El árbol que sobrevivió a la Edad de Hielo es un fósil viviente que solo crece en este bosque de Andalucía

Te contamos todo sobre esta especie, un fósil viviente que sobrevivió a la Edad de Hielo. Conoce su historia, características únicas y las mejores rutas de senderismo para admirarlo en Andalucía.

Bosque de pinsapos
Bosque de pinsapos en Sierra Bermeja, Estepona. Este enclave alberga algunas de las especies de pinsapo más antiguas de Andalucía, algunas con más de 200 años, y es un refugio crucial para aves endémicas y la biodiversidad local.

En las montañas andaluzas se esconde un tesoro natural que ha resistido millones de años y los cambios climáticos más extremos. Este bosque guarda un vestigio de la Edad de Hielo que sigue fascinando a científicos, ecologistas y amantes del senderismo. Su presencia es un recordatorio vivo de la historia de la flora europea.

El árbol prehistórico que sobrevive en los bosques de Málaga y Cádiz

Ese tesoro al que nos referimos no es otro que el pinsapo (Abies pinsapo), un abeto que ha sobrevivido desde la Edad de Hielo y se considera un auténtico fósil viviente.

Su singularidad no radica únicamente en su resistencia, sino también en su distribución extremadamente limitada.

El pinsapo solo crece de manera natural en unas pocas sierras del sur de España, principalmente en la Sierra de Grazalema y la Sierra de las Nieves, en la provincia de Málaga y Cádiz. Su exclusividad lo convierte en un símbolo de la biodiversidad andaluza y en un atractivo indispensable para amantes de la naturaleza.

Historia y supervivencia de un fósil viviente

Este tipo de árbol apareció hace aproximadamente 20 millones de años, durante el Mioceno, y logró sobrevivir a las glaciaciones gracias a su adaptación a climas fríos y húmedos. Durante la última glaciación, sus poblaciones se redujeron considerablemente, quedando confinadas a refugios climáticos en las montañas andaluzas.

Por ello, hoy en día, se considera un especie relicta, es decir, una especie que se mantiene como un vestigio de ecosistemas antiguos. Su supervivencia ha sido tan extraordinaria que los científicos lo estudian como ejemplo de resiliencia biológica y adaptación a los cambios climáticos.

Los rasgos que diferencian este abeto milenario de otras especies

Lo cierto es que el pinsapo puede alcanzar alturas de hasta 25 o 30 metros, con un tronco recto y robusto y una corteza grisácea que se agrieta con la edad. Sus acículas (hojas) son rígidas, cortas y dispuestas alrededor de las ramas en espiral, lo que le da un aspecto característico que lo distingue de otros abetos.

Sus piñas también son peculiares: cilíndricas y de color marrón rojizo, se abren lentamente liberando semillas que contribuyen a la regeneración natural del bosque. Su crecimiento es relativamente lento, lo que refuerza su imagen de superviviente antiguo.

Un ecosistema único en peligro de extinción

El hábitat del pinsapo está protegido bajo figuras como el Parque Natural Sierra de Grazalema y la Reserva de la Biosfera Sierra de las Nieves, lo que garantiza su conservación y permite que las generaciones futuras puedan admirar este relicto viviente.

Estos bosques son hogar también de especies endémicas de flora y fauna, convirtiéndolos en ecosistemas de gran valor ecológico y científico.

Caminos que revelan la historia del pinsapo en Andalucía

Para quienes desean vivir la experiencia de caminar entre estos gigantes prehistóricos, existen varias rutas de senderismo que permiten disfrutar de su majestuosidad de cerca. La Ruta del Pinsapar en Grazalema, de dificultad media y unos 7 kilómetros de recorrido, es ideal para adentrarse en un bosque donde cada paso parece transportarte a la Edad de Hielo.

Otro recorrido destacado es el Pinsapar de la Sierra de las Nieves, donde los caminantes pueden contemplar bosques densos y bien conservados que parecen sacados de un cuento antiguo. Estas rutas combinan naturaleza y ecoturismo, fomentando la conservación y el respeto por el medio ambiente.

Además de su valor histórico y ecológico, el pinsapo desempeña un papel crucial en la regulación del microclima de sus bosques, pues ayuda a retener humedad y proteger el suelo de la erosión. Su madera, aunque rara vez se utiliza por su escasez, ha sido tradicionalmente apreciada por su resistencia y aroma.

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