El enorme pirocúmulo que ayer se convirtió en tormenta

Las montañas del pueblo valenciano de Llutxent están siendo pasto de un vigoroso incendio. La columna de humo ayer dio lugar a un inmenso pirocúmulo que dejó rayos e incluso precipitación.

Desde ayer por la tarde un incendio está calcinando las montañas de Lluxent, un pequeño pueblo del sur de la provincia de Valencia. Ya se han visto afectadas más de mil hectáreas y cerca de 2500 personas han sido evacuadas ante el implacable avance de las llamas y el humo. Este último ayer por la tarde dejó una estampa bastante insólita: se convirtió en una enorme nube de tormenta que llegó a descargar precipitación.

“Lo que más me sorprendió fue la rapidez con la que cogía altura y se expandía”, relata Vicent Ferrando, el autor de los vídeos más impactantes del fenómeno. Esta formación nubosa adquiere el nombre de cumulonimbus flammagenitus, aunque coloquialmente es más conocida por pirocúmulo.

El aire caliente y las partículas de ceniza que generan los incendios, si la humedad y la inestabilidad acompañan, en ocasiones son capaces de crear nubes esponjosas del tipo cúmulo o cumulonimbo. Usualmente se ven en estas catástrofes, como señal de que el fuego ha adquirido gran virulencia, pero en muy pocas ocasiones aquí acaban generando núcleos tormentosos capaces de dejar lluvia, como se registró en el municipio vecino de Villalonga.

Los truenos eran prácticamente constantes, dos o tres por minuto, algunos con mayor intensidad que otros.

“Los truenos eran prácticamente constantes, dos o tres por minuto, algunos con mayor intensidad que otros. Los rayos se veían cada cinco minutos de promedio, pero bastante aleatorios”, cuenta Ferrando, que desenfundó su cámara a las 20:45h en Barx. El pirocúmulo se venía mostrando desde antes, sobre las 17h, en la webcam de Pinet que forma parte de la red AVAMET.

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Esta zona, al igual que el resto de la Península Ibérica, ha vivido varios días de temperaturas altísimas, superiores a los 35ºC en las horas centrales y pocas veces inferiores a los 25ºC. Así la vegetación, que además está sufriendo un prolongado estrés hídrico, se ha convertido en un pasto proclive a las llamas que, paradójicamente, tuvieron su origen en un rayo latente o dormido de una tormenta de la noche anterior.