Descubre 4 cascadas de España que desembocan en el mar

En España podemos disfrutar de una gran diversidad de cascadas, especialmente en zonas de montaña. Mucha gente lo desconoce, pero hay varias que desembocan... ¡en el mar! Aquí te mostramos algunas de ellas.

Cascada de Ézaro
En España hay varias cascadas que desembocan en el mar, aunque la más famosa es la Fervenza do Ézaro, en Galicia.

Cuando nos viene a la cabeza una cascada solemos imaginar en las típicas caídas de agua que se suelen producir cerca del nacimiento de los ríos, con altas montañas y vegetación exuberante. Sin embargo, esto no siempre es así, y a veces hay desniveles aguas abajo que el río tiene que salvar. Aquí vamos hablar de unas aún más raras: las que caen directamente al mar.

Cascadas que caen al mar en España

Aunque parezca más típico de países de otras latitudes, en España tenemos algunos ejemplos de ríos que desembocan en el mar a través de cascadas. No son extremadamente caudalosas, y las que hay están son intermitentes o de escaso caudal, o están reguladas aguas arriba. A continuación, vamos a ver cuatro de ellas.

Fervenza do Ézaro (cascada de Ézaro)

Sin duda es la cascada más famosa de Galicia. Aunque se promociona como el único río que desemboca en forma de cascada en el mar de Europa, esto no es así. No obstante, se encuentra en un entorno privilegiado, cerca de alguno de los parajes más conocidos de la Costa da Morte. Sólo por eso ya merece la pena acercarse a este lugar.

Ría de Ézaro
Desde el puerto de Ézaro hay un corto y agradable paseo hasta la cascada.

La fervenza se encuentra junto a Ézaro, que forma parte del municipio de Dumbría. El río Xallas tiene que salvar un desnivel de unos 150 metros antes de llegar al Atlántico, formando al final esta impresionante cascada de 40 metros. Después de los temporales atlánticos el caudal es mayor, aunque el caudal está regulado todo el año. Recomendamos visitarla al atardecer, y además en las noches de verano se ilumina de forma artificial.

La cascada de Maro, en Nerja

Vamos al otro extremo de la Península: en concreto al municipio malagueño de Nerja. La cascada de Maro es un bonito salto de agua de 15 metros que cae sobre un Mediterráneo turquesa. Sin duda, un espectáculo maravilloso. El caudal es muy irregular, pero suele ser mayor en primavera y tras fuertes lluvias. Muchos aprovechan para acercarse en kayak hasta la base de la cascada desde las calas cercanas.

Cascada de Maro
El arroyo Sanguino forma un salto de agua en su desembocadura: es la cascada de Maro. Su caudal es muy irregular.

No obstante, en los últimos años ha habido algo de polémica en torno a esta cascada: muchos se las han encontrado seca en verano, otros denuncian que los alrededores se producen vertidos de aguas residuales. Gran parte del caudal se utiliza para el riego de los invernaderos de los alrededores. Sin embargo, Nerja tiene otros muchos rincones que no dejan a nadie indiferente, por ejemplo sus famosas cuevas.

La cascada del Bolao, en Cantabria

Volvemos al norte, en concreto a Cantabria. Muy cerca del pequeño pueblo de Toñanes, perteneciente al municipio de Alfoz de Lloredo, encontramos otra cascada que prácticamente desemboca en las bravas aguas del Cantábrico. Entre praderas y junto a imponentes acantilados se encuentra el Molino del Bolao, que recogía las aguas del arroyo de la Presa para moler el trigo y el maíz que traían los vecinos de los alrededores.

Cascada de El Bolao
El arroyo de la Presa de Toñanes forma varios saltos de agua antes de fundirse con las aguas del Cantábrico.

Este arroyo forma una bonita cascada escalonada justo antes de caer de desembocar en el mar. Se puede acceder en coche o andando desde los pueblos desde los alrededores, ya que hay varias rutas de senderismo. Eso sí, se recomienda evitar los días muy lluviosos o ventosos.

La sorprendente playa de Covachos

No abandonamos Cantabria para conocer otra cascada que cae en el mar, aunque de nuevo hablamos de un salto bastante modesto. La bucólica playa de Covachos se encuentra en el municipio de Santa Cruz de Bezana, concretamente en la pedanía de Soto de la Marina, muy cerca de Santander. En sus 50 metros y rodeada de acantilados podemos encontrar arena fina y dorada, y unas aguas limpias.

Pero esta playa es conocida también por su islote, al que se puede llegar andando durante la marea baja al aparecer un tómbolo que lo une al continente. Además, en unos de los lados de la playa se encuentra un modesto salto de agua de un riachuelo que tiene que salvar el desnivel entre los acantilados y el mar.