Filomenas fantasmas (la fecha en 2022) y predicciones imposibles

La anunciada gran nevada, similar a la de Filomena, para el próximo lunes, 24 de enero, ha sido un bulo puesto en circulación en redes sociales, alentado por varios medios de comunicación, que ha contado con la complicidad de un joven aficionado a la Meteorología que elabora cabañuelas.

Nevada de Filomena
Paseantes y esquiadores por una calle de Madrid el 9 de enero de 2021 durante la gran nevada que provocó la borrasca Filomena.

Mañana lunes, 24 de enero de 2022, tendrá la oportunidad de comprobar si se repetirá o no una nevada similar a la que generó la borrasca Filomena hace algo más de un año, entre los días 8 y 9 de enero de 2021. A tenor de las informaciones que desde hace semanas han circulado por las redes sociales y algunos medios de comunicación, si Vd. peca de ingenuo puede que todavía confíe en que se produzca esa gran nevada, aunque para su información debe saber que esa posibilidad quedó, hace ya bastantes días, reducida a un número tan próximo a cero como usted quiera.

La nueva Filomena estaba prevista para este lunes 24 de enero. Era extremadamente improbable que sucediera y el tiempo ha dado la razón a la ciencia.

El tiempo seguirá anticiclónico los próximos días en la península Ibérica y Baleares; con una alta probabilidad de que la situación persista toda la próxima semana. Por las fechas en las que estamos –acercándonos al ecuador del invierno–, entraba dentro de lo posible que a partir del lunes hubiéramos tenido un temporal invernal al uso, pero este año toca un escenario distinto. Lo que sí que sería altamente improbable es que tuviéramos una nueva Filomena. De ocurrir dos nevadas de ese calibre dos inviernos consecutivos, las estadísticas climatológicas saltarían por los aires. Lo más probable –aunque el clima está cambiando– es que pasen varios decenios hasta que acontezca algo parecido.

La quimera de la predicción a largo plazo

Pensando en una nevada tipo Filomena o en cualquier otra situación meteorológica que se nos ocurra, lo que es imposible a todas luces es predecirla a largo plazo (con más de dos semanas de antelación), ni recurriendo a métodos tradicionales, ni a los modelos numéricos (matemáticos) que nos permiten anticipar la evolución futura del complejo sistema atmosférico, dentro de unos límites de predictibilidad dictados por el comportamiento caótico del citado sistema.

La predicción meteorológica tiene que entenderse únicamente así, como las soluciones que proporcionan esos modelos y la incertidumbre asociada a ellas. El vaticinio de un cabañuelista es otra cosa. Sin base científica que lo sustente, ha de verse únicamente como algo anecdótico, folclórico, tradicional…, pero nunca como una predicción meteorológica.

Ensembles
A medida que aumenta el plazo de una predicción meteorológica, aumenta su incertidumbre. La técnica de ensembles permite agrupar distintas posibles evoluciones futuras, acotando su probabilidad de ocurrencia. Fuente: © Met Office

Desde que los seres humanos, en el Neolítico (hace más de 10.000 años), comenzaron a cultivar la tierra, empezaron a mirar al cielo y a estar pendientes de los cambios de tiempo, de los que dependía fuertemente el éxito o el fracaso de la actividad agrícola. La planificación de las tareas del campo a lo largo del año, llevó a aquellos primeros agricultores a relacionar algunos ciclos naturales, como las fases de la luna, con el comportamiento atmosférico.

También se lanzaron a la piscina de la predicción del tiempo a largo plazo, relacionando lo que observaban en el cielo y en la naturaleza en un momento dado, con cambios en la atmósfera, no solo para el día o días siguientes (lo que en muchos casos sí que funcionaba), sino también para la siguiente estación o el año venidero. Las creencias se impusieron a la razón, perdurando en el tiempo estos métodos, que en la actualidad –tal y como hemos visto– avivan algunos medios de masas, equiparándolos, incomprensiblemente, a los usados por los meteorólogos.

¿Qué son las cabañuelas?

Por la razón esgrimida, las cabañuelas llevan varias semanas en el candelero. Muchas personas han oído hablar de ellas, pero no está de más recordar en qué consiste este método tradicional de “predicción del tiempo” a largo plazo. Tienen su origen en la fiesta judía de los Tabernáculos o Sucót, y se llevan a cabo aplicando distintas metodologías, dependiendo de los lugares y de las personas encargadas de elaborarlas (habitualmente pastores y gente con un fuerte arraigo a la tierra). En España, las más habituales son las cabañuelas de agosto, basadas principalmente en la observación del comportamiento de la atmósfera durante los primeros 24 días de ese mes.

Cabañuelista
El cabañuelista granadino Antonio Baquero Olmos. Fotografía de Pepe Marín Zarza. Fuente: El País.

El cabañuelista anota con minuciosidad todo lo que acontece en el cielo cada uno de los días del citado período. Lo ocurrido el 1 de agosto lo relaciona con el comportamiento esperado el mes de enero del año siguiente, lo ocurrido el 2 de agosto con febrero, y así hasta llegar al 12 de agosto, que se corresponde con el mes de diciembre. Del 13 al 24 de agosto se repite la operación, pero invirtiendo el orden de correspondencia de los meses; de manera que el día 13 de asocia a diciembre, el 14 a noviembre, y así sucesivamente hasta completar la segunda docena de días. Esta segunda vuelta se conoce como contracabañuelas o retornás, y permite “afinar” el vaticinio. Esto es lo que hay. Ciertamente, hay que echarle imaginación para concebir cómo los días 1 y 13 de agosto de 2021 señalaron al pastor de turno y a su joven aprendiz, que el 24 de enero de 2022 la nieve volvería a sepultar una parte importante del territorio peninsular.

El bulo de la Filomena del 24 de enero

Es obligado hacer una reflexión final sobre las circunstancias que han propiciado que a millones de personas les haya llegado el bulo de que mañana tendremos una nueva Filomena, según las cabañuelas llevadas a cabo por un joven adolescente burgalés. El chico es uno de tantos aficionados a la Meteorología que hay en nuestro país; a buen seguro asiduo de la sección de modelos de Meteored y de otras páginas web. Por lo que hemos leído y él mismo ha contado a la prensa, un pastor le enseño desde niño a interpretar las señales del cielo y la naturaleza, introduciéndole en el mundo de las cabañuelas. Algunos medios pronto vieron en el tema un filón, que no dudaron en explotar al máximo, poniendo en práctica el “todo vale” por la audiencia.

El fenómeno no tardó en viralizarse. El primer paso fue poner en circulación el bulo de que el joven cabañuelista había pronosticado con éxito la Filomena de verdad; la de enero de 2021, no la fantasma. La bola de nieve (símil apropiado en esta ocasión) empezó a hacerse grande. Las condiciones eran las adecuadas para que el propio protagonista entrara al juego de los medios y anunciara su vaticinio de este año. El 24 de enero volvería otra Filomena.

No se puede predecir el tiempo a largo plazo, cualquier intento en este sentido está condenado al fracaso.

Estábamos todavía tomándonos el turrón, omicron empezaba a campar a sus anchas y el fenómeno de la (doble) viralización ya estaba en marcha y era imparable. Los memes sobre la nevada fantasma comenzaban a circular por whatsapp, y los meteorólogos empezamos a ser preguntados por el asunto. La respuesta, como no puede ser de otra forma, fue y sigue siendo contundente: no se puede predecir el tiempo a largo plazo; cualquier intento en ese sentido está condenado al fracaso, se lleve a cabo por un método popular milenario o por el superordenador más potente del mundo. Teniendo esto claro, a nadie le entrará la duda cuando dentro, seguramente, de no mucho, vuelva a ponerse en circulación un bulo similar al de la Filomena fantasma.