José David Díaz, agrónomo: "El pedrisco de las tormentas puede arruinar la cosecha de uva no solo de este año"

El pedrisco causado por las tormentas puede provocar daños severos en la vid, afectando no solo la cosecha de este año, sino también la producción de años siguientes.

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El granizo, un problema cada vez más frecuente en los viñedos españoles

Las tormentas de gran intensidad que se producen con mayor frecuencia en los últimos años, especialmente durante los meses de primavera y verano, están trayendo consigo un fenómeno especialmente temido por los viticultores: el pedrisco.

Esta forma de precipitación en forma sólida, comúnmente conocida como granizo, puede causar estragos en cuestión de minutos, dañando gravemente las cepas y comprometiendo no solo la cosecha del año en curso, sino también la de campañas futuras.

Daños visibles, pero también invisibles

Cuando una tormenta de granizo cae sobre un viñedo, el efecto inmediato es evidente: racimos destrozados, hojas desgarradas y sarmientos rotos.

La planta, al recibir ese fuerte impacto físico, pierde parte de su capacidad fotosintética, lo que limita su desarrollo y la correcta maduración de los frutos restantes. Pero más allá del daño aparente, el verdadero problema radica en las consecuencias a medio y largo plazo.

El pedrisco deja heridas abiertas en la estructura de la vid, facilitando la entrada fundamentalmente de enfermedades fúngicas y bacterianas. Patógenos como el oídio o la botrytis encuentran en estas heridas una vía de entrada directa, que puede derivar en infecciones difíciles de controlar.

Si estas enfermedades se extienden, no solo se pierde la uva de la temporada, sino que la salud general de la planta se ve comprometida, debilitando su producción en años siguientes.

Impacto en la madera y en la reserva de nutrientes

Además de las hojas y racimos, que son las partes vegetales que más sufren, el granizo puede dañar gravemente la madera joven y las yemas que darán lugar a los brotes del próximo ciclo vegetativo, o lo que es lo mismo, de la siguiente cosecha.

Esto significa que, aunque la planta consiga recuperarse en apariencia, su rendimiento se verá reducido, pues muchas de las yemas estarán necrosadas o no brotarán correctamente.

Por otra parte, el estrés sufrido por la planta obliga a esta a utilizar reservas de nutrientes que estaban destinadas a su desarrollo futuro. La vid entra en una dinámica de supervivencia que limita su capacidad de regeneración, lo que se traduce en menos racimos, menor vigor y, en algunos casos, la necesidad de realizar podas de renovación más agresivas que retrasan la recuperación del viñedo.

Zonas especialmente vulnerables

En regiones como La Mancha o La Rioja, donde el viñedo ocupa grandes extensiones y representa un motor económico clave, los episodios de pedrisco son especialmente preocupantes. Los sistemas de conducción tradicionales, como el vaso, ofrecen cierta protección por su forma más compacta, pero los viñedos en espaldera, muy comunes por su eficiencia y mecanización, son más vulnerables a los impactos directos del granizo.

A esto se suma el hecho de que muchas tormentas se producen en momentos críticos del ciclo de la vid: floración, cuajado o envero. En esas fases, un solo episodio de pedrisco puede suponer la pérdida total de la cosecha.

Medidas de prevención y mitigación

Aunque no es posible evitar completamente este fenómeno meteorológico, sí existen medidas para reducir sus consecuencias. Una de las más efectivas es la instalación de mallas antigranizo, aunque su coste limita su uso a viñedos de alto valor.

También hay seguros agrarios que cubren los daños por pedrisco, pero no siempre compensan las pérdidas reales, especialmente cuando los efectos se extienden más allá de un solo año.

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Tan solo unos segundos de granizo pueden ocasionar graves daños a las cepas de vid

Otras prácticas recomendadas incluyen el refuerzo nutricional de la vid tras un episodio de granizo, el uso de productos cicatrizantes y fungicidas preventivos, así como una correcta planificación de las podas y trabajos en verde para favorecer la regeneración de la planta.

Un reto en aumento

El actual cambio climático, innegablemente, está incrementando la frecuencia e intensidad de estos fenómenos meteorológicos extremos. El pedrisco, que antes era un problema puntual, se está convirtiendo en una amenaza recurrente para la viña, y, ante este escenario, los viticultores deben adaptarse, combinando la sabiduría tradicional con nuevas tecnologías y estrategias de manejo para proteger sus cultivos y garantizar la sostenibilidad del viñedo a largo plazo.