Descubren una gran reserva de agua dulce en el Atlántico que podría transformar el futuro del agua en el planeta
El Atlántico acaba de revelar un secreto sorprendente: bajo su lecho hay inmensas reservas de agua dulce, confirmadas en 2025 por una expedición internacional.

El océano Atlántico, símbolo de inmensidad y misterio, ha vuelto a sorprender a la comunidad científica y a la sociedad mundial. Los investigadores han confirmado la existencia de un gigantesco depósito de agua dulce bajo el lecho marino, un hallazgo que podría cambiar nuestra forma de ver el ciclo hidrológico y la disponibilidad de recursos hídricos en plena crisis mundial.
Esta evidencia, que podría sustentar a la humanidad durante siglos, plantea cuestiones cruciales sobre el origen, la antigüedad y el futuro de este recurso oculto. El anuncio se realizó en septiembre de 2025, tras una serie de perforaciones llevadas a cabo por la denominada Expedición 501, que reunió a científicos de varios países.
Origen y edad del reservorio: un enigma científico
Desde los años 60 y 70 del siglo XX, las expediciones oceanográficas informaban de anomalías en la salinidad en determinadas zonas profundas del Atlántico, pero las pruebas eran endebles.
This summer, scientists explored the depths of the Atlantic Ocean off the northeast coast of the United States and discovered a vast and mysterious freshwater reservoir. pic.twitter.com/cAIW4oo6oS
— Intel War Room (@IntelWarRoom) September 23, 2025
El gran avance se produjo en 2019, cuando la Institución Oceanográfica de Woods Hole y la Universidad de Columbia cartografiaron, utilizando ondas electromagnéticas, una extensa franja de agua con baja salinidad frente a la costa noreste de los Estados Unidos, entre Massachusetts y Nueva Jersey.
Seis años más tarde, en este 2025, las pruebas se convirtieron en certezas. La perforación entre 300 y 400 metros de profundidad reveló agua con niveles de sal tan bajos que se acercan a los estándares internacionales de potabilidad.
La gran incógnita ahora es la edad y el modo de formación de este depósito. Los análisis preliminares sugieren que el agua podría tener entre 200 y 20 000 años, pero los estudios isotópicos en curso serán decisivos para confirmar la hipótesis. Si se trata de agua joven, en constante recarga a través de la infiltración continental, estaremos ante un recurso renovable de vital importancia. Si, por el contrario, resulta ser fósil, estaremos ante un tesoro finito, acumulado a lo largo de milenios y vulnerable a una explotación desmesurada.

Entre las hipótesis más sólidas, destaca la defendida por Holly Michael, profesora de la Universidad de Delaware, que sugiere que la infiltración se produjo durante la última glaciación, cuando el nivel del mar era más bajo y la plataforma continental estaba expuesta. Las intensas lluvias y el deshielo de los glaciares habrían permitido la formación de grandes volúmenes de agua dulce, que quedaron atrapados posteriormente bajo el avance oceánico.
El paralelo con el Amazonas: un corazón acuático sudamericano
El Atlántico no es el único en este enigma hídrico. Pocos días antes, investigadores brasileños confirmaron la colosal dimensión del Sistema Acuífero Grande Amazonas (SAGA), un depósito subterráneo con más de 160 000 millones de metros cúbicos de agua dulce, el equivalente a 250 años de consumo humano global. Con una extensión de 1,3 millones de kilómetros cuadrados, el SAGA revela que la Amazonia, además de ser el «pulmón verde», es también un inmenso corazón hídrico que regula el clima sudamericano.
La comparación entre estas evidencias refuerza una idea clarividente. El planeta aún guarda tesoros invisibles que pueden ser decisivos para enfrentar los desafíos ambientales del siglo XXI.

A pesar del entusiasmo, los expertos advierten sobre los riesgos. Extraer estas aguas puede alterar delicados ecosistemas marinos, modificar equilibrios salinos y comprometer procesos que han tardado miles de años en establecerse. Además, la calidad del agua en las capas más profundas aún no se ha evaluado por completo.
La gran cuestión, como subrayan los científicos, no es solo cuánto hay, sino cómo gestionarlo. La experiencia demuestra que la explotación irresponsable de los recursos hídricos conduce rápidamente a la escasez y a la degradación medioambiental. En un mundo en el que más de dos mil millones de personas carecen de acceso a agua potable segura, la tentación de explotar estas reservas es evidente.
El Atlántico, que durante siglos fue la frontera de lo desconocido y el motor de los descubrimientos, vuelve a sorprender con una evidencia que puede reescribir parte de la historia medioambiental del planeta. La confirmación de gigantescas reservas de agua dulce bajo el lecho marino abre un nuevo campo de estudio científico y un debate inevitable sobre la sostenibilidad y la equidad en el acceso a los recursos.
La ciencia tendrá ahora la tarea de descifrar el origen y la antigüedad de esta reserva, evaluar su recarga y, sobre todo, encontrar formas responsables de gestionar un recurso que, aunque inmenso, no es infinito. Entre la esperanza de una solución a la crisis mundial del agua y el riesgo de una nueva carrera extractivista, el futuro del "océano secreto" de agua dulce sigue siendo incierto.