Un peligro en el que pocos piensan: así podrían agravar las lluvias el problema de los montes quemados este verano

Este verano las llamas arrasaron más de 350.000 hectáreas en España y las consecuencias, no acabaron con el cese del fuego, y las fuertes lluvias podrían agravarlas ¿Por qué? Aquí lo contamos.

Las lluvias de estos próximos días pueden provocar problemas de erosión y contaminación en las zonas afectadas por los incendios del pasado verano.

El fuego fue el absoluto y devastador protagonista de este pasado verano en España. Sin lugar a dudas, ha sido una de las mayores catástrofes naturales de las últimas décadas en nuestro país.

Numerosas aldeas y pequeños poblados fueron arrasados, con viviendas que quedaron reducidas a cenizas, infraestructuras destruidas y espacios naturales completamente devastados. Los impactos van más allá de lo material: la biodiversidad ha sufrido un golpe irreparable, con bosques enteros desaparecidos, fauna desplazada y suelos que necesitarán décadas para regenerarse.

Las consecuencias de las llamas, más allá de las que ya se fueron visibles, se sufrirán durante un largo período de tiempo y con la llegada del otoño, las lluvias comienzan a hacer estragos en muchas zonas que fueron devastadas.

Los problemas que puede causar la lluvia en zonas quemadas

Si bien la lluvia es una gran aliada para combatir las llamas, una vez se apagan por completo y pasa cierto tiempo, puede ser agravar los daños en un terreno que tras la catástrofe, es muy vulnerable.

Con la llegada de las lluvias, especialmente si son intensas o repentinas, el agua arrastra esa capa fértil, acelera la erosión y puede provocar deslizamientos de tierra o la colmatación de cauces. Ello favorece a que el terreno sea más susceptible a las lluvias, y también a nuevos incendios.

Asimismo, los suelos calcinados absorben menos agua, por lo que las precipitaciones pueden provocar corrientes rápidas o inundaciones locales, que pueden ser de lodo negro, especialmente en pendientes y cauces de ríos.

Otra de las consecuencias de la pérdida de la capacidad natural de absorber el agua, es la formación de una capa hidrofóbica, que favorece la escorrentía superficial.

La combinación de erosión, pérdida de nutrientes y contaminación retrasa la regeneración natural de la vegetación. Esto prolonga la vulnerabilidad del ecosistema durante meses o incluso años, incrementando la probabilidad de nuevos incendios al dejar el terreno seco, degradado y sin cobertura vegetal suficiente para retener la humedad.

El impacto no se limita al terreno, el arrastre de cenizas y sedimentos puede contaminar cursos de agua, acuíferos y embalses, afectando también a la fauna y a la calidad del agua.

Las cenizas suelen permanecer visibles en el paisaje durante semanas o incluso meses. Sin embargo, sus efectos sobre el suelo y los recursos hídricos pueden prolongarse durante años.

Otros problemas serios: la calidad del agua

Las lluvias intensas en las zonas devastadas por el fuego representan un riesgo añadido: la ausencia de vegetación. Esto impide que el terreno funcione como filtro o contención natural.

Más de 354000 hectáreas ardieron este verano en España.

Este proceso no solo implica la pérdida de material del suelo, sino que también puede alterar gravemente la calidad del agua. Las partículas finas y los compuestos liberados durante la combustión, como metales pesados, nutrientes en exceso o sustancias tóxicas, se disuelven o se depositan en los ecosistemas acuáticos.

Como consecuencia, provocan turbidez, desequilibrios químicos y afectando a la flora y fauna que dependen de esos recursos.

En el caso de que las lluvias sean intensas y frecuentes, estos arrastres pueden repetirse de forma continuada, incrementando la contaminación y dificultando la recuperación del equilibrio ecológico tanto del suelo como de los cuerpos de agua cercanos.

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