El truco del pulgar que revela distancias interestelares: así funciona el paralaje estelar
Un gesto tan sencillo como mover un pulgar frente al paisaje encierra el mismo principio físico que usamos para medir abismos cósmicos de millones de años luz: descúbrelo aquí.

Imagina que extiendes el brazo, levantas el pulgar y alternas cerrar un ojo y otro. Notas cómo tu pulgar parece moverse respecto al fondo, ¿verdad? Ese gesto tan cotidiano es, en esencia, uno de los métodos más poderosos que tienen los astrónomos para medir distancias en el cosmos. Se llama paralaje estelar y, aunque suene técnico, es tan intuitivo como ese movimiento aparente.
¿Qué es exactamente el paralaje estelar?
El paralaje es un cambio aparente en la posición de un objeto cuando se observa desde dos puntos diferentes. En astronomía, se aprovecha el hecho de que la Tierra no está quieta: a lo largo de un año, nuestro planeta recorre una enorme órbita alrededor del Sol. Esto proporciona dos puntos de vista separados por 300 millones de kilómetros.
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— Alberto Corbi Bellot (@albertcorbi) June 1, 2021
Cuando los astrónomos observan una estrella en enero y vuelven a observarla seis meses después, la estrella parece haberse desplazado ligeramente respecto al fondo formado por estrellas muchísimo más lejanas. Pero en realidad no se mueve, es solo un efecto geométrico. Ese minúsculo “saltito” angular es el paralaje estelar.
La geometría detrás del método: una regla cósmica
La clave está en medir el ángulo de ese desplazamiento, pues cuanto más cerca está una estrella, mayor es su paralaje. Y cuanto más lejos, más pequeño es el ángulo, hasta volverse prácticamente imperceptible.
Para ello, los astrónomos usan trigonometría simple: imaginan un triángulo cuyo vértice es la estrella, y los otros dos vértices son la posición de la Tierra en dos momentos opuestos de su órbita. El ángulo observado permite calcular la distancia real.

Para expresarlo, se utiliza una unidad especial: el parsec (pc). Una estrella situada a 1 parsec muestra un paralaje de 1 segundo de arco, una medida angular extraordinariamente pequeña. Para ponerlo en perspectiva: 1 segundo de arco equivale al grosor de una moneda vista desde más de dos kilómetros de distancia.
Un reto histórico: siglos para medir el primer paralaje
Aunque el concepto era conocido desde la Antigüedad, ningún astrónomo logró medirlo con precisión hasta el siglo XIX. ¿Y cuál es la razón? Porque incluso la estrella más cercana, Próxima Centauri, exhibe un paralaje diminuto: apenas 0,77 segundos de arco.
El paralaje estelar, logrado por primera vez con éxito por Friedrich Bessel en 1838, permite medir de forma directa una variable muy importante en astronomía: la distancia.
— Sergio Andrés Sánchez S. (@sergiosan91) June 15, 2020
En esa época, su herramienta fue un heliómetro de Fraunhofer con el cual observó a la estrella 61 Cygni. pic.twitter.com/buWaTwCrFm
Fue en 1838 cuando Friedrich Bessel consiguió por fin detectar y calcular el paralaje de la estrella 61 Cygni, inaugurando una nueva era en la astronomía. Por primera vez, la humanidad podía medir la distancia real a las estrellas sin suposiciones y con métodos puramente geométricos.
De telescopios terrestres a satélites ultraprecisos
Lo cierto es que con el tiempo, las mediciones de paralaje se han vuelto cada vez más precisas. Los telescopios terrestres alcanzan límites muy finos, pero la atmósfera introduce turbulencias que dificultan la observación.
Primero fue Hipparcos, de la Agencia Espacial Europea (ESA), y más recientemente Gaia, un observatorio espacial que está cartografiando la Vía Láctea con una exactitud sin precedentes. Gaia es capaz de medir paralajes de milésimas e incluso millonésimas de segundo de arco. Gracias a él, conocemos la posición y distancia de más de mil millones de estrellas.
En definitiva, el paralaje estelar es la base sobre la que se construye toda la escala de distancias del universo. Si no supiéramos la distancia real a estrellas cercanas, no podríamos calibrar otros métodos que permiten medir objetos más lejanos: desde estrellas variables como las Cefeidas hasta supernovas tipo Ia o el desplazamiento al rojo de galaxias remotas. En otras palabras: sin el truco del paralaje, no entenderíamos el tamaño de la Vía Láctea ni la expansión del universo.
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