Comares, el balcón blanco de la Axarquía fundado en el siglo VII a. C. que ni Napoleón logró doblegar
Hoy viajamos a este pueblo con siglos de historia, desde asentamientos íberos hasta su resistencia a Napoleón, un lugar que conserva tradición, calles blancas y un encanto único en plena Axarquía malagueña.

Si hay una comarca de la Costa del Sol que combina tradición, historia y paisajes que cortan la respiración, esa es la Axarquía. Situada al este de Málaga, se extiende desde la vertiente montañosa de la Sierra de Tejeda hasta la brisa mediterránea de la costa.
Sus pueblos blancos, viñedos, almendros y olivos crean un mosaico rural que parece detenido en el tiempo. Entre estas joyas se encuentra un pueblo conocido como el “balcón blanco” de la Axarquía, un lugar donde la historia y la belleza natural se funden de manera única.
La historia que se asoma desde el balcón de la Axarquía
Nos referimos a Comares, un pequeño municipio que se alza majestuoso sobre la ladera de la Sierra de Cómpeta, a unos 700 metros sobre el nivel del mar, con vistas que abarcan hasta la Costa del Sol y el mar Mediterráneo.
El pueblo se encuentra a solo 16 kilómetros de Vélez-Málaga, la ciudad más conocida de la comarca, y a 50 kilómetros de Málaga capital. Esta cercanía permite a los visitantes combinar la tranquilidad de un entorno rural con la comodidad de acceder a servicios urbanos en poco tiempo.
El pueblo que resistió a Napoleón y mira al Mediterráneo
Uno de sus grandes atractivos es el Castillo de Comares, del que hoy se conservan restos de murallas y la Torre del Homenaje, fue levantado en el siglo XIII y reforzado tras la conquista cristiana en 1487, cuando los Reyes Católicos integraron la Axarquía a la Corona de Castilla.
Este castillo resistió incluso los ataques napoleónicos en el siglo XIX durante la Guerra de la Independencia española, cuando las tropas francesas intentaron tomar numerosos enclaves estratégicos en la Axarquía.
Parroquia de Nuestra Señora de la Encarnación (Comares). Conserva el artesonado original del XVI, la cúpula del XVIII en la capilla sacramental, y los arcos de las naves tal como fueron concebidos en el XVI. pic.twitter.com/WZNFMxznjD
— 𝐈𝐕𝐀𝐍 𝐋𝐎𝐏𝐄𝐙 𝐌𝐎𝐋𝐈𝐍𝐀 (@ivanlopez_04) May 10, 2025
Gracias a su ubicación elevada, sus gruesos muros y la valentía de sus defensores, Comares logró mantenerse firme, evitando la ocupación y consolidando su reputación como una fortaleza prácticamente inexpugnable que había superado siglos de conflictos.
La Iglesia de la Encarnación, construida en el siglo XVI sobre los cimientos de una mezquita medieval, es otro ejemplo del mestizaje cultural de la zona. Su arquitectura combina elementos renacentistas con trazas mudéjares, lo cual refleja la transición de la población de la época musulmana a la cristiana.
Calles blancas, miradores de ensueño y gastronomía única
Comares es un laberinto de calles estrechas y empedradas, con casas encaladas adornadas con macetas de geranios y buganvillas. Este característico color blanco no solo es estético, sino que ayudaba a mantener frescas las viviendas en verano.
Comares, el balcón de la Axarquía con alma andalusí
— Pueblos Mágicos de España (@pueblosmagicos) October 5, 2025
En lo alto de un cerro y tocando el cielo de Málaga, Comares es un Pueblo Mágico donde cada rincón conserva huellas moriscas, vistas infinitas y un silencio que enamora. Callejuelas empinadas, casas encaladas y la esencia pic.twitter.com/ndezG4mtT5
Sus miradores son otro de los grandes atractivos del pueblo. Desde ellos se puede contemplar el valle de Cómpeta, la costa de Málaga e incluso el Mediterráneo en días despejados. La luz del amanecer y el atardecer transforma el paisaje, ofreciendo imágenes que se quedan grabadas en la memoria.
Lo cierto es que este pueblo malagueño también destaca por su patrimonio etnográfico y gastronómico. La almazara de aceite de oliva y los viñedos que rodean el pueblo producen algunos de los mejores productos de la Axarquía.
Platos tradicionales como el ajoblanco, las migas y el vino local permiten al visitante saborear la historia de la región. Las festividades locales, especialmente la Feria en honor a la Virgen de la Esperanza en agosto, llenan las calles de música, bailes y color, lo que mantiene vivas las raíces culturales de este pueblo que, sin duda alguna, merece ser visitado.
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