Entrevista del mes: Mariano Barrientos Vallvé

Mariano Barriendos VallvéProfesor agregado del Departamento de Historia Moderna de la Universidad de Barcelona. Especialista en Climatología históricaInvestigador adscrito al “Laboratori de Recerca del Clima”, Parc Científic de Barcelona.

¿Cuándo empezó a interesarse por el clima en general y por la climatología histórica en particular?

Fue un proceso que quizás a los investigadores actuales pueda resultar curioso y chocante. Precisamente ahora, que se favorece tanto la interdisciplinariedad, algunas especialidades transversales como la climatología histórica tienen escasas posibilidades de desarrollarse dentro de la actividad académica universitaria. Tal como su nombre indica, la climatología histórica necesita de unos conocimientos básicos de climatología y de historia. Pues bien, gracias a los planes de estudios ya obsoletos y suprimidos, en las Facultades de Geografía e Historia era posible cursar, años ha, asignaturas de contenido muy diverso. En mi caso, tuve la ocasión de estudiar las crisis económicas y demográficas de las épocas medieval y moderna, pero al mismo tiempo estudiar climatología. El profesor Javier Martín Vide propuso en su asignatura de climatología un trabajo de curso en el que se analizaran informaciones obtenidas en fuentes documentales históricas. Gracias a los conocimientos que simultáneamente estaba adquiriendo en el trabajo en archivo histórico, pude iniciar ese camino que se prolonga ya casi dos decenios.

¿Hasta qué época podemos reconstruir el clima del pasado con garantías, sin incurrir en demasiado error?

Esta pregunta es muy interesante porque constituye la clave de cualquier análisis climático (la fiabilidad de los datos). Por desgracia, no hay dos casos iguales. Cada país tiene unas singularidades específicas en la generación de documentos históricos y en su preservación, que explican la posterior disponibilidad documental. En el caso de los reinos hispánicos, se dispone de documentación municipal continua y homogénea desde el siglo XIV hasta la actualidad. Ese sería el periodo básico para trabajar con un margen de error aceptable. Para el periodo altomedieval, entre los siglos VIII y XIII, se debe recurrir a crónicas medievales que sufren problemas de fiabilidad y discontinuidad. Ese periodo tiene un nivel de calidad sensiblemente inferior.

Descripción de una sequía crítica en Girona, 1567.

Archivo Histórico Municipal de Girona, Actas Municipales.

Peregrinación a N. S. de Montserrat

¿Dónde termina el cometido de la Climatología histórica y comienza el de la Paleoclimatología?

Bueno, en este aspecto se dejan al descubierto algunas indefiniciones que afectan a cualquier especialidad joven que debe fijar sus ámbitos de trabajo, objetivos y líneas de investigación. Desde el punto de vista de un historiador, Paleoclimatología puede comprender cualquier investigación climática del pasado que emplea fuentes de información no instrumentales. Dentro de esta disciplina amplia, la climatología histórica estaría al nivel de otras especialidades que trabajan con unos proxies muy específicos y propios, como la palinología, la dendroclimatología, etc. En nuestro caso, la información se obtiene en fuentes documentales y bibliográficas históricas. También podemos complementar a otros colegas recuperando documentación gráfica, cartográfica y epigráfica, así como registros instrumentales antiguos, anteriores a la existencia de servicios meteorológicos oficiales (c. 1650-1850).

Dentro del gran debate actual que existe sobre el cambio climático, los registros históricos adquieren una especial importancia. Una de las cuestiones sobre la que no toda la comunidad científica parece estar de acuerdo es sobre la magnitud que alcanzó el Óptimo Cálido Medieval en comparación con la fase cálida actual, ¿qué nos puede contar al respecto?

Lamento no poder ofrecer datos ya elaborados y concluyentes. Hay especialidades  que empleando proxies de latitudes o altitudes alejadas han avanzado ya resultados que caracterizan el episodio cálido medieval. Las aportaciones desde el ámbito de la climatología histórica están todavía en curso en nuestro ámbito geográfico. Hay mucha documentación pendiente de consultar. Lo que se puede avanzar, como indicios obtenidos de las comunidades humanas que experimentaron aquel episodio, es que probablemente experimentaban una frecuencia de episodios meteorológicos extremos muy baja; menor incluso que la actual. Por otro lado, debido a la presencia de cultivos mediterráneos en altitudes considerables y ubicaciones poco propicias, podemos considerar en términos generales que las temperaturas y probablemente también las precipitaciones eran más elevadas y confortables que incluso en la actualidad.

¿Qué parte del éxito de las predicciones climáticas es debida a la ingestión de registros históricos de calidad y cuál a nuestro mejor conocimiento del sistema climático y al perfeccionamiento de la modelización?

Mis conocimientos no alcanzan a establecer una cuantificación de méritos. Nuestra satisfacción es recuperar una información que puede ser tratada en los modelos climáticos o que puede contribuir a su mejor funcionamiento. Eso es un beneficio evidente para toda la comunidad científica y, en definitiva, para toda la sociedad que es la que con sus impuestos da soporte a esta investigación. Es necesario avanzar en todos los campos. Siempre es preferible hacerlo con recursos suficientes en todos los ámbitos, para que no se produzcan desequilibrios.

¿Cuáles son sus principales líneas de trabajo en la actualidad?

Son básicamente dos. Por un lado, profundizar en el conocimiento de los episodios meteorológicos extremos, para lo que estamos extendiendo la recopilación de información a múltiples archivos de ámbito local pero también hacia fuentes altomedievales para obtener series de unos 1000 años continuos. Por otro lado, estamos recuperando información sobre la actividad agrícola en zonas de altitud en el Pirineo para el periodo altomedieval. Con un conocimiento preciso de los cultivos y su localización, con el tiempo se podrán extrapolar condiciones ambientales de aquella época y compararlas con las actuales. De momento, puedo avanzar que en el Pirineo si había un cultivo frecuente y recurrente era la viña. En la actualidad nos sorprendería alguna población especializada en deportes de aventura y nieve que tuvieran entre su patrimonio histórico la producción comercial de vino. Los archivos de protocolos notariales contienen un registro sistemático en sus documentos de compra-venta con esta información. Sólo resta recuperarla.

Su tesis doctoral fue la primera en España sobre climatología histórica, ¿cuáles fueron las principales dificultades que se le plantearon a la hora de abordar un trabajo pionero como el que acometió?

Pues introduciendo un poco de broma a la entrevista, la primera dificultad que se planteó fue la cara de pasmo del director de tesis, el Dr. Javier Martín Vide, cuando al ver los primeros diagramas sobre sequías de los siglos XVI, XVII, XVIII... se enteró que no estaban basadas en registros instrumentales, ni siquiera en descripciones cualitativas, sino en un cálculo de frecuencias de las diferentes rogativas “pro pluvia” empleadas en cada población para obtener una buena lluvia: que si una procesión con unas reliquias, que si la inmersión en agua de otras reliquias, que si una peregrinación, o una oración mental...

Bromas aparte, quizás lo que obstaculiza más la investigación en climatología histórica es la propia cantidad de documentación a consultar para obtener una serie de datos que cubra unos pocos siglos. Los archivos históricos están en general muy bien equipados y atendidos, los medios informáticos agilizan la labor, y la información a obtener es relativamente fácil de interpretar. El problema básico es la ingente cantidad de documentos en los que podemos encontrar información útil. Se impone una selección de fuentes y después una importante dosis de paciencia y perseverancia para consultar cada serie documental volumen a volumen, y página a página. La documentación administrativa de entidades públicas es muy rica en descripción de condiciones ambientales adversas, pero cuando se requiere la recuperación de 400 o 600 años de información, a obtener en legajos de documentación burocrática, el esfuerzo es notable.

Cráneo de San Severo. Nivel 3 de rogativas  en

Barcelona mediante procesión con estas reliquias

por las calles de la ciudad. También se acudía

a San Severo para los dolores de cabeza.

A lo largo de su carrera profesional, en esa labor detectivesca que a buen seguro le habrá llevado por oscuros, polvorientos y laberínticos archivos eclesiásticos y municipales, seguro que le han sucedido numerosas anécdotas. ¿Puede contar alguna a nuestros lectores?

La anécdota “marco” para responder a esta pregunta es que aquellos colegas y amigos que han escuchado algunas de estas anécdotas, concluyen que hay “masa crítica” para una novela completa. Es muy lógico que trabajando en instituciones con la aureola de encanto sugestivo e incluso algo de misterio se susciten anécdotas. Podría extenderme mucho, pero para ser justo hay que decir que en términos generales los archivos ya han perdido mucha componente de aventura y misterio. La novela “El nombre de la rosa” y su producción cinematográfica ayudó mucho a crear una imagen muy peculiar. La mayoría de archivos NO satisfacen esa imagen. Muy al contrario, son eficientes, luminosos, limpios, y maravillosamente anodinos, porque lo que requiere un historiador que ha de trabajar con una ingente cantidad de documentación es disponer de una rutina de trabajo con el mínimo de incidencias posible.

Sin embargo, no puedo negar que hay archivos que cumplen muy de cerca las condiciones “novelescas” arriba mencionadas. Por desgracia, la falta de recursos para atender todo el Patrimonio Histórico Documental lleva a situaciones en las que trabajar con algunos fondos es muy duro, casi una aventura. Por razones obvias, no puedo dar detalles aunque quizás denunciar la situación sería lo más razonable para que algunas situaciones de falta de recursos pudieran resolverse. Hay archivos con la documentación conservada en muy mal estado, con parásitos y suciedad, con instalaciones precarias de mobiliario o iluminación y horarios de consulta muy limitados. El trabajo se hace más penoso, al extremo, como me ocurrió hace quince años: consultando unos legajos poco cuidados sufrí una infección muy violenta en el cuello, por cometer la imprudencia de rascarme antes de lavar las manos cuidadosamente. Después de una semana con fiebre de 40º y ante la ineficacia de los antibióticos, los médicos se decidieron por una intervención quirúrgica para extraer los líquidos y materia acumulada, algo molesta porque tenía ya el tamaño de un melocotón.

España es un país con un rico y muy valioso patrimonio documental, ¿Está bien caracterizado nuestro clima durante la época pre-instrumental o queda aún un largo camino por recorrer para conseguir tal fin?, ¿existe algún gran proyecto nacional de investigación que tenga como objetivo prioritario abordar con profundidad y con la financiación adecuada estos asuntos?

La documentación consultada bajo criterios y objetivos climáticos debe acercarse al 5% de aquellas series documentales que contienen una densidad suficiente de información (dietarios, crónicas, documentación administrativa municipal y eclesiástica). Queda un camino muy largo y serpenteante, pues se trata de ir cubriendo aquellos aspectos que coyunturalmente pueden resultar útiles para una investigación específica o porque existe alguna facilidad para su extracción. El trabajo a emprender sería tan oneroso que es utópico plantearlo. Pero que conste que no se requieren grandes infraestructuras ni equipamientos ni sistemas complejos de tratamiento de la información. El problema básico, casi único, sería la necesidad de contactar y contratar una cantidad suficiente de personas preparadas para un trabajo sistemático. Lo que se plantea en esta pregunta sería perfectamente factible en el momento que hubiera la disponibilidad para contratar unas pocas decenas de historiadores en diferentes regiones españolas.

Una de las cuestiones que Vd. ha investigado más a fondo es la de las inundaciones catastróficas, especialmente las ocurridas en el ámbito catalán a lo largo de la historia. Cuando en nuestros días ocurre una gran inundación los medios de comunicación suelen achacarla al cambio climático, ¿qué parte de verdad, si hay alguna, hay en esta apreciación?

Muchos especialistas en esta materia consideran que el cambio climático no ofrece todavía pruebas de una incidencia significativa en el comportamiento de los comportamientos hidrometeorológicos extremos. Desde la perspectiva histórica en la que trabajo, sólo me cabe confirmar esta apreciación. La frecuencia y magnitud de los eventos de inundación ocurridos durante la segunda mitad del siglo XX no alcanzan en ninguna cuenca española los valores que la documentación histórica refiere para el periodo de la miniglación. Cuando en la actualidad algún episodio ocasiona daños catastróficos, suele tratarse de localizaciones que han incrementado su vulnerabilidad y se han expuesto en exceso al riesgo. Sería prolijo dar detalles y casos de ejemplo, pero puede decirse en términos generales que las situaciones de catástrofe o de daños graves más recientes se producen más por la componente de actitud humana frente al riesgo que por la propia magnitud del fenómeno natural.

Frecuencia de inundaciones catastróficas en Cataluña.

Filtro gausiano de paso bajo aplicado a una serie normalizada (nivel base = 0).

Serie promedio obtenido de la síntesis de doce series distribuidas por el territorio

¿Qué pueden aportar los aficionados a la Meteorología en su campo de estudio?

A nivel local, sería muy deseable que los aficionados a la Meteorología y la Climatología se implicaran con historiadores locales, aficionados a la historia en general para identificar y acceder a aquel patrimonio documental que en su ámbito de trabajo pudiera contener informaciones interesantes. Cuando la documentación es escasa o fragmentada, eso suele desanimar a los historiadores, que entonces buscan temáticas o localizaciones con mejor disponibilidad. Sin embargo, sería bueno hacerles ver que en la reconstrucción climática cualquier información, por modesta que parezca, puede resultar muy útil. Un trabajo sistemático, favorecido por el intercambio rápido y masivo que permiten los medios informáticos, nos pondría a toda la comunidad científica en condiciones de utilizar aquella información en un espacio de tiempo muy reducido.

¿Qué le queda por investigar de mayor interés?

Pues un aspecto en el que apenas hay indicios pero que se debería perseverar en su búsqueda es en la detección de algún dietario o documento en el que alguna persona hubiera hecho en época histórica observación meteorológica cualitativa, no instrumental. Este tipo de actividad era muy habitual en la Europa central y septentrional, donde la observación de la naturaleza estaba muy desarrollada. Hay numerosos dietarios en los que se contabilizan días de lluvia, condiciones generales de la temperatura, grosores de nieve, paso de aves migratorias o información fenológica. En España no hay referencias a documentos similares, salvo el ya conocido de Diego Palomino de Jódar, conservado en la biblioteca de la Universidad de Sevilla.

Nota de la RAM. Agradecemos a Mariano su amabilidad e interés hacia los lectores de la RAM. Desde estas líneas te animamos a que sigas escarbando en la historia climática de nuestro país.

Esta entrada se publicó en Entrevistas en 04 Mar 2008 por Francisco Martín León