Las nubes de primavera que retrataron Monet, Pissarro o Van Gogh

Los cúmulos, como máximo exponente de las nubes de primavera, abundan en los cuadros. Pintores como Monet, Pissarro o Van Gogh los retrataron.

Las amapolas
Las amapolas (1873). Claude Monet © RMN-Grand Palais (Musée d'Orsay)

En los cuadros de paisaje abundan los cielos primaverales. En ellos aparecen con frecuencia cúmulos, en distintos estados de desarrollo, dependiendo de las escenas representadas. Las nubes de algodón son las típicas de los días soleados, de tiempo apacible. A veces, surgen solo unas pocas de pequeño tamaño y gran blancura, pero en otras ocasiones son más grandes, comienzan a mostrar un aspecto grisáceo en su base y terminan cubriendo una porción mayor de cielo.

Su crecimiento vertical y tamaño vienen dictados por la convección. Este mecanismo natural transporta en la vertical, de abajo arriba en la troposfera, calor y otras propiedades de las masas de aire, como la cantidad de vapor de agua o de movimiento. El aumento de la insolación en primavera intensifica la citada convección, produciéndose corrientes ascendentes de aire, que en muchos casos culminan en la formación de los cúmulos tan característicos de la estación.

Aparecen, por ejemplo, en el famoso cuadro de Las amapolas, del pintor impresionista francés Claude Monet (18401926). Entre 1871 y 1878 el artista se instaló en Argenteuil, una pequeña localidad francesa próxima a París, y allí pintó al aire libre paisajes de bella factura como éste. Históricamente, la llegada de la primavera es el momento del año en que los pintores buscan la luz del exterior y llevan a cabo los bocetos y cuadros (en el caso de los impresionistas) de los paisajes.

En los lienzos de Monet de la referida etapa, no faltan los cielos azules salpicados de nubes blancas, lo que da armonía a la composición final de las obras. Monet, diluye los contornos, pues lo que buscaba con sus pinceladas sueltas era precisamente capturar los momentos únicos e irrepetibles que nos brinda la atmósfera (la evolución nubosa).

Paisaje de las Tullerías de Pissarro
Los Jardines de las Tullerías en una mañana de primavera (1899). Camille Pissarro © The Metropolitan Museum of Art, Nueva York.

Tenemos otro buen ejemplo en el cuadro Los jardines de las Tullerías en una mañana de primavera, del también pintor impresionista francés y amigo de Monet, Camille Pissarro (1830-1903). Pertenece a una serie que el artista llevó a cabo desde su apartamento en la parisina rue de Rivoli, en 1899, y vemos en él el típico cielo de primavera, salpicado de pequeños cúmulos (Cu humilis), también conocidos como “de buen tiempo”.

Nubarrones de tormenta primaveral

La primavera también brinda cielos tormentosos, que no faltan tampoco en las pinacotecas. Pintó uno de ellos Vincent van Gogh (1853-1890) durante su estancia en Arlés, en el sur de Francia, apenas dos años antes de morir. La pintura lleva por título Paisaje bajo un cielo tormentoso.

El cuadro fue pintado en mayo de 1888 y toda su parte superior está dominada por unas voluptuosas nubes cumuliformes, de aspecto amenazante, mientras que en la inferior se extiende un campo florido.

Paisaje bajo un cielo tormentoso
Paisaje bajo un cielo tormentoso (1888) Vincent van Gogh © Fundación Socindec, Vaduz, Liechtenstein

El aspecto sombrío y dramático del cielo, un motivo que Van Gogh repitió en algunas otras de sus últimas obras –como por ejemplo, Trigal bajo un cielo tormentoso (1890)– refleja el carácter atormentado, la tristeza y la profunda soledad que marcaron los últimos años de este genio de la pintura.

Nubes de primavera
Nubes de primavera (1925). Adolf Fényes © Museo Nacional del Prado, Madrid

Encontramos unas nubes mucho más oscuras, que presagian la inminente tormenta, en la pintura Nubes de primavera, del pintor y dibujante húngaro Adolf Fényes (1867-1945). En primer plano, un granjero conduce a toda velocidad un carruaje tirado por dos caballos, a los que fustiga para que vayan al galope, en un intento por buscar un lugar para resguardarse de la tormenta. El cuadro lo pintó en 1925 y puede contemplarse en el Museo Nacional del Prado, en Madrid.