Misión NROL-70, ¿qué sabemos del último satélite espía de Estados Unidos?

El secretismo envuelve el lanzamiento espacial de la "carga útil" transportada por un cohete Delta IV Heavy, en el que ha sido su último viaje. Se abre una nueva era espacial con los Vulcano Centauro, especializados en curiosas misiones comerciales.

Cohete Delta IV Heavy despegando de Cabo Cañaveral. Foto: ULA.

Estados Unidos ha completado con éxito el lanzamiento del cohete Delta IV Heavy tras resolver los problemas técnicos que forzaron la cancelación del despegue prevista, inicialmente, para el pasado mes de marzo.

El cohete, de la compañía United Launch Alliance (ULA), partió este martes, sin contratiempos, desde la Estación de la Fuerza Espacial de Cabo Cañaveral, en Florida. Forma parte de la misión NROL-70, responsable también del envío a la superficie del planeta Marte de los robots exploradores Sojourner, Spirit y Opportunity.

En esta ocasión, por encargo de la Oficina Nacional de Reconocimiento del Gobierno estadounidense (NRO, por sus siglas en inglés), el cohete transportaba un satélite del que ha trascendido muy poca información oficialmente.

Sólo que «proporcionará datos de inteligencia a los principales responsables políticos de EE.UU, la comunidad de inteligencia y el Departamento de Defensa». Pero, ¿qué puede esconderse detrás de esta información limitada?

Misión clasificada por motivos de seguridad nacional

La NROL-70 es una misión espacial clasificada que forma parte del desarrollo de sistemas de inteligencia espacial para el gobierno de los Estados Unidos, y que incluye satélites de reconocimiento y vigilancia. Un eufemismo utilizado para referirse a satélites espía.

Por motivos de seguridad nacional, la NRO suele aplicar el mutismo sobre los detalles de las misiones, de las que no ofrece explicaciones sobre sus objetivos ni sobre la carga que transportan los cohetes.

Lo mismo sucedió el pasado mes de diciembre con el despegue de un avión orbital secreto construido por la compañía Boeing por encargo de las Fuerzas Armadas estadounidenses, el denominado X-37B.

A pesar del secretismo que envuelve toda la operación, si se ha desvelado que ese avión está siendo utilizado para la puesta en marcha de experimentos llevados a cabo con tecnología espacial.

Lo que está confirmado

La NRO asegura que sus satélites lanzados al espacio están pensados para proporcionar cobertura global, con trabajos de investigación, desarrollo, socorro en casos de emergencia y desastres en los EE.UU. y en el resto del mundo.

Bajo un lacónico «entre otras finalidades», se esconden otros objetivos entre los que están la interceptación de señales o la identificación y señalización de puntos de ataque. Es decir, sirven, básicamente, a usos militares.

De la NROL-70 sí sabemos que la «carga útil» que transportaba alcanzó la órbita deseada y ya estaría operando según lo previsto.

youtube video id=aohF9u9ReIE

De hecho, en las imágenes emitidas en directo por ULA sobre este lanzamiento, pudo apreciarse cómo, pasados cuatro minutos desde el despegue, el satélite se separaba del cohete y, poco después, se liberaba también del casquete exterior que lo recubría.

Adiós Delta, hola Vulcano Centauro

Este ha sido el último lanzamiento de la histórica flota de los Delta, cuyos cohetes comenzaron a ser enviados al espacio en 1960 y han completado dieciséis misiones en 389 vuelos.

Los Delta serán ahora sustituidos por los cohetes de nueva generación de ULA, bautizados como Vulcan Centaur. El primero de ellos ya fue probado, con éxito, en enero de este año en un vuelo empresarial.

A bordo del cohete, propulsado por gas metano en vez de por hidrógeno o motores alimentados por queroseno (como sucede en los Atlas, también a punto de jubilarse), iba el módulo lunar Peregrine. Con él, la empresa Astrobotic pretende llevar a cabo la primera misión comercial a la superficie de la Luna.

El Vulcano Centauro también transportaba el ADN de personas fallecidas a través de un producto lanzado por la empresa Celestis, que organiza vuelos espaciales conmemorativos para seres queridos.

Por precios a partir de los 12.995 dólares estadounidenses, el genoma único y completo de una persona -o sus cenizas- puede ser enviado a la luna o ser lanzado al espacio profundo mientras, a través de una herramienta de seguimiento, se sigue el progreso de la misión.

«Vuele solo o con familiares y amigos en un viaje personal entre las estrellas», aseguran desde la compañía, en lo que pretenden que se convertirá en una alternativa a la inhumación o la cremación , eso sí, no apta para quienes sufren de vértigo, imaginamos.