¿Mito o realidad? La promesa de hacer energía con el sargazo que invade el Caribe
De nuevo el Caribe se enfrenta a un importante desafío en las últimas semanas: toneladas de sargazo amenazan su economía turística y aceleran la búsqueda de soluciones energéticas innovadoras.

Durante las últimas semanas, la postal soñada de aguas turquesas y arena blanca en gran parte del Caribe quedó sepultada bajo un manto marrón que, en cuestión de días, se convierte en una masa pestilente y tóxica. El sargazo, un alga parda que prolifera de manera descontrolada desde hace más de una década, recala en costas de México, República Dominicana, Puerto Rico, Barbados y otras islas, interrumpiendo la llegada de turistas y deteriorando los ecosistemas costeros.
La putrefacción de este material libera ácido sulfhídrico y amoníaco, gases responsables del olor fétido que obliga a cerrar accesos, desalojar visitantes e incluso clausurar hoteles durante días. Para los habitantes y operadores turísticos, se trata de un problema que va mucho más allá de lo ambiental: la economía de miles de familias depende de esas playas que, durante algunos periodos del año, resultan literalmente inutilizables.
Así el sargazo que está llegado este día a Playa del Carmen, Quintana Roo. pic.twitter.com/eXKJSYDOzz
— Alerta Vigilante Tlaxcala-México (@AlertaVigilante) June 27, 2025
La magnitud del fenómeno se dimensiona con un dato que encendió todas las alarmas: según los satélites del University of South Florida, en 2024 se formó un cinturón de sargazo de más de 13 millones de toneladas flotantes, una masa tan extensa que supera la superficie de México. Y aunque cada temporada varía en intensidad y distribución, la tendencia muestra un crecimiento sostenido que amenaza con volverse permanente.
En este contexto, la pregunta central dejó de ser cómo removerlo, y empezó a ser cómo aprovecharlo. Allí es donde surge la idea de convertir el problema en oportunidad: producir energía a partir del sargazo.
Un residuo con potencial energético
La posibilidad de transformar el sargazo en biogás, bioaceite, electricidad o biocombustibles surgió casi en paralelo con la constatación de que las barreras flotantes y la recolección manual no darían abasto. Investigadores y gobiernos entendieron que, si cada año se desembarcan decenas de miles de toneladas, esos volúmenes podían representar una reserva energética no convencional.
Los digestores, cámaras selladas que convierten residuos orgánicos en biogás rico en metano, mostraron resultados prometedores si el alga se sometía previamente a tratamientos de lavado y prehidratación. Estas técnicas reducen la salinidad que impide la proliferación bacteriana, principal obstáculo en la conversión biológica.
Más tarde, otros grupos de investigación exploraron el uso de la pirólisis. Esta técnica consiste en calentar la biomasa en ausencia de oxígeno hasta descomponerla en gases combustibles, bioaceite líquido y carbón vegetal.

En República Dominicana y Puerto Rico, pequeñas plantas piloto confirmaron que el sargazo puede transformarse en un gas de poder calorífico moderado, capaz de alimentar generadores eléctricos adaptados. Sin embargo, los experimentos también revelaron desafíos técnicos complejos: el cloro y los metales presentes en el alga aceleran la corrosión de los equipos, y el contenido de agua exige un secado previo costoso.
Intentos de fermentación y producción de biocombustibles líquidos
Mientras los digestores anaerobios y los reactores de pirólisis avanzaban en sus etapas de prueba, algunos proyectos europeos –principalmente en colaboración con universidades caribeñas– propusieron fermentar los hidratos de carbono del sargazo para producir etanol. La idea consistía en aplicar procesos de hidrólisis enzimática para descomponer los polisacáridos en azúcares simples, que luego podrían transformarse en alcoholes combustibles.
Si bien la investigación logró obtener etanol de manera controlada en laboratorio, la baja densidad energética del material, la necesidad de neutralizar los compuestos tóxicos y los costos de procesamiento mantuvieron esta línea en fase experimental. Los responsables de varios de estos ensayos coinciden en que, por ahora, se trata de un proyecto de alta complejidad económica y tecnológica.
Experiencias destacadas y pilotos recientes
Algunos ejemplos permiten dimensionar hasta dónde se ha avanzado en la región en la búsqueda de soluciones energéticas. En la localidad mexicana de Puerto Morelos, se puso en marcha una planta piloto que combina residuos de sargazo con otros desechos agroindustriales, como bagazo de caña y restos de poda, con el fin de producir biogás y reducir la concentración de sal.
En Guadalupe y Martinica, territorios franceses de ultramar, iniciativas financiadas con fondos europeos desarrollaron proyectos de valorización mixta: parte del sargazo recolectado se destina a compostaje y parte se procesa térmicamente para producir calor y electricidad. Estas experiencias demostraron que la integración de procesos –secado, trituración y gasificación– permite obtener mejores rendimientos energéticos.

Por su parte, en la Riviera Maya surgieron alianzas entre start-ups ambientales y cadenas hoteleras que comenzaron a fabricar pellets secos de sargazo que se queman en calderas adaptadas que proveen energía térmica a instalaciones turísticas. Aunque los primeros resultados fueron alentadores, las empresas reconocen que se necesita inversión pública sostenida para escalar la producción y mejorar la logística de recolección.
La dimensión económica y ambiental del desafío
Convertir el sargazo en energía no es simplemente una cuestión técnica: implica una ecuación de costos, regulación ambiental y desarrollo industrial que la mayoría de los países caribeños aún no resuelve del todo. El transporte de las algas desde las playas hasta las plantas de procesamiento puede representar hasta un 60 % de los costos operativos, sobre todo si no se cuenta con infraestructura adecuada.
Además, el manejo de los residuos generados –cenizas con alta concentración de sales y metales pesados– requiere protocolos específicos para evitar impactos secundarios. A pesar de estas complicaciones, la presión de la industria turística y la creciente conciencia ambiental están impulsando una agenda regional que reconoce al sargazo como materia prima estratégica.
La oportunidad de un cambio estructural
Si algo dejó en claro la crisis del sargazo en los últimos años es que la región necesita un enfoque integral que combine prevención, contención, recolección y valorización. Las soluciones exclusivamente logísticas –como las barreras flotantes y las retroexcavadoras en la playa– han demostrado ser insuficientes ante la magnitud del fenómeno.

En cambio, la conversión energética plantea una oportunidad más amplia: transformar un residuo ambientalmente peligroso en un recurso útil, capaz de generar electricidad o combustibles y, con ello, mitigar parte del impacto económico sobre el turismo. No será un camino sencillo y habrá que escalar esas experiencias con inversiones públicas y privadas que garanticen continuidad, así como con regulaciones claras sobre el manejo de residuos y la compatibilidad ambiental.
Mientras tanto, en las playas de Cancún, Punta Cana o Tulum, miles de personas siguen trabajando cada madrugada para limpiar los arribos de sargazo que, como una marea silenciosa, amenaza con alterar de manera permanente el paisaje del Caribe. La urgencia de convertir esta amenaza en oportunidad energética no hace más que crecer con cada nueva temporada que inicia.