Me estoy refiriendo a ese nuevo concepto de la Física, el de caos dinámico, y a su consecuencia, la indeterminación. Ambos presentes en Meteorología y Climatología, precisamente.La Meteorología actual genera unas predicciones muy satisfactorias en los plazos inmediatos, o, incluso a veces, para varios días vista, que para nada precisan del entorno cósmico inmediato (Sistema Solar). Ahora bien, el problema viene cuando alargamos estos plazos. Por un lado tenemos la indeterminación, y se recurre a los ensembles: estudiar hacia qué situaciones reales puede derivar la atmósfera a partir de un cierto estado y a cuantificar su probabilidad. Pero, ¿qué conocedor de la Meteorología puede dar crédito a esas situaciones a 7-10 días vista? Y, ¿entre cuál de ellas elegir? “Dios no juega a los dados”, ¿recuerdan? Por otro, si, realmente la maquinaria climática terrestre funciona como un todo solidario con el Sistema Solar, ¿qué sentido físico tienen esos modelos que para nada lo tienen en cuenta? ¿Qué clase de ciencia estamos haciendo?Se me dirá: ¿dónde están las pruebas? Y contesto, como tantos otros han hecho en el pasado: en las Matemáticas. Durante las últimas semanas, nuestro matemático no para de encontrar nuevos hechos, nuevas correlaciones, ahora que AEMET ha abierto sus datos. Pero sólo quien busca puede encontrar, y a condición de que antes haya imaginado la realidad cercana a tal como es. Poco encontrarán quienes obcecadamente se niegan a admitir la solidaridad cósmica de nuestro planeta, particularmente en lo que toca al clima.Por otro lado, ¿se nos ha olvidado que va a hacer un siglo que los jesuitas que fundaron el Observatorio del Ebro demostraron irreprochablemente la correlación entre la Luna y la lluvia con 20 años de registros? Tengo a la vista ese trabajo de Luis Rodés, S. J., publicado en Tortosa en 1937, en plena Guerra Civil. Parece que no haya aprovechado excesivamente a la comunidad científica, o, al menos, eso parece… ¿De qué manera la Astrometeorología puede contribuir a mejorar los pronósticos meteorológicos disponibles en la actualidad?Más adelante cito el caso de un meteorólogo argentino profesional que está estudiando Astrometeorología y se muestra gratamente sorprendido de la potencia en el largo plazo que ésta proporciona. Él tiene a mano cada día los modelos numéricos y las predicciones que de ellos se derivan, con datos cuantitativos, y los factores astrometeorológicos (aspectos planetarios, regencias, aberturas de puertas, retrogradaciones, etc.). Pese a que por esta segunda vía estamos aún en una fase cualitativa, me comenta a menudo que se acercan más a la realidad las expectativas de los marcadores astronómicos que las del GFS y otros modelos del mismo corte.Sólo aplicando las doctrinas antiguas, la Astrometeorología nos permite lujos como haber predicho en septiembre 2009 que “2010 sería un año climatérico”. Recuérdense los extremos climáticos del año pasado a escala planetaria. El motivo para esta predicción era simple: Júpiter y Saturno, los cronocratores del Sistema Solar (gobernadores del tiempo, o sea, de los pulsos temporales) se opusieron (estuvieron a 180º sobre Zodíaco) en el eje equinoccial, o sea, 0º Aries-0º Libra. Ya se sabe que ahí se producen las mareas principales del año con los luminares. No es una circunstancia cualquiera desde el punto de vista influencial, como no lo ha sido 2010 con sus fenómenos extremos y altísima temperatura media global, que dejará huella climática para unos cuantos años.Cuando estábamos en plena sequía del bienio 2005-2006, el entonces responsable del Área de Predicción del Instituto Nacional de Meteorología, que tuvo la gentileza de asistir a una conferencia nuestra en Ciempozuelos sobre las predicciones meteorológicas de Abraham Zacut para Castilla a finales del siglo XV (esto era a comienzos de febrero de 2006 y había mucha preocupación en el Gobierno Central por la falta de lluvia), este meteorólogo con responsabilidad, digo, fue testigo de una atrevida predicción pública nuestra: “la sequía termina este otoño”. Delante de una numerosa concurrencia, hizo un gesto como diciendo “ojo, que tomo nota”. Espero que el lector recuerde lo que sucedió en otoño de 2006. ¿Por qué nos atrevimos a decir esto y ante un testigo tan calificado? Pues porque la probabilidad de que así sucediera era muy alta: Marte y Júpiter se juntarían ese otoño en Sagitario, el signo de Castilla, una circunstancia muy bien descrita por Zacut, que era judío salamantino, pero citando a un autor griego.Hoy se habla hasta la saciedad, y como nunca, del cambio climático y del recalentamiento global de la Tierra. Pero las doctrinas de los antiguos, aplicadas a los ciclos climáticos de largo alcance, nos permiten ubicarnos en el problema y que éste pierda parte de su espesura. Me explico. Siguiendo esas doctrinas, el acontecimiento astronómico de mayor envergadura influencial de los últimos 2400 años fue la conjunción Júpiter-Saturno en 9º de Libra de finales de 1980. Ahí podemos situar el final del último período climático, el subatlántico, que empezó con la suavización del clima pareja al nacimiento de Roma (sobre -400). Este ciclo mayor Júpiter-Saturno posee otros sub-períodos de 800 y 400 años, que jalonan bastante adecuadamente los enfriamientos y calentamientos periódicos de la Tierra (óptimo medieval –siglo XIII-, Pequeña Edad de Hielo, etc.). Como digo, el denominado Período sub-atlántico terminaría ahora, y empezaría otro de unos 2400 años que es aún toda una incógnita cómo va a ser. El jalón principal está en 1980. A ambos lados tenemos períodos de 20 años, que es lo que tardan Júpiter y Saturno en reunirse de nuevo en los cielos. Hacia atrás tenemos 1960 y 1940, que serían los marcadores de la llamada “crisis climática del siglo XX”. Hacia delante hemos tenido ya el año 2000 (exacerbación del alza de las temperaturas) y pronto vendrá 2020 y sucesivos, que irán definiendo esos nuevos patrones de circulación atmosférica que ya se vislumbran. 2010, por producirse la oposición de estos planetas en el eje equinoccial, ha sido también climatérico, como se comprueba en las efemérides y en los registros meteorológicos.En fin, no quisiera explayarme demasiado. En España tenemos un único equipo, y no profesional, aunque muy cualificado, de cuatro personas que hacemos predicciones meteorológicas y climáticas sistemáticas utilizando marcadores astronómicos. ¿Se imagina si este equipo creciera numéricamente y recibiera apoyos institucionales? Sin embargo, todavía topamos con prejuicios e ideas preconcebidas, incluso con las estructuras legislativas españolas. Cuando la Sociedad Española de Astrología, que tiene un sólido proyecto de enseñanza, acudió en 2008 al Ministerio de Educación y Ciencia a solicitar la inclusión de materias optativas en Educación Secundaria y en la Universidad, recibió una pintoresca respuesta: el MEC no tiene competencias, sólo las 17 Comunidades Autónomas. 
Entrevista Del Mes: José Luis Pascual
Figura 9.- De izquierda a derecha: Empar Landete Bermell, Adela Ferrer Baró, Miguel García Ferrández y José Luis Pascual Blázquez, el único equipo español de predictores que utiliza los marcadores astronómicos en el pronóstico meteorológicoY, para avanzar en este campo, no hay duda sobre la necesidad de aportar unos buenos planes de estudio que formen mentes capaces de trabajar en equipo e investigar como se hace en cualquier campo científico. Mentes jóvenes, con audacia y desparpajo suficientes, capaces de renovar la savia del viejo árbol del conocimiento.¿Qué proyectos tienen pensado acometer en la Asociación de Cabañuelas y Astrometeorología a lo largo del presente año?Estamos pendientes de concretar unas Jornadas de Divulgación en la provincia de Jaén, ya que no hemos celebrado un congreso desde octubre de 2009, que lo llevamos a cabo en Almagro (Ciudad Real), el noveno de una serie iniciada en 1995.Otra es la de crear un blog que mejore la comunicación entre nuestros socios, con lo que tendríamos información meteorognómica en tiempo real. También podríamos mejorar y comentar nuestras predicciones en base a marcadores astronómicos, la más comprometida (y prometedora), de quienes formamos parte de la Asociación. También tendríamos informaciones directas del Hemisferio Sur (Argentina, Chile, etc.), que siempre tenemos olvidado, a través de nuestros lectores y estudiantes hispanos de esos países, ampliando nuestra visión climática. Tenemos además una gran laguna de conocimiento del Hemisferio Austral, pues las doctrinas astrológicas, al provenir de las latitudes medias del Hemisferio Norte, nada nos dicen de los significadores de los vientos allí, ni de las regencias de los signos en esa parte del mundo. Y debemos rellenar esas lagunas a base de observación y trabajo de interpretación.   ¿Hay alguna página de Internet dónde nuestros lectores puedan acercarse al mundo de la Astrometeorología?Desgraciadamente son pocas las existentes, y menos en nuestro idioma, así que propondremos la nuestra personal y la de la Asociación, que desde enero de 2001 la primera y noviembre de 2007 la segunda han acumulado gran cantidad de información de libre circulación, enlaces, artículos, bibliografía, publicación de obras y temas nuevos… y, cómo no, de pronósticos de largo alcance. Hace sólo unos pocos meses hemos puesto en circulación una Escuela de Predictores. Tenemos programados dos cursos. El Nivel 1 es básico y se aprenden en él paso a paso los fundamentos astronómicos y necesarios para atajar la predicción del tiempo a largo plazo. Lo acompañan numerosos ejercicios, que se devuelven corregidos on-line, y al final hay que resolver 20 problemas reales de predicción. Superado el Primer Nivel viene un Nivel 2 de mayor complejidad. Porque la predicción en base a marcadores no es fácil y requiere un aprendizaje sólido, además de experiencia. Como en los primeros tiempos de la predicción meteorológica, el pronóstico del tiempo mediante marcadores astronómicos depende aún en buena parte de la capacidad y buen tino del predictor. Dicho de otro modo, tenemos que eliminar esa subjetividad inmanente que ahora nos lastra. Es un camino que hemos de andar, como lo hizo la Meteorología con el paso de los años. El “Curso de Predictores” requiere buenas horas de estudio, pero, a cambio, la recompensa que hay detrás merece la pena, damos fe de ello a través de nuestros alumnos actuales, entre los cuales hay un meteorólogo profesional.Así que, para finalizar, ahí van nuestras direcciones web:

http://astrofactoria.webcindario.com

http://astromet.webcindario.com


Gracias a José Luis Pascual por su amabilidad hacia la RAM y sus lectores.

Esta entrada se publicó en Entrevistas en 01 Abr 2011 por Francisco Martín León