La desigualdad no nació con la agricultura: así lo revela el estudio de más de mil yacimientos arqueológicos

Una investigación desarrollada a nivel global desmiente la idea de que la Revolución Neolítica trajo consigo las primeras jerarquías sociales. Según los hallazgos, las desigualdades sociales no estuvieron ligadas al cultivo de la tierra, sino que aparecieron un milenio después.

El estudio de más de mil asentamientos prehistóricos desvela que los orígenes de la desigualdad son posteriores a lo que se creía.

Históricamente, las tesis dominantes en los campos de la arqueología y la antropología han sostenido que la desigualdad social comenzó cuando el ser humano abandonó la caza y la recolección para adoptar la agricultura como modelo de subsistencia.

Sin embargo, un nuevo estudio realizado a gran escala, basado en el análisis de más de mil yacimientos arqueológicos distribuidos por todo el mundo, cuestiona ahora esa creencia.

La investigación, en la que ha participado un equipo internacional de arqueólogos, historiadores, sociólogos y economistas, se ha enmarcado en el Proyecto Dinámicas Globales de la Desigualdad (GINI, por sus siglas en inglés) y ha sido recientemente publicado en la revista científica PNAS.

El trabajo apunta a que las primeras comunidades agrícolas eran mucho más igualitarias de lo que se pensaba, y que la desigualdad no fue una consecuencia inmediata del cultivo de la tierra, sino un proceso que tardó un milenio en desarrollarse.

Lo que cuentan los vestigios prehistóricos

Para llegar a esta conclusión, los científicos han analizado más de 50.000 estructuras habitacionales, ajuares funerarios y otros indicios materiales hallados en asentamientos que abarcan desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce.

Las investigaciones han incluido yacimientos ubicados en Oriente Medio o la costa este de la actual China y Japón, donde la agricultura se desarrolló primero, y también en el este y centro de Europa o en América del Sur, donde el Neolítico apareció más tarde.

Los hallazgos han sido verdaderamente sorprendentes: durante amplios periodos, incluso después de la aparición de la agricultura, muchas sociedades siguieron mostrando señales de equidad en la distribución de bienes y el acceso a los recursos.

Los autores del estudio aseguran que “no vimos grandes diferencias en las tumbas ni en las viviendas durante los primeros tiempos del sedentarismo”. Es decir, que la riqueza, si existía, no estaba concentrada, por lo que las sociedades agrícolas tempranas eran más horizontales de lo que se creía.

¿Qué factores propiciaron la aparición de la desigualdad?

Si la agricultura no fue la chispa que prendió la llama de la desigualdad, ¿qué la encendió entonces? Según el estudio, otros factores fueron más determinantes. Por ejemplo, la capacidad de almacenar excedentes, el control de tierras o fuentes de agua, y el surgimiento de líderes o instituciones que mediaran —o monopolizaran— el acceso a esos recursos.

El análisis del tamaño de las viviendas en el Neolítico ha sido determinante para situar el comienzo de las desigualdades sociales.

La movilidad también jugó un importante papel. En muchos asentamientos primitivos, las poblaciones seguían siendo nómadas a pesar de haberse iniciado en los cultivos. Y esto dificultaba la acumulación de la riqueza.

Fue con el establecimiento de asentamientos permanentes, infraestructuras más complejas y redes comerciales en expansión, cuando comenzó a perfilarse una sociedad estratificada y, con ello, la aparición de desigualdades.

No igual en todas partes

El estudio también revela que la desigualdad no surgió —ni se desarrolló— al mismo ritmo en todas partes. En el Creciente Fértil (la histórica región que se corresponde con parte del Levante mediterráneo y Mesopotamia, en Oriente Próximo) y el Valle del Indo (donde hoy se encuentran parte de India, Pakistán y Afganistán) las señales de jerarquía aparecieron relativamente temprano.

En contraposición, en regiones como Mesoamérica o el sur de China las sociedades se mantuvieron más igualitarias durante mucho más tiempo, a pesar de que su agricultura era técnicamente mucho más avanzada.

Esto indica que no existe una historia única de la desigualdad, sino múltiples caminos que las sociedades tomaron —o sortearon— en su evolución hacia estructuras más jerarquizadas y, por tanto, más desiguales.

¿Podemos construir un mundo más igualitario mirando al pasado?

En un mundo donde la brecha entre ricos y pobres sigue creciendo, ahondar en el conocimiento de otras formas de organización que fueron posibles y sostenibles en el tiempo, puede abrir nuevas perspectivas para imaginar un futuro más equitativo.

Si la desigualdad no es un rasgo inherente al ser humano ni una consecuencia inevitable del progreso, ¿pueden las personas y las instituciones modificar factores para avanzar hacia sociedades más igualitarias?

La respuesta está en el hecho, ahora demostrado, de que durante miles de años hubo muchas formas de vivir en las que se construyeron comunidades sin grandes diferencias sociales.

Referencia de la noticia

Timothy A. Kohler, Amy Bogaard y Scott G. Ortman (2025), Introducing the Special Feature on housing differences and inequality over the very long term. https://doi.org/10.1073/pnas.2401989122