La NASA lo confirma: el lago bajo el hielo de Marte nunca existió, y esto es lo que había realmente

Una nueva lectura del subsuelo del polo sur de Marte desmonta una vieja teoría y abre otra vía para entender lo qué realmente esconde el hielo.

Mars Reconnaissance Orbiter (MRO)
Ilustración artística del Mars Reconnaissance Orbiter de la NASA, que lleva dando vueltas al planeta rojo desde 2006. Su antena forma parte de SHARAD, el radar encargado de explorar lo que hay bajo la superficie marciana. Imagen: NASA/JPL-Caltech.

Durante años, una brillante señal captada en el extremo sur de Marte alimentó la posibilidad de la existencia de un depósito de agua líquida oculto bajo kilómetros de hielo. Aquella idea encendió la imaginación científica, porque cualquier rastro de agua en otro mundo suele ir acompañado de la eterna pregunta: ¿y si hubo vida? Ahora, un análisis reciente obtenido con una maniobra poco habitual de un orbitador de la NASA cambia por completo el guion.

El protagonista es el Mars Reconnaissance Orbiter (MRO), una nave que lleva tiempo cartografiando el planeta rojo con la paciencia de un arqueólogo celeste. Su radar SHARAD nunca había conseguido ver con claridad la zona donde, en 2018, otro radar, el MARSIS, de la Agencia Espacial Europea, registró una señal sorprendentemente intensa.

¿Qué es SHARAD?
Es un instrumento de radar de subsuelo instalado en el Mars Reconnaissance Orbiter (MRO). Su misión es cartografiar el subsuelo poco profundo de Marte enviando pulsos de radar y detectando sus reflexiones.

Tiene una resolución de aproximadamente 15 metros y puede ver a unos cientos de metros de profundidad, proporcionando datos sobre la composición de las capas subterráneas, incluyendo hielo, roca y suelo.

El equipo estadounidense decidió entonces arriesgar con un giro extremo de la nave para forzar al instrumento a mirar desde un ángulo distinto. Ese pequeño atrevimiento técnico ha acabado desmontando la idea del lago.

Una maniobra arriesgada para observar en profundidad

Para entender lo ocurrido hay que imaginar a MRO girando sobre sí mismo 120 grados, una rotación fuera de lo habitual que coloca su estructura en una postura incómoda pero necesaria. La antena radar, situada en la parte trasera, suele quedar parcialmente tapada por el propio cuerpo del orbitador, restándole sensibilidad. Los ingenieros del Jet Propulsion Laboratory y de Lockheed Martin, tras meses de pruebas, diseñaron un conjunto de órdenes que permitía ese giro extremo sin comprometer la estabilidad de la nave.

La maniobra surtió efecto el 26 de mayo, cuando SHARAD logró, por primera vez, devolver un eco profundo de la zona sospechosa: un área de unos 20 kilómetros resguardada bajo una losa de hielo cercana al kilómetro y medio de espesor. La señal que llegó a la Tierra no se parecía en nada a la que MARSIS registró años atrás. Era tenue, casi un susurro.

Ese detalle lo cambia todo. El agua líquida refleja con enorme intensidad las ondas de radar, casi como un fogonazo. El eco de SHARAD, en cambio, sugería otro tipo de material, menos reflectante y más cercano a una mezcla de polvo y roca compacta.

“Llevamos casi 20 años observando esta zona con SHARAD sin ver nada a esas profundidades”, recordaba Than Putzig Putzig, uno de los científicos del instrumento Shallow Radar (SHARAD) de MRO, junto a Gareth Morgan. Cuando por fin lograron mirar desde el ángulo adecuado, lo que vieron no coincidía con la idea de un lago atrapado bajo el hielo.

Lo que MARSIS vio… y lo que realmente había

La brillante señal detectada por el radar europeo en 2018 fue interpretada como la superficie de un cuerpo de agua. Para sostener aquella hipótesis, algunos investigadores propusieron que se trataba de un lago salado, capaz de mantenerse líquido pese a las bajas temperaturas del polo sur marciano. La explicación tenía lógica: la sal puede mantener el agua sin congelarse incluso en ambientes extremos. Pero no todos estaban convencidos.

Vista de la capa de hielo del polo sur de Marte el 25 de febrero de 2015
La nave Mars Express de la Agencia Espacial Europea captó esta vista de la capa de hielo del polo sur de Marte el 25 de febrero de 2015. Tres años después, la nave detectó una señal en la zona a la derecha de la capa de hielo que los científicos interpretaron como un lago subterráneo. Imagen: ESA/DLR/FU Berlín.

El nuevo estudio introduce otra posibilidad. El polo sur marciano está plagado de cráteres antiguos cubiertos de hielo, lo que crea un mosaico de depresiones y crestas. En ese paisaje irregular, una zona inusualmente lisa podría generar una reflexión muy intensa sin necesidad de recurrir al agua. Un flujo de lava solidificada, por ejemplo, encajaría con ese comportamiento.

Gareth Morgan lo resume de forma directa: “La hipótesis del lago generó un montón de trabajo creativo, que es precisamente lo que debe provocar cualquier descubrimiento científico emocionante”. Sin embargo, los nuevos datos complican mucho mantener aquella lectura inicial. Una segunda pasada del radar con la misma técnica ni siquiera detectó la débil señal previa, lo que sugiere un fenómeno local que no se comporta como lo haría un lago estable.

Nuevos objetivos: lo que el radar podría revelar ahora

Aunque la idea del lago se desvanezca, el avance técnico conseguido abre nuevas puertas. El propio equipo está ansioso por aplicar estas rotaciones extremas en zonas donde el radar siempre ha encontrado dificultades. Entre ellas destaca Medusae Fossae, una región ecuatorial llena de misterios. Algunos piensan que es un depósito inmenso de ceniza compactada; otros creen que podría esconder grandes reservas de hielo en profundidad.

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Si ese hielo existe, sería un recurso estratégico para futuros viajeros humanos, ya que la zona recibe más luz y mantiene temperaturas menos extremas. “Si es hielo, tendríamos una enorme reserva de agua cerca del ecuador marciano, justo donde sería ideal enviar a los humanos”, explica Putzig.

Mientras tanto, MRO sigue con su rutina alrededor del planeta, recopilando datos que permiten entender la historia geológica de Marte con un nivel de detalle imposible desde la superficie. La nave, gestionada por el JPL para la NASA y equipada con un radar proporcionado por la Agencia Espacial Italiana, continúa ampliando el mapa oculto bajo el hielo, las dunas y la roca.

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