El telescopio espacial James Webb descubre un planeta "infernal" que desafía la ciencia planetaria
El telescopio James Webb detecta indicios firmes de atmósfera en una supertierra ultracaliente, un hallazgo que pone contra las cuerdas a las teorías sobre planetas rocosos extremos.

Durante años, los planetas rocosos sometidos a calor extremo han sido considerados mundos desnudos, incapaces de conservar gases alrededor. Sin embargo, una observación detallada ha cambiado ese guion. TOI-561 b, un exoplaneta abrasador, ofrece ahora pruebas de que incluso en condiciones infernales puede existir una envoltura gaseosa estable.
El resultado llega gracias a los datos del Telescopio Espacial James Webb, que ha permitido analizar la temperatura y el brillo del planeta con una precisión inédita. Todo lo observado encaja con un escenario sorprendente: una atmósfera espesa flotando sobre una superficie fundida.
La supertierra ultracaliente que desafiaba los modelos clásicos
TOI-561 b pertenece a la familia de las llamadas supertierras. Tiene una masa cercana al doble de la terrestre, pero se mueve tan pegada a su estrella que completa una órbita en poco más de diez horas. Esa cercanía provoca un bloqueo gravitatorio: un hemisferio siempre iluminado y otro condenado a la noche perpetua.
Webb detected the strongest evidence yet for an atmosphere on a rocky planet outside of our solar system! Findings suggest ultra-hot super-Earth TOI-561 b is surrounded by a thick blanket of gases above a global magma ocean. https://t.co/d6g3z4pnUr pic.twitter.com/2VdiyU8LMs
— NASA Webb Telescope (@NASAWebb) December 11, 2025
La estrella que la alberga no es especialmente violenta. De hecho, es algo más fría y ligera que el Sol. Aun así, la distancia entre ambos cuerpos genera una radiación brutal. El resultado es un mundo con temperaturas capaces de fundir roca y crear un océano global de magma.
Lo que más desconcierta a los astrónomos es su densidad. Para ser un planeta de roca y metal, TOI-561 b resulta más liviano de lo esperado. No encaja con los llamados “superpuff”, pero tampoco con una versión ampliada de la Tierra. Esa anomalía fue la primera pista de que algo más estaba ocurriendo.
La supertierra ultracaliente vista por el James Webb
Para despejar dudas, el equipo científico que gestiona el telescopio diseñó un seguimiento térmico muy preciso. El James Webb observó el sistema cuando el planeta pasaba por detrás de su estrella, una técnica que permite aislar la luz emitida por el propio planeta y estimar la temperatura del lado diurno.
NEWS : JWST found the strongest evidence yet of a rocky planet with an atmosphere outside our solar system
— Latest in space (@latestinspace) December 11, 2025
The exoplanet, TOI-561 b, defies prior beliefs that its insane 3,100°F dayside temp would prevent it from having a stable atmosphere
"...Gases are coming out of the pic.twitter.com/zFJXt46GCc
Si la superficie estuviera completamente desnuda, los cálculos apuntaban a unos 2.700 grados centígrados. Sin embargo, la señal real indicaba alrededor de 1.800 grados. Sigue siendo un infierno, pero notablemente más frío de lo que correspondería a una roca expuesta al vacío.
Esa diferencia es esencial. Sin un medio que transporte energía, el calor quedaría atrapado en el hemisferio iluminado. La única explicación coherente es la presencia de una atmósfera capaz de redistribuir temperatura mediante unos vientos intensos y de filtrar parte de la radiación antes de que escape al espacio.
Una densa atmósfera sobre un océano de magma
Los investigadores analizaron otras opciones. Un océano de magma podría mover algo de calor, pero en el lado nocturno acabaría solidificándose, frenando el proceso. También se consideró una fina capa de vapor de roca, insuficiente por sí sola para explicar los datos observados.

La hipótesis más sólida apunta a una atmósfera rica en volátiles. Moléculas como el vapor de agua absorberían radiación infrarroja cercana, mientras que posibles nubes de silicatos reflejarían parte de la luz estelar. El efecto combinado haría que el planeta pareciera más frío de lo que realmente es.
Queda un misterio mayor: cómo logra TOI-561 b retener gas pese a la irradiación constante. Una de las ideas plantea un equilibrio continuo entre el interior fundido y la atmósfera. El magma liberaría gases y, a su vez, volvería a absorberlos, dando lugar a un sistema dinámico que alguien describió como “es realmente como una bola de lava húmeda”.
Las observaciones de TOI-561 b forman parte de un programa que siguió el sistema del telescopio espacial James Webb durante más de 37 horas, cubriendo casi cuatro órbitas completas. Con el análisis completo en marcha, los científicos esperan construir un mapa térmico detallado y afinar la composición atmosférica. TOI-561 b se convierte así en un laboratorio natural perfecto para entender cómo eran los planetas rocosos cuando el universo era más joven.
Referencia de la noticia
Teske, J. K., Wallack, N. L., Piette, A. A. A., Dang, L., Lichtenberg, T., Plotnykov, M., Pierrehumbert, R., Postolec, E., Boucher, S., McGinty, A., Peng, B., Valencia, D., & Hammond, M. (2025). A Thick Volatile Atmosphere on the Ultrahot Super-Earth TOI-561 b. Astrophysical Journal Letters, 995(2), Article L39. https://doi.org/10.48550/arXiv.2509.17231, https://doi.org/10.3847/2041-8213/ae0a4c
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