"El 85% de los alimentos en España contiene aditivos plásticos": esto merece una explicación

El titular es jugoso. Ya está, estamos comiendo bolsas del súper versión puré. Pero espera, como siempre, la historia completa es un poco más larga y mucho menos apocalíptica.

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Que haya presencia de una sustancia, no significa que esa cantidad vaya a tener un efecto en nosotros. Pero hay que reducir el uso de plástico y utilizar los envases para lo que son y no darle otros usos después.

Hace unos meses, el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) publicó un estudio dentro del proyecto EXPOPLAS que analizaba 109 alimentos representativos de la dieta española.

Miraron desde leche infantil hasta pescado, pasando por cereales, carne, frutas, verduras, dulces o aceites. La pregunta era clara: ¿cuánto de esos compuestos que llamamos plastificantes—ftalatos, organofosforados, citratos, adipatos— se cuelan en nuestra comida?

El resultado: el 85 % de los productos contenían alguno de estos compuestos. Parece un drama, pero aquí viene la parte clave: los niveles estaban, en la mayoría de los casos, muy por debajo de los límites considerados seguros por la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria).

¿Qué significa “por debajo del límite seguro”?

Aquí conviene hacer una pausa, porque es donde suele nacer la confusión.
Cuando los científicos detectan una sustancia en los alimentos, lo siguiente es calcular cuánto podemos ingerir sin que suponga un riesgo para la salud. Para eso existen valores de referencia como la Ingesta Diaria Tolerable (TDI, por sus siglas en inglés).

La EFSA no se inventa ese número un martes por la mañana. Se basa en estudios toxicológicos en animales y, cuando los hay, en humanos. Determinan la dosis más alta que no causa efectos adversos.

Luego, a ese valor se le aplica un margen de seguridad brutal: normalmente se divide entre 100. Es decir, si el estudio dice que un compuesto no daña a un ratón hasta cierta dosis, el límite legal para las personas será 100 veces menor. Por si acaso.

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Los microplásticos son un riesgo emergente que se está controlando.

Esto significa que estar “cerca” del límite no es estar en peligro, sino acercarse a una frontera que ya está muy inflada a la baja. Es como si en una piscina olímpica te dicen que puedes estar tranquilo siempre que no bebas más de 2 litros de agua clorada… pero luego ponen el límite en 20 ml. Margen, hay.

¿Es peligroso para los niños?

El estudio del IDAEA pone el foco en los grupos vulnerables: bebés y niños pequeños. Y tiene todo el sentido. Como pesan menos, la misma cantidad de compuesto supone una dosis mucho mayor por kilo de peso corporal.

Los investigadores encontraron que, en escenarios de alta exposición (es decir, niños que consumen muchos alimentos con las concentraciones más altas detectadas), algunos compuestos como el ftalato DEHP o el retardante EHDPP podrían superar los umbrales de seguridad.

Esos escenarios no reflejan el consumo medio, sino una situación límite. Además, la EFSA está revisando constantemente la toxicidad de estos compuestos y ajustando valores de referencia. La fotografía cambia con el tiempo, y si se detecta un riesgo real, se restringe el uso o se prohíbe el compuesto, como ya ha ocurrido con varios ftalatos.

El origen de estos aditivos

No es que los fabricantes decidan sazonar tu yogur con ftalatos. Estos compuestos forman parte de envases, recubrimientos y materiales plásticos en contacto con los alimentos. Con el tiempo, y sobre todo con el calor, pueden migrar desde el envase al alimento. Para eso se realizan intensos estudios de migración antes de autorizarlo.

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Uno de los criterios más importantes para evitar migraciones no deseadas es no recalentar en envases no aptos y no utilizar los envases para otros usos no autorizados (por ejemplo, llenar una botella de plástico de agua con zumo)

Por eso el estudio señala un detalle importante: calentar comida en envases plásticos no autorizados para ser calentados aumenta la migración. Ese táper del chino recalentado en el microondas no es tu mejor aliado si lo usas a diario. ¿Solución sencilla? Pasar la comida a un recipiente de vidrio o cerámica para calentar.

¿Hay que dejar de comer envasados?

Aquí es donde entramos en el terreno de la toxicología de verdad. Todo es cuestión de dosis. Sí, comemos trazas de plastificantes. También comemos restos de pesticidas, metales, micotoxinas… y no por ello vivimos rodeados de tragedias químicas. La diferencia está en que la cantidad ingerida está controlada y muy lejos de las dosis dañinas.

El mismo estudio lo deja claro: los valores promedio están muy por debajo de los niveles de riesgo. Y cuando se superan en modelos extremos, hablamos de márgenes estrechos que deben seguirse vigilando, no de alarma inmediata.

Los alimentos son seguros en base a nuestros conocimientos actuales

Que no, no te estás comiendo un tupper en cada ensalada. La ciencia funciona precisamente porque detecta estas sustancias incluso a concentraciones minúsculas (hablamos de nanogramos por gramo de alimento, es decir, milmillonésimas de gramo). Y una vez que se detectan, se comparan con valores de seguridad calculados con márgenes enormes.

¿Podemos mejorar? Sí. Sería razonable que la legislación avanzara para vigilar no solo los compuestos más conocidos, sino también los alternativos que ahora se usan como sustitutos. Y que los fabricantes desarrollen envases más seguros y con menos migración.

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El plástico es seguro, sí, pero por responsabilidad ambiental deberíamos reducir al máximo su uso. No por miedo, por responsabilidad.

Los alimentos son seguros en base a los conocimientos actuales y a la forma en la que se establecen los umbrales. Si los datos cambian, las normas cambian. Ese es el verdadero valor del sistema europeo de seguridad alimentaria. Estos valores se revisan cada poco tiempo y eso es un motivo para estar aún más tranquilos. Tengo más miedo a lo que no se conoce (que aún hay mucho) que a lo que conocemos, analizamos, revisamos y ajustamos.

Digan lo que digan, en serio, hay quien vive de asustar, y lo dicen muy serios y con mucho drama, pero la realidad científica es otra.

La realidad es siempre más aburrida

Piensa en el límite de velocidad en una carretera. Si la autoridad dice 100 km/h, no es que a 101 tu coche explote. Es un límite calculado con márgenes, pensando en frenos gastados, lluvia o el conductor medio. Con los plastificantes pasa lo mismo: hay límites amplios, pensados para protegernos a todos, incluidos los más vulnerables. Que haya presencia de algo, no significa que esa presencia vaya a tener ningún efecto en nosotros.

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Para asegurarnos de que usamos los envases para lo que son, debemos fijarnos en los símbolos que vienen en ellos. Allí se informa si es apto para congelar, calentar...

Así que sí, es buena idea usar más vidrio, evitar recalentar envases de plástico y seguir apostando por alimentos frescos. Pero la próxima vez que leas que “el 85 % de los alimentos tiene aditivos plásticos”, recuerda: lo importante no es que estén, sino cuánto hay y qué significa esa cantidad. Y ahí, la ciencia nos dice que puedes seguir desayunando tranquilo.

Estudio de referencia

Plastic additives in the diet: Occurrence and dietary exposure in different population groups. Julio Fernández-Arribas, Teresa Moreno y Ethel Eljarrat. Agosto, 2025.