Esta es la imagen del primer tornado detectado por radar en Estados Unidos. ¿Logras verlo?

Los radares son herramientas de detección de tormentas severas extremadamente valiosas que salvan incontables vidas todos los años. En 1953 se descubrió hasta qué punto pueden ser útiles en el seguimiento de un tornado.

Cuanto más extenso y duradero sea un tornado, más probable será su detección por radar. Las supercélulas cíclicas en ocasiones producen familias de tornados detectables durante varias horas.

Los radares meteorológicos son instrumentos muy utilizados hoy en día y sus productos se consultan a menudo por el público general, con tal de observar en diversas webs meteorológicas la evolución de las precipitaciones en un día de lluvia.

Su origen se remonta a la Segunda Guerra Mundial, cuando su utilidad en la detección de objetos fue clave en el desarrollo del conflicto. Funcionaban con ondas de radio de longitud muy corta, de apenas unos pocos centímetros, que actualmente conocemos como microondas. El análisis de la señal reflejada por los objetos a los que se dirigía el haz permitía conocer sus características e incluso su velocidad relativa al radar.

Ni qué decir tiene que la lluvia en ocasiones se superponía o incluso dificultaba la detección de aeronaves y otros objetos, pero este descubrimiento permitió su desarrollo también en el ámbito de la meteorología, especialmente en la década de los 50, cuando empezó a comprobarse su utilidad en detección de tormentas.

Estas estructuras nubosas y las fuertes precipitaciones que generan extendiéndose más de 10 km en la vertical, reflejan el haz de ondas del radar con tanta intensidad permiten ser identificadas a grandes distancias.


Fue precisamente el 9 de abril de 1953 en un episodio de tormentas especialmente adverso cuando uno de estos radares, situado en Champaign (Illinois, Estados Unidos), detectó un singular eco en la pantalla del radar de una tormenta que se identificó posteriormente como una señal inequívoca de la presencia de una supercélula tornádica en pleno apogeo.

Los grandes tornados, los más fáciles de detectar

Este tornado de 1953 fue un gran tornado. Se clasificó como F3 en la escala Fujita, con vientos en torno a 300 km/h y su origen era mesociclónico, es decir, estaba ligado a la corriente ascendente en rotación de una supercélula.

Además, recorrió más de 250 km, algo poco habitual incluso en un gran tornado y dejó una larga estela de destrucción con una anchura máxima de entre 600 y 700 metros. Más de 150 edificios quedaron gravemente dañados o destruidos a lo largo de su trayectoria y por desgracia perdieron la vida 2 personas.

Los tornados supercelulares están asociados a la rotación del mesociclón de la tormenta. En sus fases más maduras suele arrastrar parte de la precipitación circundante, haciéndose visible en el radar.

Hay otros tipos de tornado igualmente peligrosos pero más difíciles de detectar debido a que no suelen estar ligados a un mesociclón profundo. Es el caso de los tornados asociados a las líneas de turbonada y los "landspouts", que incluso con los radares actuales es todo un desafío dar con ellos de cualquier otra forma que no sea visualmente.

Con la resolución de los radares de los años 50 era de esperar que el primer tornado detectado de esta forma fuese de gran tamaño y estuviese asociado a una gran supercélula.

Un descubrimiento muy casual

Actualmente los tornados son detectados por radar gracias a un campo conocido como viento doppler, en el que el radar, en vez de mostrarnos la intensidad de precipitación nos muestra la velocidad a la que esas gotas de lluvia se alejan o acercan al radar. Dos máximos de velocidad opuestos y muy juntos delatan la posición de la rotación asociada a un potente mesociclón y a un tornado.

Sin embargo, en los años 50 no se disponía de este producto y los radares tenían un alcance muy limitado, por lo que fue la forma de gancho característica de una supercélula en fase de colapso la que delató su posición.

Ese gancho en el eco del radar se extiende junto al flanco trasero de la supercélula al arrastrar su circulación parte de la precipitación asociada al RFD (descendencia del flanco trasero) y culmina, en este caso, en un punto grueso que es ni más ni menos que la nube de escombros que levanta el propio tornado y que, al igual que el granizo y la lluvia, refleja la señal del radar.

El hecho de que el tornado fuese importante, pasase cerca del radar y que el operario del mismo decidiese dejarlo encendido tras el ocaso al observar esta extraña estructura, cuando lo normal entonces era apagarlo al finalizar la jornada, permitió documentar por primera vez la "firma" de un gran tornado supercelular en la pantalla de un radar.