Una experta en seguridad alimentaria avisa: "los ultraprocesados están diseñados para crear adicción, y lo consiguen"
Cada vez más estudios apuntan a que ciertos alimentos ultraprocesados pueden generar comportamientos parecidos a una adicción. La ciencia empieza a considerar el placer de comer como algo más complejo de lo que parece.

Sí, te ha pasado a ti y a mi. No te escondas. Has abierto una bolsa de patatas fritas con la intención de comer solo una y... exacto, no has podido. No es que te falte fuerza de voluntad, ni que seas débil. Es que están diseñadas para que no puedas parar. Literalmente.
La culpa la tiene algo que en inglés suena hasta bonito: bliss point o “punto de la felicidad”. Es el equilibrio perfecto entre azúcar, grasa y sal que activa en nuestro cerebro el sistema de recompensa como si fuera una fiesta sorpresa... una y otra vez. Pero ojo: esto no lo decimos nosotros por dramatizar. Lo dice la ciencia. Y cada vez con más contundencia. Es un problema de salud pública que hay que atajar YA.
¿Adicción? Sí, y no a la ensalada
Un estudio reciente, liderado por Ashley Gearhardt, psicóloga de la Universidad de Michigan, y publicado en Nature Medicine, ha dado el golpe más fuerte hasta ahora: los alimentos ultraprocesados (UPFs) pueden cumplir los mismos criterios clínicos que una adicción a drogas como el alcohol o la cocaína.
Y no, la gente no se vuelve adicta a las manzanas. Ni al arroz integral. Se vuelve adicta a las galletas, refrescos, bollería industrial y snacks salados. ¿Por qué? Porque son productos hiperpalatables, formulados para ser irresistibles, intensos y rápidos, como un chute directo al sistema dopaminérgico.

Pero lo más potente no es una opinión suelta: el artículo histórico publicado en Nature Medicine sintetiza evidencia de casi 300 estudios en 36 países. Todos apuntan en la misma dirección: estos productos pueden secuestrar el sistema de recompensa del cerebro, provocando antojos, pérdida de control y consumo persistente a pesar de consecuencias dañinas. Justo como pasa con otras adicciones reconocidas clínicamente.
El “bliss point”: el algoritmo del enganche
El término fue acuñado por el científico Howard Moskowitz, el mismo que ajustó la receta de las salsas para que fueran perfectas al paladar medio. Este “punto de máxima palatabilidad” no tiene nada que ver con el hambre. Se trata de encontrar la combinación que más estimula nuestros sentidos. ¿Resultado? Tu cerebro lo registra como recompensa, genera placer... y te pide repetir.

Esto se refuerza porque los alimentos ultraprocesados activan los mismos circuitos neuronales que las sustancias adictivas. Estudios de neuroimagen han demostrado que los cerebros de personas con consumo compulsivo de estos alimentos presentan alteraciones cerebrales comparables a las que causa la cocaína o el alcohol.
¿Por qué no está reconocido oficialmente?
Y aquí viene el doble rasero. El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) incluye adicciones como la del óxido nitroso o la cafeína, con una base científica mucho más limitada.
La adicción a los alimentos ultraprocesados aún no ha sido reconocida, a pesar de tener cientos de estudios de respaldo. No podemos esperar más, es realmente un problema de salud pública.
¿Y ahora qué hacemos?
No se trata de demonizar toda la comida. Ni de prohibir la pizza del viernes (a que el pollo a la plancha no tiene día. Pues eso). Pero sí de reconocer que hay productos diseñados para engancharnos y que eso tiene consecuencias: obesidad infantil, enfermedades metabólicas, y pérdida de control.
Desde el ámbito científico ya se están proponiendo medidas similares a las del control del tabaco.
- Regulación de la publicidad dirigida a menores
- Etiquetados claros sobre ingredientes y efectos
- Educación nutricional basada en ciencia
- Investigación clínica sobre cómo tratar esta adicción
¿La solución? Volver a lo básico y exigir responsabilidad
Los productos ultraprocesados no son necesarios para sobrevivir. Lo que necesitamos son alimentos y no productos. La clave está en que lo que compremos sea lo más parecido al alimento original: frutas, verduras, legumbres, cereales integrales... alimentos que no vienen con mascota en el envase ni hacen crunch en estéreo.

Y por supuesto, no todo depende de nosotros como consumidores. Necesitamos un cambio estructural que incluya regulación, políticas públicas y responsabilidad empresarial. Porque mientras el debate siga en si tú eliges comer galletas o no, las grandes compañías seguirán ganando. Y nuestros cerebros, perdiendo.
Referencia de la noticia:
LaFata, E.M., Moran, A.J., Volkow, N.D. et al. Now is the time to recognize and respond to addiction to ultra-processed foods. Nat Med (2025). https://doi.org/10.1038/s41591-025-03858-6