Plantas zombis: parecen muertas y secas, pero una gota de agua las "resucita"

Parecen restos secos por el sol, marrones, crujientes y sin vida. Sin embargo, estas especies esconden una estrategia ancestral para desafiar sequías extremas: detenerse, esperar y volver a reverdecer cuando el agua regresa, como si nada hubiera pasado.

Lo parece, pero estas bolas de Selaginella lepidophylla no están muertas, pueden volver a ser verdes en pocas horas si se rehidratan.

En jardinería se suele asociar la falta extrema de agua con un punto de no retorno: hojas marchitas, tallos quebradizos y raíces ya incapaces de absorber nada. O, lo que es lo mismo, plantas muertas.

Sin embargo, existe un grupo fascinante de organismos vegetales capaces de romper esa regla. Se conocen como plantas reviviscentes o plantas de resurrección —su denominación científica es la de poiquilohídricas— y su superpoder consiste en tolerar pérdidas de agua superiores al 90 % de su contenido celular sin morir.

¿Qué mecanismo usan las plantas reviviscentes?

Cuando la sequía aprieta, estas plantas entran en un estado se conoce como anhidrobiosis: su metabolismo se ralentiza casi por completo, las membranas celulares se estabilizan mediante azúcares protectores (como la trehalosa) y ciertas proteínas actúan como escudos frente al daño oxidativo.

A simple vista, parecen muertas. Pero basta una lluvia, unas gotas de rocío o un riego para que, en horas o días, recuperen su turgencia, color y actividad fotosintética. Por ello, son un magnífico ejemplo de adaptación, ahorro hídrico y resiliencia vegetal.

No se trata de magia, sino de un proceso evolutivo. La mayoría de estas especies proceden de ambientes con una alternancia brutal entre humedad y sequía: desiertos, formaciones rocosas, troncos de árboles o suelos pobres.

Selaginella lepidophylla: la falsa rosa de Jericó

Probablemente, la más famosa de este grupo sea esta pequeña licófita típica del desierto de Chihuahua, en la frontera entre Estados Unidos y México, que se enrolla sobre sí misma cuando se seca, formando una bola compacta.

En ese estado, la Selaginella lepidophylla puede viajar durante meses —o años— hasta encontrar agua. Al hidratarse, se despliega y reverdece en cuestión de horas.

La falsa rosa de Jericó es capaz de reverdecer tras secarse prácticamente por completo.

En jardinería, esta especie se comercializa a menudo como curiosidad decorativa. Conviene recordar que no es una planta de interior convencional: no crece indefinidamente ni necesita sustrato permanente. Su ciclo se basa en alternar periodos secos con hidrataciones puntuales, imitando su hábitat natural.

Anastatica hierochuntica: la auténtica rosa de Jericó

A diferencia de la anterior, esta especie pertenece a las brasicáceas y es anual. Completa su ciclo vital, florece y produce semillas, y luego la planta seca y se cierra sobre sí misma. Cuando llega la humedad, sus ramas se abren y liberan las semillas, que germinan rápidamente.

Aunque no es una reviviscente, la rosa de Jericó es un buen ejemplo de la sequedad extrema no siempre significa el final de las funciones de una planta.

Aquí la “resurrección” no implica reverdecimiento, sino movimiento higroscópico (la capacidad de absorber o ceder humedad del ambiente hasta alcanzar un equilibrio). Aun así, es un ejemplo clásico de cómo la sequedad extrema no siempre significa el final funcional de una planta.

La rosa de Jericó es común en zonas áridas de Oriente Próximo y del desierto del Sahara, incluyendo partes del Norte de África. Una curiosidad: no crece de forma nativa en la ciudad de Jericó, situada en el Estado de Palestina.

Ramonda myconi: una joya reviviscente europea

Menos conocida pero botánicamente extraordinaria, esta especie vive en paredes calizas y grietas sombrías de los Pirineos. Sus hojas carnosas y dentadas se arrugan y oscurecen durante las sequías estivales, pero tras una lluvia recuperan su aspecto fresco y aterciopelado.

Ejemplar de Ramonda myconi en plena floración.

Es especialmente interesante para jardines de rocalla o de sombra, ya que demuestra que la reviviscencia no es exclusiva de desiertos cálidos.

Eso sí, necesita un drenaje perfecto y humedad ambiental intermitente, no encharcamientos. ¿La recompensa? De mayo a julio aparecen sus flores, agrupadas en inflorescencias de un bonito color violeta.

Myrothamnus flabellifolius: el arbusto que vuelve del polvo

Originario del África subsahariana, este arbusto leñoso puede perder hasta el 95 % de su agua. Durante la sequía, sus hojas se pliegan como abanicos marrones. Pero, con el comienzo de la época de lluvias, se abren y reverdecen en pocas horas.

Aunque es raro encontrarlo en jardinería doméstica, se trata de uno de los modelos de estudio favoritos en fisiología vegetal, porque combina reviviscencia con estructura leñosa, algo poco común.

Actualmente, su estudio inspira estrategias de mejora genética para cultivos resistentes a la sequía, cada vez más pertinaz en algunas regiones debido al cambio climático.

Musgos reviviscentes: maestros de la resistencia

No podemos olvidar a los musgos, auténticos campeones de la desecación. Especies como la Syntrichia ruralis o la Syntrichia caninervis (también conocido como musgo marciano por ser una posible planta pionera en el planeta rojo) pueden secarse por completo —a veces durante décadas— y reactivarse tras la hidratación.

Musgo de la especie Syntrichia ruralis cubriendo una roca.

Estas especies carecen de raíces verdaderas y dependen del agua ambiental, unas difíciles condiciones que las ha obligado a perfeccionar esta habilidad.

En jardines naturales, muros y tejados verdes, los musgos reviviscentes desempeñan un papel clave: colonizan superficies hostiles, reducen la erosión y sobreviven donde otras plantas fracasan.

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