Tromba marina

Miguel Lage, [email protected] Un saludo a toda gente de la RAM.Tras varios días de búsqueda he encontrado un recorte de un periódico local, que tenía desde hace 8-9 años y en donde apa...

Miguel Lage, Sudamericano

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Un saludo a toda gente de la RAM.

Tras varios días de búsqueda he encontrado un recorte de un periódico local, que tenía desde hace 8-9 años y en donde aparece una narración de una intensa lluvia que asoló a la pequeña población agrícola de El Cobre, ubicada a unos 1500 m s.n.m. en la zona centro-norte del estado Táchira, en el cual vivo. La zona se encuentra a sotavento de los vientos dominantes del este-sureste por lo que su pluviosidad es de apenas 600-700 mm/año. En ciertas épocas del año el viento vira a oeste-noroeste y trae aire cálido y húmedo que provoca importantes lluvias en la zona. Copio textualmente lo escrito por Ricardo Méndez Moreno (ex-gobernador) acerca del episodio:

"El ventidos de Noviembre del año 42, a eso de las diez de la noche, cayó sobre la parte alta de El Cobre un aguacero descomunal. Los vecinos se acostaron tranquilos después del rosario. La serranía por donde desciende el río El Valle marcaba nítidamente sus picachos bajo el firmamento. El cielo estaba iluminado por la luna llena que lucia como un disco de nieve y se proyectaba sobre los trigales de Los Mirtos y los riscos de El Zumbador. De pronto, comenzó a soplar el viento del norte, primero a bocanadas secas, luego, húmedo y pegajoso, acompañado de relámpagos, truenos y gruesas goteras, que aumentaron de tamaño a medida que la velocidad transformaba las ráfagas en torbellino desbocado. Después llegó la oscuridad como una sábana que tapó a la luna y le ennegreció sus resplandores, y la descarga de una masa de agua, que giraba sobre sí y chocaba contra los árboles, contra las casas, los barbechos y las sementeras.

Dos horas más tarde, todo estaba desierto. La tierra quedó sin capa

vegetal.

Desaparecieron las cosechas, los animales, las casas y muchos de sus habitantes. Desde el páramo hasta Seboruco, en el cauce natural por donde corren las aguas de los ríos El Valle y Grita, descendió la crecida, alcanzando varios metros de altura y un diámetro transversal de dos cuadras. Todavía a las 72 horas, bajaban aguas borrascosas con vehículos automotores atrapados, árboles arrancados de cuajo, puertas, tejas, canto rodado, rocas gigantescas y peces marinos. De acuerdo a la descripción que nos hace el amigo Eliseo Zambrano, la tempestad no tiene precedentes en la comarca. A veces, El Cobre oye el rugido de sus quebradas que aumentan de caudal cuando la lluvia se desprende de las partes altas. A veces, el daño alcanza importante proporción, debido a la calidad arcillosa del suelo, e incomunica las aldeas. Pero nunca ha sucedido como esa noche. Dice, Don Eliseo, que el río entró al camposanto. Varias urnas aparecieron aguas abajo. Otras se perdieron entre los despojos del cataclismo. Murieron más de 100 personas. Murieron varios viajeros que a esa hora subían o bajaban por la carretera Trasandina. La tragedia fue total!!!!. Por esa época se presentaron fuertes crecidas en nuestros principales ríos. La del Torbes azotó a Cordero y a Táriba.

Las aguas derribaron el puente Libertador y los pontones situados en El Corozo, Río Frío y Santo Domingo. La del Cobre fue distinta. Dicen que pudo ser una tromba que , como se sabe, se forma en el mar a consecuencia de un torbellino atmosférico. Del cielo cayeron toneladas de agua salobre, moluscos, peces desconocidos en la localidad.

El agua cayó cuando nadie la esperaba pues sufría el más intenso verano de esos años.

No fue la lluvia sino otra cosa lo que esa noche enlutó los hogares del municipio Vargas. A cincuenta y un años de distancia, aquella tragedia se resiste a desaparecer de la memoria. Cada hogar tuvo sus víctimas. La economía agrícola de los páramos colapsó porque los campesinos buscaron otras tierras o se fueron a engrosar la miseria circundante de nuestras ciudades. Con el tiempo, nació la leyenda, que cuenta, con pelos y señales, la historia. La hemos oído de algún juglar, versificador fácil y la refrescamos en la cotidiana conversación con "testigos" que aseguran haber estado allí.

Lo que más nos ha gustado es el relato del conjunto artístico "Aguamiel", según lo expresa nuestro querido y respetado amigo, Don Rafael María Rosales.

Sea como fuere. la crecida del Cobre, la tromba marina, el cataclismo cobrero del año cuarenta y dos, forma parte de nuestro acervo regional."

Saludos

Esta entrada se publicó en Fotos y animaciones en 07 May 2003 por Francisco Martín León